Al
presentar EL PRIMER ASESINATO DE FRANCO ante la prensa y en diversos
lugares una de las preguntas que se nos han hecho se refiere a las
razones que Franco pudo haber tenido para matar, por persona interpuesta
evidentemente, a su compañero de armas. He solido responder que si los
designios del Señor son inescrutables, los de Franco también lo eran con
gran frecuencia. No fue un hombre dado al autoanálisis. Que sepamos no
dejó memorias (salvo unos apuntes que hay que descriptar y su famoso Diario de una bandera, demasiado tempranero). Sí fue autor del guion de una película, Raza, que retrata indirectamente cómo se veía a sí mismo y a su familia. Nosotros
no hemos intentado abordar la vertiente sicológica de Franco. Hay
varios libros, y buenos, sobre ella. Tampoco hemos deseado escribir en
términos biográficos. Siguen siendo válidas dos obras de Paul Preston al
respecto. Lo que hemos intentado es inferir pautas para comprenderlo
mejor a partir de su comportamiento.
Ángel Viñas
Ahora
bien, nada de lo que antecede significa que no hayamos desarrollado una
interpretación de sus motivos para desear el asesinato de Balmes. Hemos
especulado solo cuando ha sido absolutamente necesario para apoyar
nuestra argumentación. La hemos llevado a cabo en base a evidencias
documentales, incluso con el riesgo de empujar nuestro empirismo
demasiado lejos. Nuestras inferencias siempre han tendido a ser
limitadas. Este blog ofrece un margen mayor. Lo aprovecho para plantear
dos tesis.
A la primera aludió un tanto crípticamente el embajador y exalférez
provisional José Antonio Vaca de Osma al afirmar que Franco no podía
dejar el archipiélago en manos republicanas. No ofreció un argumento
demasiado convincente. Dijimos de tan eminente diplomático que su
interpretación de la figura de Franco era una de las más notables que
hemos leído (aunque añadimos que nos parecía desequilibrada y sin
fuentes). Tan distinguido “francólogo” (que dejó chiquitos a Ricardo de
la Cierva, Suárez, Payne e incontables autores menores) parece haberse
basado en la suposición de que Franco no era el hombre que quisiera
dejar tras de sí una situación irresuelta. Es decir que, muerto en
accidente su supuesto compañero de sublevación, no podia abandonar
Canarias sin que el archipiélago quedase asegurado para el GMN.
Pero Franco pudo salir de Los Rodeos con su familia sin preocuparse
de lo que pasara en Las Palmas. No lo consideró tan pronto decidió que
Balmes debía morir. Esta es la tesis desarrollada en el libro. Con todo,
el motivo subyacente pudo abarcar otras facetas. A Balmes los
conspiradores hubiesen podido pegarle cuatro tiros, detenerlo o hacerle
un consejo de guerra. El triunfo en Gran Canarias no estaba
necesariamente predeterminado a favor a los leales a la legalidad.
Nosotros hemos subrayado el hecho de que su esposa e hija tenían que
salir de Las Palmas el 18 de julio precisamente, porque no había otra
posibilidad para dejar el archipiélago y partir rumbo a Europa. ¿Y qué
hubiera pasado con ellas, con el tiempo tan medido, si la sublevación de
la guarnición encontraba problemas? El primo hermano, factótum y
ayudante de Franco, el ulterior teniente general Francisco Franco
Salgado-Araujo, cuenta en sus no siempre fiables memorias que
previamente, el 13 de julio por la tarde, había sacado los billetes en
el trasatlántico alemán que debía llevarlas a Francia. Y hemos
demostrado hasta la saciedad que esto lo hizo cuando el Dragon Rapide estaba en Casablanca y le faltaban 24 horas para aterrizar subrepticiamente en Gando.
A esta necesidad familiar imperiosa podría haberse unido también una
necesidad “profesional”. La combinación de ambas no dejó a Franco,
trazado su plan, margen de maniobra. Sobre esta segunda necesidad no
hemos especulado, pero muy bien pudo existir. Para dar algún soporte a
la misma he de recordar que no se sabe mucho con qué esperanzas Franco
se sublevó en Canarias. Ciertamente, las que entonces tendría era
encabezar la sublevación del Protectorado y ponerse al frente del
Ejército de África.
