sábado, 30 de diciembre de 2017

VOLVIÓ EL POETA ADARES A LA PLAZA DEL CORRILLO

 
Félix Población

No recuerdo los años que el poeta Adares estuvo en la plaza del Corrillo de Salamanca vendiendo sus libritos de versos, pero debieron ser veinte, hiciera frío o calor. Teniendo en cuenta que nació en Anaya de Alba en 1923, yo lo conocí al menos con setenta y desde entonces hasta su fallecimiento, hace diecisiete, pocas veces faltó a su cita.

Remigio González Martín, que así se llamaba, se sentaba en las escaleras del Corrillo, muy cerca de la Plaza Mayor, y casi todas las mañanas intercambiabamos algún parloteo, ya fuera sobre poesía o sobre la actualidad local o nacional. Adares era un poeta sobriamente instintivo, que se ganó la estatua que desde hace unos días está ubicada en El Corrillo gracias a su imagen. Parecía arrancada de la bohemia de primeros de su siglo. 

A veces lo acompañé tomando un café en el bar más próximo. Tenía una voz muy interior a la que había que prestar atenta y cercana escucha para percibir sus palabras. A Remigio se le fue haciendo cada vez más oscura esa voz, al tiempo que más temblorosas sus manos. Solo faltó a su cita, de camino entre San Justo y El Corrillo, cuando la enfermedad le ató los pasos y dejó sin su imagen casi decimonónica la cátedra donde ponía a tender sus versos, con un pañuelo rojo como señal de llamada y símbolo ciudadano. 

Para quienes empatizamos tanto con aquella imagen cálida y familiar, y con quien la sustentaba, la estatua de Agustín Casillas se queda un tanto corta de alcance cordial, aunque sea de agradecer en esta ciudad de cultura y saberes que un poeta ocupe tan céntrico lugar de paso, no muy lejos del que ocupa fray Luis y cerca también del que dispone el escritor gallego Torrente Ballester, sentado en el histórico café Novelty.

Adares reposa en el cementerio de su pueblo natal, desconozco si como dejó escrito en uno de sus poemas, recogido en la antología La segunda voz, según la laboriosa y meritoria edición de Raúl Vacas publicada hace diez años:

No quiero adornos en mi sepultura
ni caja ni cartón ni fecha en punto
que quiero solamente ser difunto 
con mi cuerpo y mi tierra y mi figura.

DdA, XIV/3733

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