Desde que supe lo del guardia urbano de Barcelona que acabó con la vida de la perra de un sintecho pegándole un tiro, no he dejado de pensar en el autor que escribiría un artículo sobre tan cruel acción. Confiaba en que alguien con autoridad intelectual debía escribir lo que muchos estábamos deseando leer. Tengo el convencimiento de que esa perra, Sota, fue asesinada porque su dueño era un sintecho. ¿Alguien se imagina un guardia a urbano matando a la perra de un ciudadano "respetable" porque le ladrara? ¿Consta en el agente algún daño físico por un supuesto ataque del animal? Hará bien la alcaldesa de Barcelona en investigar lo que ocurrió en ese incidente porque un agente con armas que se comporta de ese modo tiene algún problema. No parece claro que Sota hubiera tenido una reacción agresiva contra el guardia urbano, pero incluso teniéndola me parece desproporcionado utilizar un arma contra el animal con intención y resultado de muerte. El profesor Monedero ha escrito en el diario Público el artículo que vengo esperando desde hace días:
Juan Carlos Monedero
Acaban de decir los jueces que si no se mata al toro en las plazas se resiente la cultura.
Al tiempo que una sociedad cada vez más sensible ve barbarie en
torturar y matar a un toro, una parte de los españoles, representados
por el PP, Ciudadanos y VOX, dice que no solamente es cultura, sino de
la mejor y que representa a la patria. Más en concreto, a su patria. Esos
mismos hablan de “ideología de género”, dicen que las mujeres también
matan a los hombres y propagan que las denuncias por maltrato son falsas.
Y suelen ser los mismos los que, al tiempo que muchos maldecimos o
miramos al suelo avergonzados cada vez que naufraga una patera, dicen
que los inmigrantes llegan a saquear España, que vienen todos con un
cuchillo para realizar ablaciones y que si se les ocurre ser personas
además de limpiar nuestras casas, cuidar a nuestros ancianos, poner
ladrillos y trabajar bajo los plásticos, van a recordarles que “España
primero“. En este país, el jefe del Estado, hoy rey emérito, no
ha dudado en fotografiarse delante de cuanto elefante ha disparado
hasta la muerte. En nuestra escopeta nacional, gente sin mucha sensibilidad ha hecho negocios con apretones de manos manchadas de pólvora en cotos de caza aristocráticos,
que seguramente luego han cerrado en palcos en estadios desde donde
alientan el deporte como negocio sucio y venden la pelea aunque sea
enfrentando a la gente y alimentando a los ultras.
La violencia en España es estructural y la dictadura la consagró como sinónimo de la patria. El franquismo se asentó sobre la
monarquía (que siempre nace de un acto de violencia de un rey contra
otro y del vencedor sobre su pueblo), del ejército, que tiene las armas,
y de la iglesia católica, que sermonea sobre la necesidad de amarnos
los unos a los otros pero quema herejes desde la Edad Media y
sigue quemándolos desde la COPE cada día más veces que suena el Ángelus.
La monarquía, la iglesia y el ejército han sido instituciones
masculinas, reprendedoras, poseedoras de la verdad y poco dialogantes. La
idea de patria de la derecha es masculina, violenta, siempre alerta
frente a enemigos engrandecidos que querrían hacernos morder el polvo.
Por eso, esa patria movilizada se ofrece como verdugo de los ven
como”blandengues” dispuestos a no defender la patria de sus enemigos.
Les gustan las armas, creen que la letra con sangre entra, no ven
problema en soltar un bofetón, creen que los animales son cosas a
su servicio, desprecian lo que no entienden y les gusta corear en
manada todas las versiones del “a por ellos”.
Prácticamente todos los testigos dicen que un guardia
urbano de Barcelona le puso la rodilla en el cuello a un perro y le
descerrajó un tiro. Su dueño, un sin techo pacífico, conocido en el
barrio y que vivía vendiendo pulseras vio como le mataban al,
seguramente, su más fiel compañero. De hecho estaba en trámites
para un programa de acompañamiento de animales. “Mejores amigos” se
llama. No en vano. Su ira absolutamente comprensible contra la guardia
urbana terminó con este hombre en el suelo y con muchos guardias urbanos
inmovilizándole en el suelo clavándole sus rodillas. Desde el
suelo seguramente vio con angustia como su amigo iba perdiendo la vida
en un charco de sangre. Él se llama Tauri. Su perra se llamaba Sota. Que
una persona que porta armas pueda hacer esa barbaridad es angustiante. Quien corresponda deberá tomar medidas cuando quede claro lo que parece que pasó.
La sensibilidad con los animales da la medida de la sensibilidad de un país. Mucha gente se concentró espontáneamente protestando contra la barbaridad. Mucha
gente sensible estremecida por la barbarie contra un perro y contra la
barbarie contra un sin techo. Esa es la forma de cambiar una sociedad.
La verdadera sensibilidad animalista no fragmenta su corazón y parcela
su dolor sino que su mirada está atenta a todo el sufrimiento y se pone
del lado de las víctimas. Otros quisieron aprovechar la
ocasión. Cuando esa sensibilidad se quiere convertir en un acto de
partido, debilita todas las peleas. Ese es mi pesar. Las luchas
animalistas, las ecologistas, las feministas, las laborales, las de
identidad sexual deben ser compartidas, interseccionales, deben ver el
hilo que las une y que no siempre es visible. En España, la violencia es estructural y se manifiesta en muchos lugares. Pero tiene un origen compartido.
Por eso, cuando una mirada partidista quiere hacer caja electoral con
el dolor, casi siempre mete la pata. Porque fragmenta las luchas, las
deja aisladas, no suma. En el fondo las debilita. Y por eso mismo
necesitan tanto reprender a quien les recuerde que juntos y juntas somos
más. Como si alguien tuviera el certificado de auténtico defensor de
cualquier pelea.
Cuando protestamos contra las corridas de toros, claro que hay que
concentrarse en lo que ocurre en el coso. Y las denuncias concretas hay
que hacerlas ahí. Pero la eficacia aumenta cuando se hace el
esfuerzo de unir esa pelea con una mirada más amplia. Eso vale para
todas nuestras luchas. También para pelear contra los que ahorcan
perros, maltratan en granjas, golpean animales, experimentan con seres
vivos, hacen espectáculos con animales,… Esa sensibilidad animalista
viene de la mano de una sensibilidad más general en un mundo tan lleno
de ira y de violencia. No es fácil. Como no es fácil definir
esa otra España que no mata ni tortura mujeres, que se duele del dolor
de los inmigrantes, que no se olvida de la gente que no llega a fin de
mes, que sufre con los explotados con salarios basura, que está
angustiada con el cambio climático, que no considera que mortificar
ritualmente animales sea cultura, que no ve belleza en disparar
emboscados a animales. La sensibilidad animalista, como la
sensibilidad feminista, están muy despiertas en España. Y eso es muy
esperanzador. Y no es extraño que ambas vayan muy juntas y estén
haciendo su su mirada cada vez más amplia. Una vez más, gracias por estar ahí.
DdA, XV/4.045
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