martes, 20 de noviembre de 2018

LOS JARDINES DE YOLANDA, PORQUE NADIE SABE NI PUEDE (AUNQUE QUIERA) OLVIDAR


Félix Población

Fue un asesinato que en su día me impresionó mucho y que, cada vez que lo recuerdo, me obliga a reconsiderar que la de España no fue una idílica transición como cuentan algunos, pues hasta casi 600 ciudadanos perdieron la vida en aquellos años.

Yolanda González ya tiene unos Jardines en el distrito madrileño de Latina que llevan su nombre. La asesinaron con 19 años y muchos no olvidaremos su cuerpo joven tendido y roto el día en que fue descubierto el crimen en un descampado madrileño. Uno de los asesinos era vecino de la misma calle en la que yo vivía, y hasta reconocí su rostro cuando publicaron la foto en los periódicos.

Yolanda González Martín fue secuestrada -leo- a última hora de la tarde del 1 de febrero de 1980 en su domicilio de la calle Tembleque 101, barrio de Aluche de Madrid, cuando se hallaba sola. Convivía en un piso de estudiantes junto a su novio y otra compañera del Partido Socialista de los Trabajadores en el que militaba.​ Los secuestradores accedieron al piso engañando a Yolanda con identificaciones falsas de autoridades policiales.

Al regresar su novio a la vivienda a medianoche encontró todo ordenado y las luces encendidas, pero no estaba ni Yolanda ni la otra compañera de piso. Pensó que estaría en alguna reunión tardía por sus actividades en la coordinadora estudiantil, por lo que no dio mayor importancia. Al despertarse a la mañana siguiente reparó en que el bolso, cartera y DNI de Yolanda estaban en la mesa del salón y, preocupado por si hubiera sido detenida, hizo varias gestiones telefónicas en instancias policiales y judiciales de Madrid para averiguar su paradero, sin resultado.
En la misma mañana, al regresar la compañera de piso y de partido con dos amigos, se encontró con varios policías de paisano registrando la vivienda. Fueron llevados a la Dirección General de Seguridad donde se les interrogó sobre sus actividades políticas y su posible relación con ETA. Al novio, por la tarde, al acudir a la sede del partido, le informaron sobre el fatal desenlace.​ Parece ser que los secuestradores se presentaron el día 1 por la mañana en la vivienda y al no encontrar a nadie, decidieron volver por la tarde-noche.

Yolanda González Martín fue asesinada -leo- por los miembros de Fuerza Nueva Emilio Hellín Moro e Ignacio Abad Velázquez, que contaron con la colaboración de varios sujetos más (José Ricardo Prieto, Félix Pérez Ajero, Juan Carlos Rodas Crespo y David Martínez). Juan Carlos Rodas Crespo, agente de la Policía Nacional (anteriormente Policía Armada), participó en la vigilancia del exterior de la vivienda junto a otros cómplices, mientras Emilio Hellín Moro e Ignacio Abad Velázquez subían para secuestrarla. Al día siguiente, al enterarse por la prensa de su muerte, Juan Carlos Rodas Crespo, sorprendido y arrepentido por el resultado final de lo que creía era un simple interrogatorio, denunció los hechos ante sus superiores policiales de Getafe lo que aceleró las investigaciones y la resolución del caso.3
En el momento del hallazgo del cadáver, Yolanda vestía debajo de su jersey una camiseta blanca con el escudo de las siete provincias vascas y una medalla con el lauburu, lo que llevó a la policía a determinar que el crimen tenía connotaciones políticas.

Los autores de su asesinato intentaron justificarlo como venganza por el atentado de Ispáster perpetrado por ETA a primera hora de la mañana del 1 de febrero de 1980, en el que murieron de seis guardias civiles, ya que la acusaban de pertenecer a un supuesto comando de ETA en Madrid. Sin embargo el PST al que pertenecía Yolanda González Martín no sólo no formaba parte de la izquierda abertzale sino que rechazaba explícitamente la violencia de ETA.
Yolanda ya tiene en Madrid unos jardines donde su memoria permanezca como la de una joven víctima más de la barbarie fascista. Nuestro agradecimiento a todos los que han coloborado a que así sea. Vaya para ellos y para cuantos recuerdan y sienten en su recuerdo el dolor de aquel asesinato estos versos de Mario Benedetti:

Cada vez que nos dan clases de amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros
en mi región hay calvarios de ausencia
muñones de porvenir, arrabales de duelo
pero también candores de mosqueta
pianos que arrancan lágrimas
cadáveres que miran aún desde sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo de otoño
sentimientos insoportablemente actuales
que se niegan a morir allá en lo oscuro
el olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda
en el fondo el olvido es un gran simulacro
nadie sabe ni puede, aunque quiera, olvidar

                      DdA, XV/4.017                   

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