domingo, 14 de octubre de 2018

A DOMINGO LASAOSA LE CORTARON LAS MANOS PARA QUITARLE LAS ESPOSAS ANTES DE MATARLO

Recurrimos nuevamente para esta reseña resumida a una de las obras (casi 1.500 páginas)  que de modo más pormenorizado y exhaustivo ha investigado en la Memoria Histórica, en esta ocasión en una provincia concreta de la represión franquista. Se trata de Todos los nombres. Víctimas y victimarios (Huesca, 1936-1945), de Víctor Pardo y Raúl Mateo.
De venta en librerías de Huesca, Zaragoza y Teruel. En Barcelona: Centro Aragonés. Carrer de Joaquín Costa, 68, 08001 Barcelona. Teléfono: 933 17 58 54
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Dedicamos esta reseña a un tal Marhuenda, director del diario La Razón y analista político de La Sexta, que no hace mucho dijo en un plató de este medio que el franquismo sólo fusiló a aquellos republicanos que tenían delitos de sangre. Al mentado lo acaban de nombrar nuevo profesor titular de Historia del Derecho en la Universidad Rey Juan Carlos, la de los máster regalados.




Domingo Lasaosa Morer, Administrador de Correos, era miembro de Izquierda Republicana. Domingo (Huesca, 11-II-1899 – 14-X-1936), no era persona que buscara notoriedad social, a pesar de desempeñar un alto cargo en la oficina de Correos en Huesca y tener la oportunidad de relacionarse con lo más granado del mundo funcionarial y aun profesional de la ciudad. Apenas encontramos referencias a su persona en la prensa de la época, más allá de alguna nota oficial relativa al servicio. Sí aparece su elección en el comité local del Partido Radical Socialista en julio de 1931, como vocal, junto a Sebastián Mompradé [Sebastián MOMPRADÉ PARDO, morirá fusilado el 21 de octubre de 1936] y el médico Juan Arenas. Posteriormente militará en Izquierda Republicana, partido que aglutinará a concejales, diputados y alcaldes de la ciudad y la provincia.
Pero aun cuando no era hombre que se significara, había participado, según parece, en el entierro de los capitanes Galán y García Hernández, sublevados en Jaca y fusilados en Huesca el 14 de diciembre de 1930, suceso que conmovió a la opinión pública y dejó una honda huella en la personalidad política y sensibilidad de Domingo Lasaosa. Precisamente, el hecho de haberse incorporado a la manifestación republicana que llegó hasta el cementerio pudo influir en el ánimo de algún denunciante próximo a su ámbito profesional, al menos así lo ha tenido por cierto la familia. También, sin duda, el carácter técnico, aunque no exento de lealtad política, que subrayaba su nombramiento como máximo responsable provincial de Correos.
(…)
Anotaremos, por otra parte, que, entre el funcionariado del Cuerpo de Correos, el republicanismo se hallaba muy extendido, por lo que también será un estamento muy perseguido tanto en la represión personal como a través de la depuración de sus empleados tras el triunfo del régimen franquista. Su compañero, el inspector provincial y amigo Julio Nogués también será fusilado, tres días después que Domingo Lasaosa.
(…)
Domingo Lasaosa fue destituido en el momento mismo del arranque del golpe de Estado. Correos era considerado un centro neurálgico y por tanto todos los responsables debían ser de la máxima confianza de los militares sublevados. Le sustituyó León Corella, hombre del naciente Movimiento. Lasaosa se refugió en su casa oficial, la vivienda que ocupaba desde su nombramiento en el propio edificio de Correos, aunque mantenía la suya familiar del número 12 de Lizana. Y allí, en el edificio del Coso, fue detenido el 19 de julio y conducido a la prisión provincial. A diferencia de otros significados funcionarios y políticos, probablemente por el ingente número de presos que se hacinaban con el paso de las horas en este recinto, el día 20 fue puesto en libertad, retornando a su trabajo habitual.
Quizá no vio la oportunidad de escapar de la ciudad, o pensó, como otros, que nada debía temer, pero el 22 de septiembre fue nuevamente detenido por orden de la Comandancia Militar.
En la cárcel encontró a muchos presos conocidos, entre ellos su compañero Julio Nogués, al que a diario obligaban a picar trincheras en los perímetros de la ciudad. Y será precisamente el testimonio de Nogués el que refiera a sus propios familiares que el 14 de octubre Domingo Lasaosa había sido llevado ante el pelotón de fusilamiento en el cementerio de Las Mártires, y cómo los verdugos dijeron a los presos que habían olvidado las llaves de las esposas y hubieron de cortar las manos a Lasosa para recuperar los grilletes ensangrentados.
Es de señalar en este punto la coincidencia del macabro relato con el testimonio contenido en una pieza separada del consejo de guerra contra Eufrasio Bujeda González [fusilado el 23 de noviembre de 1939]. Refiere la compareciente en esa causa Adelina Díaz Ordóñez, que regenta un prostíbulo en la calle Lucas Mallada, conocida también por paseo de la Alameda, cómo asistió a una escena que bien pudiera corresponderse con la apuntada. Adelina, que vive y trabaja en Villa Pilar, muy próxima a Las Mártires, fue testigo «en los primeros días del Glorioso Movimiento, de ese guardia de Asalto que llevaba las barbas tan largas, acompañado de unos falangistas; llevaban a un detenido y tan apretadas le pusieron las esposas, que las llevaba metidas en la carne y para quitárselas le pusieron las manos encima de un tronco de árbol de los que hay en las cunetas de la carretera frente a la puerta de su casa y con un hacha le cortaron las muñecas para quitarle las referidas esposas».
Domingo Lasaosa, de 37 años, estaba casado con Basilisa Lafarga Cabrero con la que tuvo dos hijas. 

                  DdA, XV/3981                

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