Artículo que firma en su blog nuestro estimado y admirado historiador, en el que alude a la cólera en que debió montar un autor al que no cita, después de leer el libro publicado por Ángel Viñas y otros dos colaboradores en el que demuestra que el accidente del general Balmes no fue tal, sino el primer asesinato de Franco, tal como se titula la obra, previo al golpe de Estado que dió lugar a la guerra de los tres años y a la dictadura de los muchos más con su estrambote. En opinión de Viñas, el no mentado autor rechaza ese libro sin ofrecer ningún argumento:
Ángel Viñas
El curso pasado dediqué varios posts al caso del general Balmes. No
puedo pedir a los amables lectores que lean el mamotreto que a finales
de enero publiqué con dos colegas, mi primo hermano Cecilio Yusta Viñas y
un eminente patólogo, el Dr. Miguel Ull. Desgrané, eso sí, en varios
posts y en lenguaje sencillo sus conclusiones. Balmes no se mató. Lo
mataron. Hicimos, incluso, consideraciones varias sobre quién habría
podido ser el autor.
En
las pasadas vacaciones he visto que a un autor nuestra argumentación no
solo no le convenció. La rechaza sin ofrecer ningún argumento. Debió de
ojear el libro -no digo leerlo- cuando estaba a punto de terminar una
obra suya. Montó en cólera contra nosotros o, para ser más exactos,
contra servidor. Su opus salió a la calle, si no recuerdo mal, a
principios de mayo. Se me ocurre pensar que para aprovechar la Feria del
Libro madrileña. Tres meses después del nuestro. En consecuencia, tuvo
que hacer un esfuerzo para introducir una reacción inmediata y un tanto
visceral. Hay que pensar que su texto estaría ya en primeras o segundas
pruebas y que entrar a debatir en profundidad nuestras tesis hubiese
descolocado la paginación y retrasado la publicación. Es comprensible.
Aun así, lo intentó. Hay dos formas de hacerlo: con cambios mínimos
en el texto o pasarlos a las notas a pie de página si, como ocurre con
frecuencia, estas figuran al final. Es lo que prefieren muchas
editoriales porque disminuye el trabajo de repaginación. Si no recuerdo
mal es el enfoque que prefirió Espasa antes de publicar la biografía de
Franco del profesor Stanley G. Payne y del periodista Jesús Palacios.
Por razones que se me escapan ambos debieron de considerar que era muy
importante introducir una referencia al “destape” de Jordi Pujol y lo
pasaron a las notas de al final. Su libro salió, creo, en septiembre y
la “confesión” del expresident de la Generalitat se produjo a finales de
julio. Supongo que con ello quisieron contraponer la figura de Franco,
austero, sencillo, desprendido, con la más que dudosa ejecutoria
financiera del Sr. Pujol. (Si fue así no tuvieron mucha suerte porque al
año siguiente me permití demostrar en La otra cara del Caudillo
que el general Francisco Franco dejó literalmente en pañales al
político catalán en lo que se refiere a hacer jugadas financieras, sobre
todo para allegar una fortunita durante la guerra civil mientras sus
soldados morían y se desangraban como chinches en las trincheras y en
los hospitales en un conflicto que intentó prolongar todo lo posible).
En el opus de ese autor no convencido, escrito a la mayor, a la
inmarcesible, a la inmortal gloria de Franco y aparecido bajo el
atractivo título de Así comenzó la guerra civil: del 17 al 20 de julio de 1936: un golpe frustrado
hay una introducción en la que arremete por los más diversos motivos
contra los errores de numerosos historiadores. Uno por mencionar la
sublevación de capitanes generales cuando estos ya no existían
(correcto), otro que afirmó que el piloto del Dragon Rapide no era
inglés sino galés (también correcto, con la salvedad de que en muchos
casos a los británicos se les denomina en el continente con el genérico
de “ingleses”, aunque se trate de ingleses, escoceses, galeses o
norirlandeses y que el concepto de “británicos” es de un uso
relativamente moderno). Otro historiador es objeto de sus iras por
utilizar el término de “Legión Extranjera” cuando lo correcto es el
“Tercio” (OK, pero eso no quita el hecho de que fuese sustancialmente
una copia de la Legion Étrangère cuyos orígenes se remontan al siglo XIX).
Pero, en fin, todo lo que contribuya a esclarecer los hechos y a dar a
cada uno el título, grado, empleo, etc. que le corresponda es
bienvenido. Vivimos en la época del “copia y pega”, como él dice, una
“técnica que hace estragos incluso en el ámbito profesional académico”.
Yo diría que no solo en este ámbito (véase el ejemplo del Sr. Casado,
hoy flamante presidente del PP) aunque como es sabido las Universidades
que están más al día (también las españolas) han ido adoptando
sofisticadas técnicas de identificación del plagio, mucho más fácil de
detectar que antes.
Por otro lado, el “copia y pega” que denuncia nuestro distinguido
autor parece incluir, en mi opinión erróneamente, a un premio nacional
de historia que no identifica (es un amigo mío: Enrique Moradiellos) por
una obra en la que cometió el inmenso, imperdonable, error de afirmar
que “la guerra comenzó en Melilla el 17 a las 17”. (En su bibliografía
tan exigente caballero menciona, sin embargo, el libro de un militar
titulado Marruecos, ¡17 a las 17! y otro, sin fecha, ¡17 de julio! La guarnición de Melilla inicia la salvación de España). Es decir, y sin entrar en detalles, a primera vista parece que Moradiellos no se equivocó tanto. El “copia y pega” no lo veo.
