El odio se desató la tarde de ayer, 26 de agosto, en la ciudad oriental
alemana de Chemnitz. Cerca de un millar de personas según testigos, unos
800 según datos de la policía, se manifestaron por las calles de la
ciudad en parte de forma espontánea y desordenada, sin atender a las
indicaciones de la policía. Al parecer, según las noticias y las
descripciones en Twitter de testigos de los hechos, muchos de los
participantes de la marcha eran hooligans y neonazis y se dedicaron a
intimidar y a agredir a personas con aspecto de inmigrantes por las
calles mientras gritaban “Wir sind das Volk” (Nosotros somos el pueblo,
en alemán). El Salto, 27/08/18.
Siempre
que voy a Madrid, y lo hago con frecuencia, procuro alojarme en el
Hostal Persal en la plaza del Angel. Bajando algunas callejas de noche,
se encuentra el locutorio de luces amarillas. Este texto no es más que
una lectura poética de alguna conversación que escuché en él mientras
trasteaba por la redes. Estaba muy cerca de mi y él hablaba con su
gente allá lejos. A todos ellos pues:
Juan Ignacio González
LOCUTORIOS DE LUCES AMARILLAS
Entre Plaza del Ángel y Carretas,
sentado en el bordillo de algún parking
junto a las prostitutas de la esquina,
consigue recaudar unas monedas.
sentado en el bordillo de algún parking
junto a las prostitutas de la esquina,
consigue recaudar unas monedas.
Espera puntual la medianoche,
y recorre despacio Espoz y Mina,
el Callejón del Gato, las aceras
desnudas del invierno de Madrid,
y entra en el locutorio de luces amarillas.
«Qué tal mi amor, acá hace mucho frío,
pasará pronto esta mala racha,
cuida a mi angelitos, la pequeña
está muy linda con ese vestido.
Beso cada mañana sus retratos
y me acuerdo de vos, estas caricias
que guardo en la cajita de los sueños
esperan por tu piel, sé que algún día
podré depositarlas en tu cuerpo.
No tengo dirección, no mandes cartas,
la próxima semana tal vez pueda
enviaros algún giro.
Aún extraño la patria de tus manos,
el territorio tibio de tu boca»
Luego, al salir, después de santiguarse,
la noche lo recibe como a un náufrago,
tatuando por su tez cada derrota.
DdA, XIX/3937
y recorre despacio Espoz y Mina,
el Callejón del Gato, las aceras
desnudas del invierno de Madrid,
y entra en el locutorio de luces amarillas.
«Qué tal mi amor, acá hace mucho frío,
pasará pronto esta mala racha,
cuida a mi angelitos, la pequeña
está muy linda con ese vestido.
Beso cada mañana sus retratos
y me acuerdo de vos, estas caricias
que guardo en la cajita de los sueños
esperan por tu piel, sé que algún día
podré depositarlas en tu cuerpo.
No tengo dirección, no mandes cartas,
la próxima semana tal vez pueda
enviaros algún giro.
Aún extraño la patria de tus manos,
el territorio tibio de tu boca»
Luego, al salir, después de santiguarse,
la noche lo recibe como a un náufrago,
tatuando por su tez cada derrota.
DdA, XIX/3937
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