Rubén Norniella
Querido abuelo:
Como te prometí, continuo en la lucha para conseguir verdad, justicia
y reparación para todas las víctimas del franquismo. No es fácil: os
quieren continuar condenando al silencio, al ostracismo, a lo meramente
personal y familiar. Quieren que se olvide las razones de vuestra
lucha. Quieren que continúes siendo el “innombrable”, como bien decía en
mi prólogo del libro sobre la represión franquista en Parres y Cangas
de Onís.
Hay una campaña para que se abran las fosas que proliferan por todas
las cunetas y barrancos de España, abuelo. ¡Que vergüenza: somos el
único país europeo que sigue teniendo fosas comunes en el olvido!. El
problema, abuelo, es que pretenden que lo hagan entidades privadas,
asociaciones, quienes lo realicen y quieren que se haga sin que el
estado asuma su responsabilidad.
Los crímenes del franquismo, al contrario que el de otras países de
nuestro entorno, nunca se han investigado. En un principio no se hizo
por motivos obvios, pero con la transición y la ley de amnistía se
volvió a perder una nueva oportunidad de juzgar a los verdugos y reparar
a las víctimas. Pero ¿por qué no se hace hoy?
Abuelo, yo siempre he tenido claro que prefiero que tus restos
descansen en el mismo lugar en el que fuiste asesinado. Allí, en
Sobrepiedra. Desde luego, estaría muy a favor de que un Juez viniera y
exhumase vuestros cuerpos, le hiciera las
pruebas forenses pertinentes -incluido el ADN-, se investigase y
condenase, si vivieran, a los asesinos y sus inductores, y después, ya
identificados los cuerpos, se os enterrase en el mismo lugar, en unas
condiciones dignas. Eso me parece bastante mejor que llevarse los huesos
a un nicho familiar y “esconderlos” allí para siempre. Vuestras tumbas
deben ser un grito, una denuncia, el recuerdo de lo que jamás debemos
permitir que vuelva a ocurrir.
Es muy legítimo que otras familias quieran recuperar los restos de
sus deudos y enterrarlos junto al resto de su familia, no pretende
imponerle a nadie mi forma de entender la memoria, no obstante esto,
abuelo, genera varios problemas:
– En primer lugar: “Excavar es destruir”, si se
trata de una fosa común y como sociedad queremos denunciar los crímenes
cometidos por el franquismo, al excavarla estamos acabando con la
posibilidad de denunciar los crímenes allí enterrados.
La legislación forense en vigor, abuelo, dispone que cuando aparezca
un cadáver nadie debe tocarlo hasta que llegue un forense judicial. Algo
que no suele hacerse en las excavaciones de las fosas de la represión
franquista, que en el mejor de los casos, serán excavadas como si de
una tumba medieval se trataran. Pero los delitos contra la humanidad, abuelo, no prescriben
y los asesinatos ahí cometidos nunca se han investigado, por lo tanto
no procede desenterrar los restos como un yacimiento arqueológico, sino
como una fosa donde se ha cometido un delito de lesa humanidad.
– Una vez que los restos han sido desenterrados ilegalmente, ya no
hay vuelta atrás. La fosa ya ha sido destruida para siempre. El día de
mañana podrán decir que el franquismo nunca ordenó enterrar personas en
las cunetas, porque dichas fosas ya no existirán. Esta posibilidad probatoria se elimina cuando lo que se realiza es un desenterramiento ilegal. ¿Vas entendiendo por dónde van los tiros?
– Cuando hablamos de fosas, abuelo, estamos hablando de crímenes, en
concreto de los más graves crímenes que un estado puede cometer en
cualquier sociedad o país, es decir, de crímenes de guerra, contra la
paz y de lesa humanidad. La exhumación e identificación de
víctimas, siguiendo lo dispuesto por el Auto del Tribunal Supremo de 28
de marzo de 2012, corresponde a los Juzgados de instrucción de los
lugares donde ocurrieron presuntamente los hechos.
Parece entonces obvio, abuelo, que las exhumaciones deben realizarse
siguiendo procedimientos acordes con el derecho internacional de
derechos humanos, es decir, han de realizarse en el marco de un procedimiento judicial válido,
con todas las garantías. La administración local, central o autonómica,
las asociaciones, etc podrán auxiliar a la administración judicial,
pero jamás suplantarla (en un estado de derecho).
