La etimología del término piropo nos trae esta palabra directamente del latín, donde ‘pyrōpus’
era el modo en el que se le comenzó a llamar a una piedra preciosa de
color rojo, similar al rubí. Éstos habían cogido prestada la palabra (pyropos) de los griegos y que se utilizaba para describir a aquello de color encendido o parecido al fuego.
Por lo tanto, el piropo llegó a nosotros como una joya, la cual solía
ser regalada a las enamoradas por sus correspondientes pretendientes y,
por lo tanto, pasó a definirse como el acto de regalar algo
bonito/bello/precioso a una mujer.
Durante el Siglo de Oro la verborrea e ingenio español, tan
característico para decir halagos y galanterías a las damas, hizo que la
palabra diese un paso más allá, utilizándose para describir ese acto de lisona. Esto fue de gran ayuda para su popularización al ser
utilizado por algunos célebres autores en sus obras (tanto la palabra
piropo como el halago en sí).
Goti del Sol
Estéticamente, la expresión de aquél piropeador que se dirigía a la
chica vestida de negro con un "quién se ha muerto en el cielo para que
esta vírgen se vista de luto", sin ser San Juan de la Cruz, sí que
contenía una cierta dosis de poética mística. En ese terreno, no es lo
mismo que la imprecación del burribuey de turno refiriéndose a las
bonanzas anatómicas de una fémina o, incluso, a sus ensoñaciones con
partes íntimas de la misma. Sin embargo, ambas demostraciones tienen
una raiz común, la prepotencia masculina, fruto de una cultura
patriarcal arraigada en el cuerpo social, que considera que está
autorizado para acosar al elemento femenino con sus elucubraciones
"literarias" y, encima, que éstas deben sentirse halagadas por tal
demostración de ingenio. Pero como siempre es posible una vuelta de
tuerca, en estos días se conocen las conversaciones de un grupo de
chicos a costa de una compañera, con expresiones verdaderamente
aberrantes y preocupantes. Todo ello forma parte de esa cultura que
cuenta con poderosos partidarios que niegan la situación y se empeñan,
con medios no escasos, en su pervivencia. Acabar con ella es una tarea
común. Aquí si que grito aquello de "a por ellos, oe, oe".
DdA, XIV/3750
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