martes, 25 de diciembre de 2018

LA MÚSICA, EL MIEDO ESCÉNICO Y LA CANALIZACIÓN DE LA ENERGÍA



Alicia Población Brel

Resulta que la parte del cerebro encargada de reaccionar ante las situaciones de peligro está justo al lado de la que tiene que ver con la respiración. Me imagino que por eso, en una situación de presión, siempre nos dicen “respira” como manera de gestionar los nervios y herramienta de relajación. Es el tema recurrente cuando se habla de miedo escénico.
 
Al parecer, el cerebro, en una situación que interpreta como de peligro, baraja entre tres posibles opciones: paralizarse, huir o luchar (las llamadas tres “f” en inglés: freeze, fly or fight). Cuando me hablan de las causas del miedo escénico la mayoría coincide con que se debe a una parálisis del cuerpo, que se niega a reaccionar ante la idea de, en este caso, tocar en frente de alguien. En mi caso no es parálisis. Yo he llegado a entender que lo que a mí, y a otros muchos, nos pasa es que nos vemos inundados por un torrente de energía incontrolable provocado por la adrenalina. Y eso se nos manifiesta en los ya conocidos temblores y arritmias. Es decir, creo que antes de quedarme quieta mi cerebro está queriendo decirme: sal corriendo o enfréntate a ello.

Sin embargo, y como ya me lo han demostrado innumerables ocasiones, deduzco que esto tampoco es del todo positivo. Tener esa energía que no sabemos controlar y, lo más importante, no saber canalizarla, hace que aparezcan inseguridades y el no saber lidiar contigo misma. Pero entonces, ¿cómo canalizamos esa energía de forma útil?

Volvemos al tema de la respiración. Estamos de acuerdo en que tenemos que estar relajados, pero tampoco se trata de sumirse en la apatía, de modo que la adrenalina es también necesaria para ayudarnos a expresar esa emoción de forma más potente. Pues bien, hace unos días, un amigo me explicaba cómo debía respirar para hacer sonar la flauta travesera. Respirar de diafragma, como cuando dormimos, le indica a nuestro cerebro que estamos relajados, concretamente en el momento en el que tardamos el doble de tiempo en exhalar que en coger aire (o como diría mi amigo, dejar que el aire entre en ti, porque nunca hay que forzarlo). Al coger aire de pecho lo que le estamos diciendo al cerebro es que necesitamos que el oxígeno llegue más rápido a los músculos, por ejemplo, porque tenemos que correr para huir de un peligro. 

Lo que veo yo aquí es que la combinación de ambas respiraciones me parece el combo perfecto para canalizar la energía que nos sorprende al salir al escenario: una buena dosis de relajación junto con otra buena dosis de adrenalina por hacer lo que 7te gusta y sentirte preparado para ello. Sin embargo, una vez elaborada la teoría aún sigo sin tener muy claro cómo canalizar esa energía. Me doy cuenta entonces de que esa sensación resultante de dicha combinación me es mucho menos difícil de sentir cuando hago música de cámara. La necesidad de respirar juntos, desde la primera entrada, hace que comience un proceso de canalización de energía común que va impregnando el ambiente y creando atmósfera a medida que la música avanza. La relajación está ahí, en los apoyos armónicos que habéis trabajado juntos, en los puntos de inflexión de “volver a casa” o “tener los pies en el suelo” para tomar un respiro conjunto y llegar al pasaje siguiente con fuerzas renovadas. Pero también está ahí la adrenalina y el poder arrollador que tiene para expresar los sentimientos y, al hacerlos comunes, proyectarlos hacia el público elevados a la décima potencia. 

Es en música de cámara, tocando juntos, poniendo en común tus miedos pero también tus más preciadas emociones, donde veo que más claramente se alcanza esa canalización de energía y uno es más fácilmente uno mismo, sin dejar de ser con los demás.

                    DdA, XV/4.046                

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