El debate en torno a la
exhumación de Franco del Valle de los Caídos y la presencia de
portavoces de asociaciones franquistas, familiares de Franco y
diferentes revisionistas históricos en los platós de las televisiones ha
generado una inseguridad informativa en lo referente a nuestra
historia. Si, por ejemplo, un chaval de 14 años estuviese escuchando en
el debate de La Sexta el pasado 25 de agosto al periodista Antonio
Maestre relatar los crímenes documentados del franquismo pero, en el
mismo programa, las invenciones y justificaciones de un militar
franquista legitimando al dictador y negando sus masacres se quedaría
sin saber la verdad sobre el periodo franquista y las actuaciones
criminales del dictador.
Este ejemplo de La Sexta no es aislado. Se ha repetido en numerosos
momentos en nuestros medios de comunicación, especialmente en las
televisiones. Parece que el ambiente de reyerta y las posturas de
encendida defensa del fascismo y negación de la realidad por parte de
franquistas, desempolvados por las televisiones con ocasión de la
exhumación, dan juego en las audiencias y tienen amplia repercusión en
las redes.
Hemos visto pasear por los platós a personajes, sin
legitimidad académica ni histórica alguna, que mienten negando la
represión franquista, que acusan de criminales a legítimos políticos
representantes de la democracia republicana, que niegan la existencia de
fosas comunes de civiles asesinados en la posguerra, que inventan
logros sociales del franquismo y que distancian a Franco del fascismo de
la Segunda Guerra Mundial, llegando incluso a calificar a Hitler y a
Mussolini de socialistas. Todo ello ha supuesto una ceremonia de
confusión terrible para gran parte de la ciudadanía que, o bien está
poco formada o pertenecen a una juventud a la que no se le educó
suficiente en la historia reciente de España. Precisamente son estos
sectores los que más consumen televisión frente a otros medios de
comunicación.
No es de recibo confundir la libertad
de opinión y el legítimo debate político con el hecho de ofrecer
protagonismo a un sector ideológico. El legitimador de los crímenes
franquistas en cualquier otro país que haya sufrido el fascismo estaría
proscrito, sería impensable que fuese llamado a las televisiones
alemanas o italianas a defender a Hitler o a Mussolini frente a los
historiadores o políticos demócratas.
Como reacción a
ese 18 de julio de alzamiento franquista mediático, en periódicos,
redes e incluso en otros programas de televisión se han puesto en marcha
contenidos informativos que tenían como objeto desmentir todas esas
falsedades en defensa de Franco, especialmente las referentes a esos
falsos logros de la dictadura.
No debería ser lógico
que los propios ciudadanos, en las redes sociales, o desde los propios
medios, tuviesen que poner en marcha campañas de desmentidos para
neutralizar las falsedades que se han difundido por televisión. ¿Por qué
el joven de 14 años debería creer el hilo de Twitter que desmiente los
logros del franquismo y no al militar que escuchaba en el debate de
televisión? De poco puede servir una adecuada asignatura de historia en
el instituto, suponiendo que la haya y que se haya impartido
acertadamente y con todo el temario completo, si luego desde nuestras
televisiones se da pábulo a mentiras que destrozan hechos comprobados,
investigaciones y rigurosidades históricas.
No,
pluralidad informativa y equidistancia no es poner en el plato al
historiador riguroso y al fascista mentiroso. Del mismo modo que nadie
pondría a un nazi y a un judío a debatir para que nuestros adolescentes
conocieran la Segunda Guerra Mundial. Lo preocupante es que, si les
dejáramos y si eso subiese la audiencia, quién sabe si no terminará
también sucediendo.
DdA, XV/3948
No hay comentarios:
Publicar un comentario