Encontré el ticket del concierto hace unos días en unos de esos libros que un día dejamos de leer y pasado el tiempo volvemos a ellos por cualquier razón que los hace otra vez necesarios. Es del Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid y lleva por fecha 25 de enero de 2008. Pertenece a un concierto de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, que ese día entusiasmó al público asistente. Dirigió la orquesta Gustavo Dudamel y siempre guardaré memoria del clima de fervor musical que se respiró en el auditorio de la ciudad castellana. Fue en esa ocasión cuando tuve oportunidad de saludar a José Antonio Abreu, creador y alma del Sistema Naciona de Orquestas y Coros de Venezuela desde hace cuarenta años, que con su celo hizo posible que sucesivas generaciones de niños y adolescentes fueran rescatados de la pobreza y de los riesgos de delincuencia que esa marginación comporta gracias a la música. Todo un canto de vida y esperanza, le dije entonces al maestro. Republico el artículo que entonces escribí con motivo de la muerte ayer de José Antonio Abreu:
Félix Población
El pasado viernes me desplacé a Valladolid con un grupo de jóvenes alumnos de la Escuela de Música Sírinx de Salamanca, alertada por la importancia del concierto que se iba a celebrar en el nuevo y magnífico Auditorio Miguel Delibes. La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar no sólo es reconocida ya internacionalmente por su alto nivel interpretativo, sino que representa la culminación a través de la música de una ejemplar tarea de emancipación social y cultural en Venezuela.
Por eso, en cuanto escuché La consagración de la primavera, aproveché el intermedio -sumamente impresionado por el vigor y rigor que la obra obtuvo en la ejecución de los jóvenes músicos- para saludar a don José Antonio Abreu, alma mater de ese extraordinario trabajo en el que el compositor venezolano lleva empeñada casi media vida. La entidad de esa tarea, así como la vinculación alegórica que a la misma prestaba la reciente y conmovida escucha de la enérgica composición de Stravinski, me llevó a estrechar la mano de Abreu con el título del celebrado libro del poeta nicaragüense Rubén Darío: Todo un canto de vida y esperanza, maestro.
Hace algo más de treinta años que don José Antonio Abreu se propuso como meta vencer el círculo vicioso de la pobreza. El Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela representa hoy en día una red de casi 250 centros en todo el país, donde 350.000 niños y jóvenes, en su mayoría pertenecientes a los estratos más indigentes de la sociedad, aprenden a tocar un instrumento y hacen música en cerca de 600 orquestas. El niño que no tiene nada, que es anónimo y pobre, dice Abreu, cuando se encuentra con el instrumento, encuentra la vida. Es así como un violín, una flauta o un violoncelo se transforman en sus manos en un arma contra la marginación social. Toda la energía vital que esos adolescentes desheredados abortarían engolfados en la maraña aniquiladora de la delincuencia, se encauza y alcanza altos niveles de capacidad y superación creativa en los conjuntos orquestales.
El mejor y más maduro testimonio de ese proceso formativo cuajado de estímulos y logros es la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolivar. Si cada músico es consciente del valor emancipador que el instrumento cobra en sus brazos, así como en el abrazo conjunto de la orquesta, Gustavo Dudamel, el jovencísimo y ya reputado director (26 años), potencia con la batuta lo que sin duda es definitorio como sello de indentidad de la música que transmiten.
No estamos sólo ante una orquesta sinfónica a la que se escucha con delectación, dotada con recursos sobrados para conmover estéticamente al más exigente melómano. Hay algo más y ese algo es el que reflejaba la expresión jubilosa en los rostros de los espectadores a la salida del concierto y la animosa combustión de alegría de los jóvenes alumnos de la escuela salmantina que me acompañaban.
Yo lo llamaría energía, pero el compositor Abreu, que está en las fuentes de ese pujante y feraz río musical que acaso pronto riegue otros países de Iberoamérica contra el círculo vicioso de la pobreza, lo califica de corriente cósmica. Les puedo asegurar que en muchos momentos de la brillantísima interpretación de las dos obras que integraban el programa de la Orquesta Sinfónica Simón Bolivar, La consagración de la primavera de Igor Stravinsky y la Sinfonía nº5 de Tchaikovsky, ese sentimiento era el que mejor concordaba con mis impresiones.
Los músicos que me lo transmitieron proceden en su mayoría de la pobreza, esa sima en la que según Abreu el ser humano queda reducido a cero como un condenado a cadena perpetua. Que su vocación y profesionalidad, gestadas desde la profunda conciencia de ese origen, potencien como corriente cósmica liberadora la música es, en efecto, todo un canto de vida y esperanza (véase vídeo Tocar y luchar) del que el pasado viernes salimos armoniosa y solidariamente empapados.
El pasado viernes me desplacé a Valladolid con un grupo de jóvenes alumnos de la Escuela de Música Sírinx de Salamanca, alertada por la importancia del concierto que se iba a celebrar en el nuevo y magnífico Auditorio Miguel Delibes. La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar no sólo es reconocida ya internacionalmente por su alto nivel interpretativo, sino que representa la culminación a través de la música de una ejemplar tarea de emancipación social y cultural en Venezuela.
Por eso, en cuanto escuché La consagración de la primavera, aproveché el intermedio -sumamente impresionado por el vigor y rigor que la obra obtuvo en la ejecución de los jóvenes músicos- para saludar a don José Antonio Abreu, alma mater de ese extraordinario trabajo en el que el compositor venezolano lleva empeñada casi media vida. La entidad de esa tarea, así como la vinculación alegórica que a la misma prestaba la reciente y conmovida escucha de la enérgica composición de Stravinski, me llevó a estrechar la mano de Abreu con el título del celebrado libro del poeta nicaragüense Rubén Darío: Todo un canto de vida y esperanza, maestro.