Ahora bien, imaginemos un posible temor: él se iba Tetuán; en
Marruecos todo se desarrollaría bien pero, con Balmes en Gran Canaria,
la sublevación en la isla no tenía éxito o topaba con dificultades. En
tal hipotético caso Franco habría sido un general que hubiese dejado un
enemigo a sus espaldas, un enemigo que eventualmente hubiera podido
dañar a su imagen. Sus oponentes (Goded lo era, Queipo quizá, Cabanellas
era republicano) podrían aducir que, en definitiva, Franco habría
salido corriendo.
Esta posibilidad tenía que ser insoportable para él. Sobre todo por
un motivo muy preciso. Hemos recurrido al testimonio de Pedro Sainz
Rodríguez quien afirmó en sus igualmente no siempre fiables memorias que
durante el período de preparación de la sublevación, Sanjurjo había
hecho sondear a los generales comprometidos acerca de las apetencias que
albergasen para después del triunfo. Franco había manifestado su deseo
de ser nombrado Alto Comisario de España en Marruecos.
Esto es algo que me parece absolutamente lógico y explicable por tres
motivos: su pasado africano, porque el puesto era uno de los más
deseados del Ejército español y, no en último término, porque también
era el mejor pagado. Conociendo lo que Franco hizo a las pocas semanas
de que se le nombrara Jefe del Estado, soy de quienes atribuyen a la
“pela” un papel nada desdeñable para explicar su comportamiento. No
todos los generales sublevados se hicieron millonarios en la guerra
utilizando los procedimientos a que acudió Franco, aunque obviamente
hubo entre varios de ellos ciertas similitudes.
Es decir, en su vuelo a Tetuán Franco podría haber estado
relamiéndose con las brillantes perspectivas que se le abrían, porque
nos parece imposible que desarrollara los argumentos que el superpelota
de Bolín adujo en sus hiperfalaces memorias. Sin embargo, para un futuro
Alto Comisario de España en Marruecos la posibilidad de que, tras su
marcha, la situación en Canarias se degradase tenía que ser
profundamente desagradable. Era mejor dejar todo “atado y bien atado”.
Balmes debía morir.
A no ser que también especulemos sobre otra posibilidad. Franco había
concebido su plan y no dudamos de que había pensado en él
detenidamente. Una vez decidido a pasar a la acción, ¿por qué había de
cambiarlo? No olvidemos que fue el 11 de julio cuando el señor marqués
de Luca de Tena comunicó a Bolín, en Burdeos, a bordo del Dragon Rapide
que el destino debía ser no Casablanca sino Las Palmas. Ni tampoco que
Orgaz había hablado con Franco la víspera en Santa Cruz de Tenerife. No
hay que ser demasiado listos para pensar que tal vez al señor marqués se
le advirtió por teléfono de lo que se deseaba en el archipiélago.
Y como tres pares de ojos ven más que uno o incluso dos, no nos
sorprende que, en tales circunstancias, Orgaz quisiera evitar cualquier
contratiempo contactando con el representante de Lufthansa. ¿Por qué?
Porque tanto Franco como él debían de saber que el cambio de destino del
aparato implicaba la posibilidad de que pudieran plantearse problemas
en la escala en Cabo Juby, ya que no llevaba la autorización preceptiva
para aterrizar en ella.
Lo que antecede no significa que los conspiradores (con Orgaz in situ
vigilando la operación) no tuvieran que improvisar. No sabemos si se
habrían puesto o no, como cualquier planificador militar o diplomático
suele hacer, en el escenario del peor caso posible. Es decir, que la
persona elegida para llevar a cabo el asesinato pudiera fallar. Balmes
no falleció en el acto y, en consecuencia, hubo que improvisar. Que El Diario de Las Palmas
publicase la noticia en la misma tarde anunciando que la bala había
entrado por el hipocondrio izquierdo (por debajo de la axila) hubo de
despertar todas las alarmas. Menos mal que los médicos militares
estarían al quite y reaccionaron rápidamente.
Los amables lectores habrán comprobado que en ningún momento hemos
enfatizado la supuesta conexión entre el asesinato de Calvo Sotelo y el
de Balmes. El primero no llevó al segundo y ni siquiera al estallido de
la sublevación militar, ya en semi-final, y tampoco se preveía. El de
Balmes, sí. Demostrar documentalmente ese supuesto vínculo se lo dejamos
a los autores pro-franquistas que quizá no tarden en hacer valer ante
el tribunal de la historia su buen hacer y su manejo de fuentes en
condiciones de libertad de expresión y de prensa, y no como las que se
dieron en aquellas, de extraordinaria placidez, por las que tanto
suspiran.
Próximo y último post: “Despidiéndome del “caso Balmes” con un interrogante”.
DdA, XIV/3798
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