lunes, 24 de diciembre de 2018

SOTA, LA PERRA DEL SINTECHO DE BARCELONA A LA QUE MATÓ UN AGENTE

 Desde que supe lo del guardia urbano de Barcelona que acabó con la vida de la perra de un sintecho pegándole un tiro, no he dejado de pensar en el autor que escribiría un artículo sobre tan cruel acción. Confiaba en que alguien con autoridad intelectual debía escribir lo que muchos estábamos deseando leer. Tengo el convencimiento de que esa perra, Sota, fue asesinada porque su dueño era un sintecho. ¿Alguien se imagina un guardia a urbano matando a la perra de un ciudadano "respetable" porque le ladrara? ¿Consta en el agente algún daño físico por un supuesto ataque del animal? Hará bien la alcaldesa de Barcelona en investigar lo que ocurrió en ese incidente porque un agente con armas que se comporta de ese modo tiene algún problema. No parece claro que Sota hubiera tenido una reacción agresiva contra el guardia urbano, pero incluso teniéndola me parece desproporcionado utilizar un arma contra el animal con intención y resultado de muerte. El profesor Monedero ha escrito en el diario Público el artículo que vengo esperando desde hace días:

 Juan Carlos Monedero

Acaban de decir los jueces que si no se mata al toro en las plazas se resiente la cultura. Al tiempo que una sociedad cada vez más sensible ve barbarie en torturar y matar a un toro, una parte de los españoles, representados por el PP, Ciudadanos y VOX, dice que no solamente es cultura, sino de la mejor y que representa a la patria. Más en concreto, a su patria. Esos mismos hablan de “ideología de género”, dicen que las mujeres también matan a los hombres y propagan que las denuncias por maltrato son falsas. Y suelen ser los mismos los que, al tiempo que muchos maldecimos o miramos al suelo avergonzados cada vez que naufraga una patera, dicen que los inmigrantes llegan a saquear España, que vienen todos con un cuchillo para realizar ablaciones y que si se les ocurre ser personas además de limpiar nuestras casas, cuidar a nuestros ancianos, poner ladrillos y trabajar bajo los plásticos, van a recordarles que “España primero“. En este país, el jefe del Estado, hoy rey emérito, no ha dudado en fotografiarse delante de cuanto elefante ha disparado hasta la muerte. En nuestra escopeta nacional, gente sin mucha sensibilidad ha hecho negocios con apretones de manos manchadas de pólvora en cotos de caza aristocráticos, que seguramente luego han cerrado en palcos en estadios desde donde alientan el deporte como negocio sucio y venden la pelea  aunque sea enfrentando a la gente y alimentando a los ultras.
La violencia en España es estructural y la dictadura la consagró como sinónimo de la patria. El franquismo se asentó sobre la monarquía (que siempre nace de un acto de violencia de un rey contra otro y del vencedor sobre su pueblo), del ejército, que tiene las armas, y de la iglesia católica, que sermonea sobre la necesidad de amarnos los unos a los otros pero quema herejes desde la Edad Media y sigue quemándolos desde la COPE cada día más veces que suena el Ángelus. La monarquía, la iglesia y el ejército han sido instituciones masculinas, reprendedoras, poseedoras de la verdad y poco dialogantes. La idea de patria de la derecha es masculina, violenta, siempre alerta frente a enemigos engrandecidos que querrían hacernos morder el polvo. Por eso, esa patria movilizada se ofrece como verdugo de los  ven como”blandengues” dispuestos a no defender la patria de sus enemigos. Les gustan las armas, creen que la letra con sangre entra, no ven problema en soltar un bofetón, creen que los animales son cosas a su servicio, desprecian lo que no entienden y les gusta corear en manada todas las versiones del “a por ellos”.
Prácticamente todos los testigos dicen que un guardia urbano de Barcelona le puso la rodilla en el cuello a un perro y le descerrajó un tiro. Su dueño, un sin techo pacífico, conocido en el barrio y que vivía vendiendo pulseras vio como le mataban al, seguramente, su más fiel compañero. De hecho estaba en trámites para un programa de acompañamiento de animales. “Mejores amigos” se llama.  No en vano. Su ira absolutamente comprensible contra la guardia urbana terminó con este hombre en el suelo y con muchos guardias urbanos inmovilizándole en el suelo clavándole sus rodillas. Desde el suelo seguramente vio con angustia como su amigo iba perdiendo la vida en un charco de sangre. Él se llama Tauri. Su perra se llamaba Sota. Que una persona que porta armas pueda hacer esa barbaridad es angustiante. Quien corresponda deberá tomar medidas cuando quede claro lo que parece que pasó.
La sensibilidad con los animales da la medida de la sensibilidad de un país. Mucha gente se concentró espontáneamente protestando contra la barbaridad. Mucha gente sensible estremecida por la barbarie contra un perro y contra la barbarie contra un sin techo. Esa es la forma de cambiar una sociedad. La verdadera sensibilidad animalista no fragmenta su corazón y parcela su dolor sino que su mirada está atenta a todo el sufrimiento y se pone del lado de las víctimas. Otros quisieron aprovechar la ocasión. Cuando esa sensibilidad se quiere convertir en un acto de partido, debilita todas las peleas. Ese es mi pesar. Las luchas animalistas, las ecologistas, las feministas, las laborales, las de identidad sexual deben ser compartidas, interseccionales, deben ver el hilo que las une y que no siempre es visible. En España, la violencia es estructural y se manifiesta en muchos lugares. Pero tiene un origen compartido. Por eso, cuando una mirada partidista quiere hacer caja electoral con el dolor, casi siempre mete la pata. Porque fragmenta las luchas, las deja aisladas, no suma. En el fondo las debilita. Y por eso mismo necesitan tanto reprender a quien les recuerde que juntos y juntas somos más. Como si alguien tuviera el certificado de auténtico defensor de cualquier pelea.
Cuando protestamos contra las corridas de toros, claro que hay que concentrarse en lo que ocurre en el coso. Y las denuncias concretas hay que hacerlas ahí. Pero la eficacia aumenta cuando se hace el esfuerzo de unir esa pelea con una mirada más amplia. Eso vale para todas nuestras luchas. También para pelear contra los que ahorcan perros, maltratan en granjas, golpean animales, experimentan con seres vivos, hacen espectáculos con animales,… Esa sensibilidad animalista viene de la mano de una sensibilidad más general en un mundo tan lleno de ira y de violencia. No es fácil. Como no es fácil definir esa otra España que no mata ni tortura mujeres, que se duele del dolor de los inmigrantes, que no se olvida de la gente que no llega a fin de mes, que sufre con los explotados con salarios basura, que está angustiada con el cambio climático, que no considera que mortificar ritualmente animales sea cultura, que no ve belleza en disparar emboscados a animales. La sensibilidad animalista, como la sensibilidad feminista, están muy despiertas en España. Y eso es muy esperanzador. Y no es extraño que ambas vayan muy juntas y estén haciendo su  su mirada cada vez más amplia. Una vez más, gracias por estar ahí.

                   DdA, XV/4.045                 

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