Hace algo más de treinta años que don José Antonio Abreu se propuso como meta vencer el círculo vicioso de la pobreza. El Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela representa hoy en día una red de casi 250 centros en todo el país, donde 350.000 niños y jóvenes, en su mayoría pertenecientes a los estratos más indigentes de la sociedad, aprenden a tocar un instrumento y hacen música en cerca de 600 orquestas. El niño que no tiene nada, que es anónimo y pobre, dice Abreu, cuando se encuentra con el instrumento, encuentra la vida. Es así como un violín, una flauta o un violoncelo se transforman en sus manos en un arma contra la marginación social. Toda la energía vital que esos adolescentes desheredados abortarían engolfados en la maraña aniquiladora de la delincuencia, se encauza y alcanza altos niveles de capacidad y superación creativa en los conjuntos orquestales.
El mejor y más maduro testimonio de ese proceso formativo cuajado de estímulos y logros es la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolivar. Si cada músico es consciente del valor emancipador que el instrumento cobra en sus brazos, así como en el abrazo conjunto de la orquesta, Gustavo Dudamel, el jovencísimo y ya reputado director (26 años), potencia con la batuta lo que sin duda es definitorio como sello de indentidad de la música que transmiten.
No estamos sólo ante una orquesta sinfónica a la que se escucha con delectación, dotada con recursos sobrados para conmover estéticamente al más exigente melómano. Hay algo más y ese algo es el que reflejaba la expresión jubilosa en los rostros de los espectadores a la salida del concierto y la animosa combustión de alegría de los jóvenes alumnos de la escuela salmantina que me acompañaban.
Yo lo llamaría energía, pero el compositor Abreu, que está en las fuentes de ese pujante y feraz río musical que acaso pronto riegue otros países de Iberoamérica contra el círculo vicioso de la pobreza, lo califica de corriente cósmica. Les puedo asegurar que en muchos momentos de la brillantísima interpretación de las dos obras que integraban el programa de la Orquesta Sinfónica Simón Bolivar, La consagración de la primavera de Igor Stravinsky y la Sinfonía nº5 de Tchaikovsky, ese sentimiento era el que mejor concordaba con mis impresiones.
Los músicos que me lo transmitieron proceden en su mayoría de la pobreza, esa sima en la que según Abreu el ser humano queda reducido a cero como un condenado a cadena perpetua. Que su vocación y profesionalidad, gestadas desde la profunda conciencia de ese origen, potencien como corriente cósmica liberadora la música es, en efecto, todo un canto de vida y esperanza (véase vídeo Tocar y luchar) del que el pasado viernes salimos armoniosa y solidariamente empapados.
El presidente de la República, Nicolás Maduro,
decretó tres días de duelo nacional por el fallecimiento del maestro
José Antonio Abreu, fundador del Sistema Nacional de Orquestas y Coros
Juveniles e Infantiles de Venezuela, este sábado a los 79 años.
"Un gran hombre partió físicamente. Pero él ya trascendió, su obra está
en los barrios de Venezuela. Hemos decretado 3 días de duelo nacional
por el fallecimiento del gran maestro Abreu", escribió el jefe de Estado
en la red social Twitter.
El destacado músico nació en Valera, estado Trujillo, el 7 de mayo de
1939. Inició sus estudios de música a los nueve años con la pianista
Doralisa de Medina, en la ciudad de Barquisimeto, estado Lara.
Fue discípulo de importantes músicos venezolanos, como Vicente Emilio
Sojo, con quien estudió composición; Moisés Moleiro, que fue su profesor
de piano, y Evencio Castellanos, quien le dio clases de órgano y
clavecín.
Más temprano el Jefe del Estado venezolano resaltó el legado cultural,
moral y ético que dejó el maestro José Antonio Abreu, quien creó el
Sistema de Orquestas que sirve de escuela para más de 900 mil niños y
jóvenes en todo el país.
"Un hombre como el maestro Abreu ha dejado una huella tan profunda en el
país, en la historia. El maestro Abreu hizo historia de la bonita, de
la grande, transmitiendo valores, construyendo una gran obra en la
juventud, en los niños, en la familia venezolana", expresó el jefe de
Estado desde la Casa Amarilla, en Caracas.
"El maestro Abreu deja un gran legado moral, ético, cultural, expresado
en el sistema de orquesta. Al Sistema de Orquesta Simón Bolívar le
traslado mi sentimiento de condolencia. A la familia del maestro Abreu
mi acompañamiento", agregó el Mandatario Nacional en declaraciones
transmitidas por Venezolana de Televisión.
Hasta la fecha, el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e
Infantiles cuenta con 948.725 integrantes en todo el país que reciben
formación en 44 núcleos. Del total de integrantes, 59% son mujeres. Y
esta orquesta tiene presencia, además, en centros penitenciarios donde
se han sumado más de 1.700 personas.
Al respecto, Maduro señaló que "todo lo que hagamos ahora, de aquí en adelante, para fortalecer su legado".
De igual forma, el presidente Maduro expresó, en la red social Twitter,
sus condolencias por la partida física del fundador del Sistema de
Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela. "El pueblo venezolano que tanto amaste hoy te llora maestro José Antonio
Abreu. Nos consuela saber que tu legado seguirá vivo por siempre en las
manos y voces de los niños y jóvenes de las Orquestas infantiles y
juveniles. En vida viste tu sueño hecho realidad", escribió el
mandatario venezolana en la red social, acompañado de una imagen en la
que se refleja el encuentro entre el Presidente y el destacado músico.
DdA, XIV/3802
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