Félix Población
Se podría pensar, después de la grabación en audio obtenida por
ProPublica en el que se escuchan los gritos y llantos de los niños separados de
sus padres en la frontera sur de los Estados Unidos, que al menos sigue
habiendo una parte de la humanidad que no está sorda y puede percibir el
sentimiento de orfandad repentina que sienten esas criaturas de muy pocos años. Su escucha ha indignado a buena parte de aquel país.
Hasta ahora, en la polémica sobre la inmigración, se habían
escuchado muchas voces, pero faltaba la de aquellos seres humanos más endebles
y, por lo tanto, más necesitados de ayuda en este conflicto que afecta a los
países pobres explotados por los poderosos del planeta, responsables máximos de
su degradación ecológica y social.
Desde el pasado mes de abril en que el presidente Trump puso
en marcha su política migratoria bajo el nada edificante eslogan de Tolerancia
cero, la cifra de niños separados de sus padres ronda los 2.300. Esto es, cada
día se repite por decenas una tortura, aplicada por ley contra los hijos de la
pobreza, pues lo legislado es que sus padres sean procesados por buscar un
porvenir que les quitaron más al sur. Más de un centenar de esos niños son
menores de cuatro años y cabe suponer, por elemental sentido de confianza en la
humanidad de los funcionarios de frontera, que algo del llanto de esas
criaturas se llevarán a casa cuando disfruten familiarmente de las suyas.
Esos funcionarios depositan a los hijos de la pobreza y la
desesperación en tiendas de campaña, jaulas y grandes almacenes, convertidos en centros
de detención de la Patrulla Fronteriza, mientras se procesa a sus progenitores.
Quizá no lleguemos nunca a ver el reportaje de Humanidad
cero que está mereciendo esa política migratoria por parte de amplios sectores
de la sociedad norteamericana, desde el conservadurismo religioso al activismo
pro derechos humanos. Hasta la que fuera primera dama, Laura Busch, ha
calificado de crueles e inmorales esas prácticas y comparó las imágenes de los
niños inmigrantes detenidos en perreras con las de los campos de
internamiento japoneses durante la Segunda Guerra Mundial [no dijo nazis].
A la Casa Blanca ha llegado un sujeto extremadamente peligroso,
que no sólo puede poner en riesgo de gran conflicto internacional la precaria estabilidad geopolítica en Oriente
Medio, sino que con métodos como el que está llevando a cabo en la frontera sur
de su país está mostrando al mundo la imagen más descarnada de su inhumanidad sin que sienta por ello vergüenza alguna.
En uno de sus tuits, el presidente Trump
le ha reprochado a la canciller Merkel su política migratoria con estas
palabras: “El pueblo alemán le está dando la espalda a sus gobernantes debido a
que la inmigración está sacudiendo la débil coalición de Berlín. La
criminalidad en Alemania está subiendo. Un gran error por parte de toda Europa
el aceptar a millones de personas que radical y violentamente han cambiado su
cultura."
Cabe preguntar, después de someterlos a la tortura de separarlos de sus padres, ¿qué vendrá después, con este individuo en la Casa Blanca, si la crueldad de ese método resulta insuficiente para evitar la llegada de más inmigrantes a la frontera con México? Porque si se trata de impedir que millones de personas cambien la cultura norteamericana radical y violentamente, igual no basta con esa ignominia y hay que ser más expeditivos.
DdA, XIV/3883
No hay comentarios:
Publicar un comentario