
Ana Pascual
Lo he leído por ahí: "Hoy en día todo se fabrica en China menos los cobardes, que son made in Israel." Acompañaba
el texto la instantánea de un militar israelí apuntando con un rifle a
un niño palestino de no más de ocho años que lloraba aterrorizado en el
suelo.
Todos hemos visto fotos desgarradoras, grabaciones que
son la evidencia gráfica de la matanza orquestada por el estado hebreo.
Semitas exterminando semitas a los que arrinconaron en una franja
inmunda sin medios básicos para la subsistencia, empujándolos hasta
enterrarlos en el mar, asesinándolos con armas sofisticadas frente a la
desesperada respuesta de sus piedras. Un gueto pestilente que evoca la
memoria de otros guetos en otra época no tan lejana, de otras víctimas
indefensas a manos de otro ejército que se creía con derecho a
exterminar a todos los hebreos.. ¿En qué momento la estrella de David
tomó forma de esvástica? ¿Cómo puede un pueblo que ha sufrido tanto
transformarse en verdugo y perder a tal extremo la empatía con otros
seres humanos?
Pero el gobierno de Netanyahuno no es el
único villano de esta historia. EEUU y Gran Bretaña han contribuido
desde hace décadas al expolio, éxodo y progresivo holocausto del pueblo
palestino. Entre todos la mataron y ella solica murió, que diría mi
abuelita.
Las indignantes imágenes que llegan de Oriente
Próximo los últimos días (con más de sesenta personas asesinadas y miles
heridas a manos del ejército israelí) son un brochazo de sangre más
que nos salpica de soslayo en un mundo donde no faltan los conflictos.
Conflictos y matanzas alentadas para lograr espurios intereses por
gentuza megalómana y de perfil psicopático, como el capullo de Trump,
que no ha escatimado esfuerzos para que los judíos puedan reproducir un
holocausto en Gaza, a su manera.
El mismo día que ya se
contabilizaban por decenas las víctimas palestinas, entre ellas muchos
niños, el imbécil antropomórfico de flequillo imposible felicitó a los
asesinos por su hazaña: "Gran día para Israel, enhorabuena"- tuiteó el imbécil más poderoso del planeta.
Debió
sentirse satisfecho cuando pudo ver el cadáver de la pequeña Laila, de
apenas dieciocho meses, gaseada, ajusticiada por ser el germen del
enemigo del estado de Israel. Niños que deben ser extirpados de la vida,
según la filosofía israelí, antes de que puedan llegar a adultos y ser
potenciales terroristas. ¿Terrorismo?
La portavoz del estado
israelí defendió los ataques contra los manifestantes desarmados.
Manifestantes cercados por el hambre, por la sed, el desempleo, un
bloqueo agónico que les impide vivir con un mínimo de dignidad, cercados
por el acoso constante de las tropas judías. La buena mujer dice que,
como no pueden meterlos a todos en la cárcel, no les queda más opción
que dispararles. Es de un cinismo supino. Mucho más, si tenemos en
cuenta que la franja de Gaza se está convirtiendo en una fosa común para
el pueblo palestino diseñada ad hoc por ellos. Un cementerio al aire
libre que día a día van rellenando de cadáveres ante la pasividad del
mundo entero.
Pero como he dicho ya, la cobardía no es
patrimonio de Israel. La comunidad internacional hace los coros, como en
Eurovisión, y un alboroto de gallinas cacarea para que no se oigan los
gritos desesperados de los palestinos. Para que no aflore la conciencia.
Cobardes
todos. Cómplices todos de otra cruel atrocidad que quizás juzgará la
historia. O tal vez no. Porque ya se sabe que la historia siempre la
escriben los vencedores. ¿Se recordará el crimen de Laila y tantos
cientos de criaturas inocentes como un acto de legítima defensa?
Hay días en que una siente tanto asco que se apearía en marcha de este mundo cobarde y descarnado.
DdA, XIV/3851
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