Félix Población
La sesión de
ayer en el Congreso, así como la de hoy que dará por terminada la moción de
censura planteada por el Partido Socialista, tendrán como significación
histórica la de haber sido la primera en cuarenta años que ha tumbado a un
gobierno en España. M. Rajoy paga así la vergüenza no menos histórica de haber
estado al frente de un partido condenado por corrupción.
En lugar de
excusarse por ello, el presidente Rajoy ha apelado a España y al caos en que
podría derivar un gobierno presidido por Pedro Sánchez. Lo mismo ha hecho su
hasta ahora partido/muleta, convencido de que puede ser la alternativa que
sustituya al Partido Popular en las preferencias de la derecha española.
Tanto
Sánchez como Pablo iglesias tuvieron ayer frases muy duras contra el líder de
esa nueva derecha en flor. El primero, reconociendo que se equivocó con
Ciudadanos, al que tuvo por socio preferente hace dos años, impidiendo
cualquier entendimiento con Podemos. Iglesias fue más allá, pues consideró el
discurso de Albert Rivera como más propio de un fascista que de un demócrata,
calificando a su partido de cooperador necesario de la corrupción del PP y de
protagonizar una operación gatopardiana para heredar demoscópicamente a ese
partido.
Si hubiera
que elegir dos detalles que definen la catadura del líder de la nueva derecha y la del líder del Partido Popular ayer, elegiría la mezquindad de Rivera simulando
llorar cuando Iglesias le dirigió esas palabras, burlándose de las lágrimas que
el secretario general de Podemos no pudo
ocultar tras su intervención parlamentaria el día antes al recordar las torturas
practicadas por Billy el Niño y solicitar que se le retirara la mención
honorífica que denigra a la democracia española. ¿Alguien puede esperar algo
digno de un sujeto que se mofa públicamente así de un sentimiento tan
respetable?
La otra
vergüenza corresponde al presidente del gobierno, protagonista de la moción de
censura y ausente durante toda la tarde de ayer de la sesión, dando con ello
una de las más bochornosas actitudes de desprecio que puede caber e imaginar en
quien incluso nos tenía acostumbrados a otras a lo largo de sus seis años como jefe del ejecutivo.
Esos son, de
momento, los jefes de filas de la derecha española, a la que se le llena la
boca con la palabra España que sólo ellos dicen representar, pero que ayer han
jugado a lo mismo cuando de lo que se trataba era de aplicar un terapia drástica y regeneradora contra el factor de mayor inestabilidad que puede
amenazar a una democracia: el que provoca la corrupción política.
Hace casi un
año por estas fechas, Unidos Podemos se quedó solo con una moción de censura
que, de haber prosperado, quizá nos habría ahorrado algunos lamentables
episodios de los vividos en Cataluña y que nos han llevado a una situación tan complicada como la actual. El problema territorial de España no lo tienen en
Portugal, pero fue alentador que ayer, tanto Sánchez como Iglesias, recordaran la buena gestión del gobierno de izquierda del vecino país y lo hicieran más cercano a la expectativas de
muchos españoles.
DdA, XIV/3865
No hay comentarios:
Publicar un comentario