Alicia Población Brel
Resulta que la parte del
cerebro encargada de reaccionar ante las situaciones de peligro está justo al
lado de la que tiene que ver con la respiración. Me imagino que por eso, en una
situación de presión, siempre nos dicen “respira” como manera de gestionar los
nervios y herramienta de relajación. Es el tema recurrente
cuando se habla de miedo escénico.
Al parecer, el cerebro,
en una situación que interpreta como de peligro, baraja entre tres posibles
opciones: paralizarse, huir o luchar (las llamadas tres “f” en inglés: freeze,
fly or fight). Cuando me hablan de las causas del miedo escénico la mayoría
coincide con que se debe a una parálisis del cuerpo, que se niega a reaccionar
ante la idea de, en este caso, tocar en frente de alguien. En mi caso no es
parálisis. Yo he llegado a entender que lo que a mí, y a otros muchos, nos pasa
es que nos vemos inundados por un torrente de energía incontrolable provocado
por la adrenalina. Y eso se nos manifiesta en los ya conocidos temblores y
arritmias. Es decir, creo que antes de quedarme quieta mi cerebro está
queriendo decirme: sal corriendo o enfréntate a ello.
Sin embargo, y como ya me
lo han demostrado innumerables ocasiones, deduzco que esto tampoco es del todo
positivo. Tener esa energía que no sabemos controlar y, lo más importante, no
saber canalizarla, hace que aparezcan inseguridades y el no saber lidiar
contigo misma. Pero entonces, ¿cómo canalizamos esa energía de forma útil?
Volvemos al tema de la
respiración. Estamos de acuerdo en que tenemos que estar relajados, pero
tampoco se trata de sumirse en la apatía, de modo que la adrenalina es también
necesaria para ayudarnos a expresar esa emoción de forma más potente. Pues
bien, hace unos días, un amigo me explicaba cómo debía respirar para hacer sonar
la flauta travesera. Respirar de diafragma, como cuando dormimos, le indica a
nuestro cerebro que estamos relajados, concretamente en el momento en el que
tardamos el doble de tiempo en exhalar que en coger aire (o como diría mi
amigo, dejar que el aire entre en ti, porque nunca hay que forzarlo). Al coger
aire de pecho lo que le estamos diciendo al cerebro es que necesitamos que el
oxígeno llegue más rápido a los músculos, por ejemplo, porque tenemos que
correr para huir de un peligro.
Lo que veo yo aquí es que
la combinación de ambas respiraciones me parece el combo perfecto para
canalizar la energía que nos sorprende al salir al escenario: una buena dosis
de relajación junto con otra buena dosis de adrenalina por hacer lo que 7te
gusta y sentirte preparado para ello. Sin embargo, una vez elaborada la teoría
aún sigo sin tener muy claro cómo canalizar esa energía. Me doy cuenta entonces
de que esa sensación resultante de dicha combinación me es mucho menos difícil
de sentir cuando hago música de cámara. La necesidad de respirar juntos, desde
la primera entrada, hace que comience un proceso de canalización de energía
común que va impregnando el ambiente y creando atmósfera a medida que la música
avanza. La relajación está ahí, en los apoyos armónicos que habéis trabajado
juntos, en los puntos de inflexión de “volver a casa” o “tener los pies en el
suelo” para tomar un respiro conjunto y llegar al pasaje siguiente con fuerzas
renovadas. Pero también está ahí la adrenalina y el poder arrollador que tiene
para expresar los sentimientos y, al hacerlos comunes, proyectarlos hacia el
público elevados a la décima potencia.
Es en música de cámara,
tocando juntos, poniendo en común tus miedos pero también tus más preciadas
emociones, donde veo que más claramente se alcanza esa canalización de energía
y uno es más fácilmente uno mismo, sin dejar de ser con los demás.
DdA, XV/4.046
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