jueves, 14 de junio de 2018

POESÍA ENTRE OLIVOS: ORO Y VIDA

Como lector habitual de poesía a la intemperie y en íntima comunicación con la naturaleza, allá donde la encuentro predispuesta para el sosiego, la meditación y la escucha interior, celebro el evento que por segunda ocasión en la primavera tiene lugar entre olivos en Baños de Vilo, Periana, y del que da reconfortante cuenta hoy mi estimado Juanmaría en su semanal artículo en La Nueva Crónica. Hasta esa localidad malagaña cuenta el firmante que fue cansado de años grises y abrigado de esperanza, para volver enriquecido de amistad, belleza y saber, las claves de una vida que, como la del olivo en la tierra callada, es honda de arraigo y fértil de fruto. Levántate, olivo cano,/ dijeron al pie del viento./Y el olivo alzó una mano/ poderosa de cimiento.
 

Juanmaría G. Campal

Pocas veces me río solo y, menos aún, de alguien. Si alguna vez hago lo último es forzado y como mecanismo sustitutorio, por no regalarle el cabreo que me produzca su mezquindad. Pero hoy, ya ven, sí lo hago: me río solo y, lo que es mucho más saludable, de mí mismo. La causa es que, después de días de tribulación comprobando distancias y calculando tardanzas, preparando maleta, recopilando los más queridos renglones cortos conque acudir, responder a la incomprensible y generosa invitación –¿qué he hecho yo para merecer este regalo?– al II Encuentro Poesía entre Olivos, en Periana, Málaga, me encuentro hoy aquí, de nuevo ante el blanco y virtual folio, así como sintiendo la afectuosa colleja del maestro Sampedro y su enseñanza, de nuevo comprobada empíricamente estos días: el tiempo no es oro, el tiempo es vida.

Río alegre porque ya nada son las horas de conducción, nada las generosas lluvias de ida y de vuelta; nada la maleta ni el si leo estos o aquellos renglones cortos. Ya nada soy más que, nuevamente, un hombre enriquecido de vida por la sorprendente experiencia vivida en compañía de otros, la mayoría personas desconocidas y hoy ya atesoradas en lo mejor de mí. Porque mucha ha sido la enseñanza, vida recibida, de la dedicación y continua atención de las personas de la organización Reme, Carmen, Lola, Almudena y Antonio José; de las personas colaboradoras en cada una de sus actividades: la pasión y el cariño demostrado en cada instante. Mucha la enseñanza de su generosidad (Doña Julia, señora inglesa que lleva viviendo veinticinco años allí y nos abre su casa a tropecientos locos por las letras y palabras. ¿Cómo sería que hasta su burro se fue a buscar refugio a casa de un vecino o, mejor y más exacto, junto a una mula vecina?); mucha la enseñanza de la continua compañía de parte de la sabia colonia inglesa que allí habita (Martin Best deleitándonos con su laúd y sus canciones medievales españolas e inglesas); mucha la recibida de Antonio que tanto nos enseñó de los olivos de manera enamorada; mucha la de Manolo Millón con las notas de su guitarra abrigando nuestras palabras; mucha la de Francisco Lorenzo contagiándonos su amor por el oro líquido del aceite de oliva. Cuánto aprehendí de la tierra y sus paisajes, cuánto de sus hombres y mujeres, cuánto de sus olivos. ¿Cuánto me dio la vida en tan breve tiempo? ¡Cuánto!

Fui cansado de años grises y abrigado de esperanza, he vuelto enriquecido de poéticas palabras, de amistad, de belleza y de saber: de vida. 


DdA, XIV/3877

2 comentarios:

Juan Campal dijo...

Muchísimas gracias, Félix. Abrazo enorme y ¡salud, versos y párrafos!

Lazarillo dijo...

Más se deberían prodigar esos encuentros entre poesía y naturaleza.

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