Compartimos las razones y el sentimiento que transmite este breve
artículo de nuestro siempre estimado y admirado Pedro Olalla a propósito de los
pavorosos incendios que un año más sufre Grecia, en esta ocasión en torno a su
capital, Atenas, con un número de fallecidos que ya ronda el centenar y escenas
tan horrorosas como la de ese grupo de niños que murió abrazado entre las llamas. "Grecia
sale hoy en las noticias -escribe Olalla-porque las llamas abrasando familias
de veraneantes atrapados son imágenes que no pueden ser ignoradas; pero en tres
días de luto nacional no cabe el dolor -ni el horror- de todos los que,
silenciosamente, han muerto y seguirán muriendo en Grecia mientras sus
políticos y sus acreedores siguen alimentando un incendio cada día mayor". Hubieran sido deseables, al menos, unas sinceras palabras de perdón por parte de las instituciones europeas. Las palabras huecas son una ofensa y una vergüenza.
Pedro Olalla
Ante lo que está sucediendo estos días, ante la visión del Ática
ardiendo y el hecho espeluznante de que hombres, mujeres y niños estén
muriendo ahora atrapados en las llamas, hay que detenerse un momento a
reflexionar, porque lo que sucede es tan grave y tan vergonzoso que hace
que cualquier otro tema parezca casi una frivolidad.
Ayer,
mientras las llamas de Grecia abrían los telediarios de Europa, el
discurso oficial del presidente Tsipras aludía a la unión en la
desgracia, al luto nacional y a la solidaridad ejemplar de los
"dirigentes extranjeros". Una vez más, palabras vacías, lágrimas de
cocodrilo. No hubo alusión alguna a las causas reales de la
desprotección, ni a las responsabilidades de quienes gestionan el
Estado, ni al desmantelamiento progresivo de todas las infraestructuras y
sistemas de asistencia a los ciudadanos. No hubo alusión alguna -ni
cabría esperarla- a los ingentes recortes en todos los sectores de la
organización social, que, en los últimos años de "rescates", han hecho
que la población de este país decrezca por desnutrición, desasistencia
médica, precariedad y suicidios, en cifras tales que permiten que las
políticas de austeridad puedan ser denunciadas sin ambages como crímenes
de lesa patria y lesa humanidad. Ni hubo alusión alguna, por supuesto, a
los nuevos protocolos y leyes que este mismo gobierno condolente está
firmando presionado por las "instituciones" europeas, y que obligarán,
en los próximos meses, a mayores recortes, a mayores impuestos y a mayor
precariedad y desamparo. Hubieran sido deseables unas sinceras palabras
de perdón ante estas víctimas presentes, ante las otras que no tuvieron
luto, ante la sociedad en su conjunto, acompañadas de un propósito
firme de hacer una política en otra dirección. Hubiera sido deseable un
lamento y un ruego de clemencia por haber necesitado la visión de esta
tragedia para cobrar conciencia de lo obvio y desistir de porfiar en la
debacle. Pero no ha sucedido. Sólo palabras huecas.
Este
incendio, por desgracia, es el mismo del año pasado, el mismo del año
2007 -que se cobró más de 150 vidas y devastó enormes extensiones-, y
también el mismo del año que viene, qué tal vez dejé a éste atrás en las
luctuosos cifras: porque, para cumplir con los objetivos de las
"instituciones", se seguirán recortando recursos para la limpieza y el
mantenimiento de los montes, para la dotación de los bomberos y los
cuerpos de protección civil, para la construcción de las
infraestructuras necesarias, para la protección ante los fuegos del
verano y las inundaciones del invierno; porque no se dictarán leyes
contundentes contra la recalificación de terrenos quemados ni se
investigará a fondo en la sospechosa causa de tantos incendios
simultáneos; porque no rodarán cabezas políticas ni habrá procesados por
la responsabilidad de esta tragedia. La culpa será, una vez más, del
viento y del fuego. Y de Dios el amparo.
Tal vez sea hora de
reflexionar sobre nuestro concepto y nuestras estrategias de
"seguridad", que hacen de oro a una industria armamentística reciclada
en servicios de protección "antiterrorista" y de "fronteras", mientras
nos dejan indefensos ante el fuego, o ante la enfermedad, o ante la
vejez, o ante la pérdida del puesto de trabajo.
Grecia sale hoy
en las noticias porque las llamas abrasando familias de veraneantes
atrapados son imágenes que no pueden ser ignoradas; pero en tres días de
luto nacional no cabe el dolor -ni el horror- de todos los que,
silenciosamente, han muerto y seguirán muriendo en Grecia mientras sus
políticos y sus acreedores siguen alimentando un incendio cada día mayor.
DdA, XIV/3910
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