Ana Cuevas
El
vídeo se ha convertido en viral. En él aparece un niño, grabado por su
hermanito, dando digna sepultura a su amado periquito "Chimuelo" en el
jardín de su casa. El chaval hace todo un despliegue de liturgias,
incluidos salmos ensalzando la hermosa relación con su mascota, y se
despide del pajarito antes de depositarlo en la diminuta fosa que habían
cavado previamente. Pero, apenas empezaban a cubrir su cuerpo con las
primeras paletadas de tierra, cuando, como un monstruo del averno,
surgió de la nada el perro de la familia y arrebató a "Chimuelo" de su
tumba.
El atribulado chico logró arrebatar los maltrechos
restos de "Chimuelo" de las fauces del felón can. Y por fin, tras su
heroico acto de rescate, culminó su propósito enterrando las cuatro
plumas que quedaban del pobre bicho.
Reconozco que me reí
mucho con este atípico sepelio. Pero claro, a los que se nos va la
pinza, nos da por fantasear más allá de lo evidente y ver metáforas en
las situaciones más bizarras. Entonces, sin saber cómo se hilaron las
ideas, me acorde de la trapala que llevamos con la exhumación de Franco.
Un muerto que, igual que "Chimuelo", fue enterrado con todo tipo de
honores y al que Perro Sánchez pretende sacar removiendo con su hocico las toneladas de mármol bajo las que reposa.
La
Fundación Francisco Franco, unos tipos muy demócratas a los que
subvencionamos toda la ciudadanía, dicen que sacar a Franco del Valle de
los Caídos es propio de dictaduras. Siempre da gusto escuchar la
opinión de los expertos. Pero pensando en "Chimuelo", todos sabemos que
más pronto que tarde, el perro volverá en busca de su objetivo. Las
cuatro plumas del perico no se pudrirán en su improvisado mausoleo.
Pasarán a engranar la cadena trófica cumpliendo con un proceso biológico
y natural.
No digo que que la momia de don Paco tenga que
acabar siendo comida de un rottweiler socialista o, peor aún, de un
perro-faluta podemita. Soy amante de los perros y no me gusta que coman
porquerías. Pero resulta insólito que, cuarenta y cuatro años después,
los falangistas, los parrocos illuminati y la "respetable" familia del
sátrapa tengan el más mínimo derecho a decidir sobre el destino de sus
restos.
En fin, no se lo que pasará con este asunto en los
cuatro días que quedan de legislatura socialista. A mí, personalmente,
me inquieta más otro muerto que colgaron en el 2012 a las espaldas de la
clase trabajadora y que se llama Reforma Laboral. Este zombie se
alimenta de las entrañas del proletariado y nos está dejando más
sunsidos que a Franco y al pobre "Chimuelo" juntos. Pedro Sánchez podría
tener una estaca o una bala de plata que acabara con la epidemia en
forma de decreto. Ya veremos si tiene bemoles para hacerlo. Puestos a
desenterrar cadáveres, éste nos corre más prisa. Cuestión de
supervivencia.
Francisco puede esperar. Total, ya no vamos a
ser conocidos por nuestra eficiencia en resolver este tipo de
cuestiones. A estas alturas, ¡qué más da otro lustro o década arriba o
abajo!
Eso sí, que el párroco falangista que saca brillo a su
lápida vigile que no se le cuele ningún perro. Y aún menos, si ve
restos de plumas asomando por los belfos. No vaya a ser que nos llevemos
un disgusto. ¡Recuerden al bueno de "Chimuelo"!
DdA, XV/4095
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