jueves, 8 de febrero de 2018

CORRUPCIÓN, BURRICIE Y COBARDÍA

Ana Cuevas

Personajes como Correa o "El Bigotes", esos respetables empresarios que ahora se sienten abandonados por los políticos con los que urdieron sus porquerías para robarnos a todos los españoles, están poniendo negro sobre blanco un asunto que, por otro lado, no ha sido una sorpresa. Estos pájaros no cantan por despecho o por una repentina exaltación patriótica previo acto contrictivo, ¡qué va!. Está claro que intentan salir lo menos chamuscados de la quema y por eso nos relatan como funcionan las cloacas de las adjudicaciones de obras y contratas públicas que trabajan para las administraciones. Muy pedagógico. En estos bussiness todos ganan, menos los contribuyentes. Y a no ser que te salpique un escándalo por exceso de codicia, las trampillas en los concursos públicos no salen a la luz y dan mucho juego para todo tipo de corruptelas.
La cuestión es que estos dos no son una anomalía del sistema. El procedimiento que relatan parece ser la norma más que la excepción. Las mismas empresas y empresarios consiguen una y otra vez adjudicaciones gracias a la connivencia , cobardía o absoluta burrez de la administración de turno. Muchas veces, contra toda lógica económica y siendo conscientes de que se produce un deterioro de los servicios contratados se sigue apostando por privatizar sectores esenciales para la ciudadanía como las limpiezas sanitarias o el mantenimiento de parques y jardines.
Si hacemos un recorrido geográfico enseguida reconoceremos que son siempre los mismos nombres, las mismas corporaciones, las que acaban quedándose con la tajada más gorda del pastel de la oferta pública. Y eso pese a que la mayoría acarrean una mochila de incumplimientos y conflictividad laboral que, en rarísimas ocasiones, provoca la rescisión por parte de los responsables de su control. Con dinero de todos se consiente que los servicios empeoren. Se recortan presupuestos que las empresas tratan de amortizar explotando a los trabajadores subcontratados: reduciendo salarios, plantillas y destrozando los derechos laborales adquiridos a lo largo de muchas décadas.
Si un servidor público, digamos el Consejero de Sanidad, mantiene un método de privatización que no supone un ahorro para la ciudadanía (ya que la gestión directa, sin intermediarios, evitaría pagar un alto porcentaje en IVA y el inefable beneficio empresarial), que además deteriora notablemente la calidad de las prestaciones y que pulveriza los derechos de los trabajadores. Si es consciente de todo ello y aún así no estudia la posibilidad de revertir el proceso... ¿Cuál puede ser el motivo?
Como ya he dicho antes, solo se me ocurren tres. El primero, y al parecer más extendido, es el que narra Correa estos días. La normalización del trapicheo. El quid pro quo del que las dos partes salen beneficiadas. A los demás, usuarios y empleados, nos toca poner la pasta y las costillas. Y cuando hay un conflicto laboral, en vez de defender los intereses de sus conciudadanos y evitar la destrucción de los derechos laborales de las plantillas, nos piden a los trabajadores que doblemos la cerviz y seamos razonables con nuestros latigueros. ¿A quiénes sirven estos servidores públicos? A la mayoría de aragonesas y aragoneses no, eso es evidente. ¿Acaso no tienen claro para quién trabajan? ¿Olvidan quién les paga? ¿O es que sirven a un mejor patrón?
La burricie y la cobardía son los otros dos. Pueden darse por separado pero, normalmente, aparecen asociadas en algunos cargos políticos. En estos casos, no es la corrupción la que motiva la mala gestión y la desidia. Simplemente es la ineptitud. La carencia del corazón y cerebro necesarios para cambiar un sistema podrido. La falta de redaños.
Quiero pensar que es esto último, y no el podrido dinero, lo que facilita que las limpiadoras de los centros sanitarios aragoneses, andaluces o madrileños caigamos en la precariedad sin que ningún cargo institucional ponga freno a la codicia de las empresas. Sin que se estudie en profundidad la viabilidad de garantizar un servicio básico prescindiendo de las contratas. Aceptando propuestas económicas temerarias. Recortando en lo esencial porque lo consideran más débil. Menos problemático
Aún así me entristece mucho pensar que estamos en manos de corruptos o de tontos inútiles ( útiles acaso para unos pocos). O lo que es peor, que nuestro destino lo diseñan pusilánimes sin alma a los que nosotros, los que les votamos, les importamos un carajo.
Es la marca España: corrupción e inmovilismo. El binomio perfecto para que los canallas campen a sus anchas y medren los más mediocres. ¿Acaso nos extraña?
 
DdA, XIV/3763

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