Es legítimo, abuelo, que las familias de las víctimas queramos
conocer los hechos, saber qué ocurrió con nuestro deudo e intentar
paliar el daño ocasionado por tener sus restos inhumados en un lugar
desconocido por la familia, pasándose más de 70 años sin un lugar al que
ir cuando queremos recordar a nuestro familiar. También es legítimo que
las familias podamos conocer las circunstancias que rodearon los
últimos años de vida de nuestro familiar y las circunstancias de su
muerte. Por estos motivos sería lógico exigir que un estado de derecho que ponga al servicio de los familiares los medios necesarios para poder acceder a esa información
Cuando se hace una exhumación por entidades privadas se está acabando
con la posibilidad de investigar los crímenes contra la humanidad y el franquismo estará ganando una nueva batalla.
No sólo asesinó al familiar cuyos restos buscamos, sino que al
desenterrarlo al margen de la justicia, el nacional-catolicismo,
abuelo, vuelve a ganar sobre la memoria del difunto, cuyo crimen
quedará por siempre impune.
Entonces, ¿por qué las víctimas del franquismo habéis de tener un
tratamiento, distinto a cualquier otra persona? ¿Por qué se os niega
vuestro derecho a que los crímenes de los que sois víctimas sean
investigados judicialmente, y en su caso, sus victimarios sean
enjuiciados y condenados por los crímenes cometidos?.
Las exhumaciones de fosas del franquismo, abuelo, han sido
ampliamente difundidas por los medios y han contado además con la mayor
parte de la financiación que, desde Moncloa, se distribuyó para estos
fines “memorialísticos”. De esta forma los desenterramientos ilegales se
han convertido en el eje central que ha permitido la ocultación de la
cuestión de fondo, esto es, el reconocimiento jurídico de las víctimas. Cuando
el actual sistema que nos gobierna, impulsa las exhumaciones privadas,
su único objetivo es seguir manteniendo el actual sistema de impunidad,
negando para siempre el derecho de las víctimas a la verdad, a la
justicia y a la reparación.
Para acabar con la impunidad únicamente hay una vía: una ley emanada
del Parlamento español, que condene jurídicamente ilegales el régimen
franquista, sus leyes represivas y sus tribunales, y que declare nulas
de pleno derecho sus sentencias.
Lo demás, abuelo, es seguir en su empeño de manteneros en vuestra condición de “innombrables”. Quieren negaros los principios de “verdad, justicia y reparación”.
Prefieren que se os esconda, avergonzados, como ya se hacía durante el
franquismo, donde el silencio y la vergüenza eran la única posibilidad
de supervivencia: hacer gala de familiar de una víctima podía pagarse
muy caro y el silencio era una forma de proteger a los niños de aquellos
tiempos de más represalias.
Se que hay mucha gente, abuelo, que reivindica de buena fe las
exhumaciones de las fosas, sin ser conscientes de lo que ello significa.
Pero también se que muchos otros lo hacen desde el interés en cerrar un
“capítulo incomodo” para la biografía familiar y para el “pedigree” de
demócrata que ahora tantos se arrogan. Tan fino, abuelo, que una leve
brisa lo hace desaparecer.
No quiero pensar -o prefiero no pensarlo- que algunos puedan hacerlo
por el mero interés crematístico, por más que la caza de subvenciones
sea uno de los deportes en boga en esta nueva España que se erigió sobre
el olvido de vuestros huesos y vuestra memoria. Espero no
equivocarme.
Lo que si te prometo, abuelo, es que yo continuaré reivindicando porque obtengas verdad, justicia y reparación. Continuaré velando porque se conozca que fuiste asesinado por tus ideales y que unos fascistas se levantaron contra el Régimen Democrático Republicano que tú defendías y por unos valores de solidaridad para toda la humanidad y de justicia social. Que dichos golpistas, los “matones” de los privilegiados, se dispusieron no sólo a acabar con el, sino que quisieron acabar con dichos ideales, asesinando a todos aquellos que los defendían.
Lamentablemente, abuelo, lo que creíamos a la llegada de una nueva democracia para nuestro país, sólo fue un engaño para perpetuar en el poder a quienes instigaron a vuestros asesinos. Por eso os siguen condenando a la “innombrabilidad”. No lo permitiré, abuelo. No cejaré en la lucha. Para ello, tendrían que meterme a mi también en otra fosa común.
Voy a hacer que hasta el viento les susurre tu nombre a tus asesinos. Quizá no a los ejecutores, que ya están muertos, pero si a sus instigadores. Te lo juro. Una vez más.
Arriondas 7 de marzo de 2017
DdA, XIV/3771
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