He reproducido algunos ejemplos de la introducción (que abarca muchos
otros, denunciados en un tono de indignación y desprecio un tanto
chocante) porque en la misma también arremete contra “un conocido
hispanista británico” (quizá se refiera a Paul Preston) que, en relación
con Balmes, había escrito algo que a tan exigente caballero no le
gusta. Su respuesta, ante la que parece que hay que inclinarse, es una
afirmación tajante: “Balmes era monárquico y ningún documento ni
testimonio avala otra tesis que la del accidente”.
Debemos sorprendernos de que no se incluyan nombres en la introducción, pero, lógicamente, sí lo hace en su texto. Menos mal.
A servidor lo cita por primera vez en la nota 133 de la página 123. La explica en la página 641 de una manera un tanto chusca. Me reprocha no saber inglés.
Lo pongo en negritas para resaltarlo. Reconozco ser nativo de Madrid.
Uno no elige dónde nace. Por su nombre él tampoco parece británico,
pero a lo mejor tuvo la suerte de formarse en Eton, Westminster, Harrow,
Rugby, Winchester o en alguna grammar school británica y
hablar inglés como cualquier británico educado. Mis padres no pudieron
financiarme una educación en el extranjero. Los idiomas que aprendí
fueron, generalmente, con becas. Pero en lo que se refiere a inglés
tengo en mi haber casi 17 años de trabajo profesional en este idioma, lo
hablo diariamente en casa y algo quizá haya aprendido.
Y ¿cómo me acusa nuestro distinguido autor de no saber inglés? Pues,
simplemente, porque en el primer libro que escribí sobre la conspiración
del general Franco (2011) me referí a una de las pasajeras del Dragon Rapide,
Dorothy Watson, como alguien que “trabajaba con pollos y que “ayudaba a
la familia [Pollard] en la cría de gallinas”. Nuestro eminente autor
afirma con suprema autoridad que “se trata de un error de traducción,
involuntariamente cómico”. Haré de este caso un ejemplo de cómo trabaja
tan ilustre caballero.
Sus razones las expone en la antedicha página 123. El capitán (no,
como él afirma, comandante) Pollard “recordaría [a Dorothy] treinta años
después [1966] como poultry girl, es decir, una polluela, una chica inocente”. Una afirmación que no admite, al parecer, recurso.
Pero sí lo admite. La suya es, pura y simplemente, una afirmación
grotesca. Ni más ni menos. No es este un blog de gramática inglesa, pero
tan ilustre autor parece ignorar que poultry es un término
genérico referido a las aves de corral (criadas para obtener carne,
huevos o plumas). También al lugar en donde se encuentran, en una
acepción obsoleta. O su carne en libros de cocina. Son definiciones del New Shorter Oxford English Dictionary,
que me parece tener alguna autoridad. No es un adjetivo. Determina la
significación, eso sí, de los sustantivos a los que habitualmente se
aplica. Así, por ejemplo, farm es granja, y poultry farm es una granja
avícola.
La edición que tengo en casa de dicho diccionario es de 1993. No sé
si en los años treinta o cuarenta del pasado siglo la expresión habría
podido tener otra acepción (aunque gramaticalmente no es posible). Recurro, sin embargo, al diccionario histórico, el masivo Oxford English Dictionary
de veinte volúmenes, en la reproducción en micrografía de 1994 que es
la que tengo en casa. Contiene acepciones que se remontan a Chaucer, en
el siglo XIV. No a anteayer. Da otros muchos ejemplos de utilización de
poultry con, valgan los casos, basket, farmer, feather, feeder, flutter,
house, keeper, man, market, meat, run, shop, show, stall, yard,
raising, rearing, woman. Sinónimo de poultry girl es también poultry
maid, aunque me parece un poco anticuado. Por lo demás, si se acude al
siempre bien dispuesto Mr. Google, cabe encontrar otras aplicaciones,
pero nunca en el sentido que nuestro distinguido autor le da de “chica
inocente”.
Él no se basa en diccionarios, quizá porque lo tendría difícil. Se
refiere a la suprema autoridad del capitán Pollard. Pero, ¿de dónde la
extrae? ¿Hay algún ejemplo en el que Pollard la utilizó en tal sentido?
Podría, ciertamente, tratarse de una acepción personal. Por ejemplo, yo
llamo cariñosamente a mi hija “piru” o “pirula”. No sé por qué. Ella
lo entiende. También los demás miembros de la familia. Chocaría que
Pollard, inglés, forzase la gramática inglesa, pero cosas peores se han
visto.
Los lectores estarán aburridos de estas disquisiciones. Lo siento.
Son imprescindibles para empezar a demostrar que quien se salta la
evidencia como un caballo desbocado es mi eminente crítico. Y quien se
la salta una vez quizá es porque está acostumbrado a hacerlo con alguna
frecuencia. No solamente en una cosa tan trivial, sino en tema más
importantes. La historia no se escribe con mitos. Tampoco se escribe con
camelos.
DdA, XV/3951
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