Gerardo Tecé
CTXT
El cine español le debe una película a José Antonio Ortega Lara. Una
película sobre uno de esos referentes sociales que han marcado los
últimos 20 años. Tan necesaria como complicada de hacer. Si alguien
decidiera dar ese paso, tras decenas de reuniones con los productores,
esos señores y señoras que ponen la pasta, existiría la gran tentación
de centrar el relato en el calvario que aquel funcionario de prisiones
burgalés sufrió durante los 532 días que ETA lo mantuvo secuestrado en
un zulo. Era aún la década de los 90 y, veinte años después, seguimos
sintiendo aquel sufrimiento como propio. Difícil olvidar algo así. El
director, fuese quien fuese, se decantaría, con la financiación sobre la
mesa, por ahondar en el sufrimiento de aquel hombre al que conocimos 30
kilos más delgado que en las fotos del telediario. Caminando como
camina un zombi con barba que ha vuelto a la vida. Confundido y
aturdido, tras ser liberado de una tortura inhumana. Este enfoque
aseguraría el éxito en taquilla. Pero no sería un relato completo ni
honesto. A la película le faltarían muchos matices. El principal sería
el de completar al propio personaje. Ortega Lara es muchas más cosas
además de una víctima del horror. Ortega Lara también es un fascista.
Uno de esos capaz de culpar a los perseguidos durante el franquismo
–otras víctimas del horror– de su propia persecución. “Provocaron la
guerra”, despachaba recientemente en una charla a los represaliados tras
el golpe de Estado militar. Un fascista capaz de recordarles hoy a esos
familiares que piden enterrar a sus torturados y fusilados, que
perdieron aquella guerra y que más guapos están calladitos. La película
sobre Ortega Lara, la víctima y el fascista, sería esencialmente una
peli sobre el odio. El odio como gasolina de una biografía.
La pasada semana, un grupo de jóvenes increpaba a Ortega Lara cuando
llegaba a Murcia para participar en un mitin de Vox. “Ortega Lara de
vuelta al zulo”. Puro odio. El cántico de aquella docena de
manifestantes, destacado en grandes titulares de prensa, era nuevo. Pero
no era nueva la situación de ser increpado para Ortega Lara. Unos días
antes, la víctima del horror se fue a Alsasua a apoyar otro horror
cometido sobre otras víctimas: el de los jóvenes condenados a penas por
terrorismo, tras una pelea de bar. Allí, su odio, su indiferencia ante
otros horrores generó más odio, que también fue destacado en titulares
de prensa. “El odio es un alimento muy fuerte”. La reflexión es de Iñaki
Recarte, condenado a 22 años de prisión por terrorismo tras asesinar a
tres personas. También torturado y de familia represaliada. Aquella
polémica entrevista de Jordi Évole a un miembro de ETA acabó
convirtiéndose en una reflexión sobre la vida y su incompatibilidad con
el odio. “Uno sabe que odia sombras, sabe por dónde están, pero no sabe
mucho más, sólo sabe que odia. Luego, cuando dejas de odiar, empiezas a
vivir”. Iñaki Recarte salió de ETA para nunca más tener nada que ver con
aquello.
DdA, XV/4.015
1 comentario:
Muy bien redactado, ahora solo falta que dejes de llorar.
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