Jaime Richart
Una obviedad, a veces lo que precisamente menos vemos: no nos
queda otra que sobrellevar lo que nos llega de la naturaleza y de la vida tal
como nos toca. Tanto lo bueno como lo malo. Porque tenemos muchas menos
posibilidades de controlar nuestra vida y de "realizarnos", de
realizar nuestros propósitos de lo que se nos dice traído por la cultura
cineasta americana, ya desde la escuela y creemos. Y sin embargo insiste la
pedagogía al uso en llevarnos por ese camino, en lugar de exhortarnos y conducirnos
por vías de la cooperación y la solidaridad, dos disposiciones de las especies
vivientes superiores salvo, con las consiguientes excepciones, el caso de la
nuestra y sobre todo de los dirigentes que las abandonan a las sensibilidades
aisladas, no sea que la bestia comunista se adueñe de la sociedad...
Es más, esa pedagogía se equivoca en otra cosa: el principio de la
libertad, desde luego no en España pero sí en la Europa profunda, que ha sido
ya realizado y se ha usado de él durante quinientos años encuentra sus medios
de educación en la crítica, la liberación, el culto al “yo” y en la destrucción
de formas de vida, que puede obtener éxitos momentáneos pero es frágil para los
espíritus atentos. No hay más que ver cómo está dejando al planeta. (Todas las
corporaciones verdaderamente educadoras han sabido desde siempre lo que era
realmente importante en la pedagogía: la autoridad absoluta, una disciplina de
hierro, el sacrificio y la renuncia de sí mismo, justo lo que ya no funciona.
Sin embargo es desconocer profundamente a la juventud si creemos que siente
placer con la libertad. El placer más profundo de la juventud está en la
obediencia).
Pero no, nos preparan para la guerra social, en el fondo sin más
regla que domeñar al competidor, para atenernos a la ley de la selva, a la ley
del más fuerte. Por ello, ¿quién, que sea escrupuloso, respetuoso de la opinión
ajena, alérgico a lo dogmático y a lo rotundo sobrevivirá en esta sociedad
pugnante nuestra, sin estar abocado al fracaso en sus aspiraciones y su afán?
Por eso mismo, los más aptos, los más capaces, los más lúcidos, los más
inteligentes suelen estar en el anonimato o en la penumbra y se niegan a
luchar, porque quienes se imponen casi siempre son los dóciles y los que
carecen del escrúpulo. Por eso rara vez no se ausentan los más valiosos. No los
conocemos. Además, en un país donde la investigación y la ciencia se postergan,
y el arte y la intelectualidad se desdeñan ¿qué resultados obtendrá esa
pedagogía? Desde luego en España es muy raro el puesto preeminente en la
sociedad que no está ocupado por un necio o por un cínico. Si no, hagamos
un repaso a la catadura de los jerarcas y personajes que más veces por minuto
salen en los medios... En cambio, ¿vemos u oímos a algún intelectual, ese ser
que reflexiona las veinticuatro horas del día, en horario y canales
generalistas contándonos cómo ve él la vida, cómo la entiende y cómo juzga
desde otros ángulos la realidad, lo que nos ocurre y lo que precavidamente nos
sucederá si nos dejamos llevar por la libertad sin freno? ¿Conocéis a quien
inventó la lavadora automática o el frigorífico o la fibrina? Sólo vemos y
oímos, a charlatanes, a mentirosos, a superficiales y a oportunistas. Todo el
mundo les conoce y grandes mayorías se constituyen en su epígonos, les siguen,
les aplauden... y les votan.
España, me refiero a la que siempre ordena y manda, no a la otra
que apenas puede hacerse oír, es maestra y campeona en parir genios y talentos
que por norma han de ser reconocidos fuera. España, probablemente debido a un
cristianismo exacerbado y enfermizo incrustado a lo largo de las épocas, es un país en este sentido mutilado por la
especialización de negarse a conciliar en la pedagogía, el pensamiento
tradicional con la cultura universal...
DdA, XIV/3714
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