Transcripción por Francisco Javier G. Fernández-Llamazares
| 23/12/2017 - 17:30h.
ileon.com
reproduce por su interés histórico los documentos cedidos por Francisco
Javier González Fernández-Llamazares con la explicación en primera
persona de los hechos ocurridos durante el movimiento revolucionario
socialista en 1934, realizada día a día por uno de sus máximos líderes,
explicando de forma concienzuda las operaciones que fallaron
estrepitosamente, como el asalto al aeródromo de León y el Cuartel de
Infantería de la capital leonesa.

Mineros en un camino entre murias durante la Revolución de Octubre de 1934.
Impresiones:
Desde hacía tiempo se organizaban las milicias
rojas, sin que hubiéramos podido conseguir un conjunto serio, más que
nada por la falta de disciplina en los compañeros que componían los
grupos; sin embargo, dentro de cada grupo había gente que respondía y
trabajaba por la unidad de sus escuadras. Los mandos los componían
compañeros socialistas y dentro de las escuadras había elementos de la
C.N.T. que en general respondieron en todo momento. En la provincia no
había más organización de milicias que en las cuencas mineras; la
constitución de estos grupos era más seria y se había conseguido grupos
numerosos fuertemente disciplinados.
Al acercarse la crisis del Gobierno Samper, las
milicias obreras de León carecían casi en absoluto de armamento;
particularmente había alguna pistola y muy pocas escopetas. A última
hora se contaba con 20 fusiles máuser con su munición y algunas botellas
de líquido inflamable. En las cuencas mineras estaban más armados, pero
siempre por pistolas y escopetas de caza.
DÍA 5 DE OCTUBRE
Aunque todos esperábamos el Movimiento, éste se
nos echó verdaderamente encima, llegó el día 5 y ya nos enteramos de
que en Asturias había estallado la huelga revolucionaria. Creímos que se
habían adelantado al resto de España. Vimos preparar y partir fuerzas
del Regimiento n.º 36 en camiones hacia Asturias. Después supimos que
éramos nosotros los retrasados: el Movimiento debía estallar en toda
España el día 4 a las doce de la noche.
A todo esto, nosotros ya teníamos la orden para aquella noche del 5 al 6 de octubre.
Tuvimos una reunión en las afueras de León y
allí, aun fallando alguno de los jefes de grupo (que nos tendrán que
explicar por qué faltaron, si estaban avisados, o por qué no se les
avisó por los que tenían que hacerlo), se marcaron definitivamente los
objetivos para aquella noche.
El mío era:
1º. Una escuadra, prender fuego en varios
sitios de la capital para atraer hacia ellos la fuerza pública. No he
recibido noticias exactas de por qué no se efectuó.
2º. De acuerdo con elementos militares [más o
menos] adictos, y siempre que estos lo encontraran viable, tomar el
cuartel del Cid.
3º. Si no se podía por cualquier causa entrar
en el cuartel, concentrase con mi grupo en las cercanías del aeródromo
de La Virgen del Camino y esperar allí señales o aviso de entrar en el
aeródromo, o de lo que hubiera que hacer.
Para el primer objetivo señalé como jefe al que
lo era de mi primera escuadra, [Juan Monge], y designé los compañeros
de mi grupo que creía yo mejor dispuestos y de más confianza, agregando
algunos de otros grupos que, al no tener ninguna orden de sus jefes, se
acercaron a mí, pidiendo que se les destinara para hacer algo. Se les
proporcionó a estos compañeros botellas de líquido y se les ordenó que
adquirieran gasolina y se presentaran en el punto de concentración del
mercado de ganado a las once de la noche, donde me consta que se
concentraron.
Para el segundo objetivo, y más importante para
todos, se destinaron los compañeros más valientes de mi grupo y de
otros, entre ellos a uno de los que componía el comité revolucionario
[Antonio Fernández], por mandato expreso del jefe de este comité.
Los elementos militares de mi confianza
creyeron que no era oportuno el asalto al cuartel. Las razones que daban
eran: que los elementos fascistas militares estaban preparados porque
temían este asalto, ya que en las compañías que habían salido para
Asturias habían ido la mayoría de los soldados adictos a la revolución,
porque reforzada la guardia con elementos anti-revolucionarios bajo la
dirección y mando personal de los oficiales fascistas, y mandada por un
comandante también fascista, sería difícil la sorpresa. Sin embargo,
seguí haciendo gestiones, siempre reservadísimas, para poder conseguir
este objetivo. Los compañeros de la C.N.T. habían quedado en ponerse en
comunicación con elementos afines de dentro del cuartel [del Cid] y
enviarme noticia por conducto de un compañero [Isidoro González] a un
sitio determinado a las ocho de la tarde [Bar Correo]. Acudí, y las
noticias que me dieron fueron confusas, sin poder determinar ningún
éxito. A las 10 de la noche, con elementos de la Juventud Socialista
[Antonio Martín y Cortinas], se esperó en sitio convenido [Bar Avenida]
noticias directas de elementos juveniles del cuartel, noticias que no
llegaron.
Yo, para mayor éxito de la empresa, había
convenido que vistiera uniforme en el momento de ir al cuartel, uniforme
que me fue imposible encontrar, ya que el que podía habérmelo
proporcionado había salido para Asturias.
Se nos había ofrecido cinco fusiles, que no sé
por qué tampoco llegaron. Fueron designados compañeros de absoluta
confianza para acompañarme en este objetivo, como he dicho antes. Los
compañeros de la C.N.T. ofrecieron deis camaradas, de los que sólo
llegaron tres al punto de concentración, sin armas.
En vista de todas estas incidencias, a las once
y media de la noche desistí de este objetivo, y lo comuniqué así a uno
de los que componían el comité [Antonio Fernández], que debía
acompañarme aquella noche. Decidimos acudir al lugar de concentración
que habíamos señalado para las doce de la noche, para recoger gente y
marchar a concentrarnos en las cercanías del campo de aviación, como
estaba convenido. Protegí la salida de éste compañero y otras personas
que se encontraban con él para sacar las armas en la plaza Mayor, y
gracias al valor de compañeras que habrá que citar preferentemente
[Celsa y su hermana], se pudo sacar lo más importante del depósito.
Me fui al lugar designado, donde se debía estar
a las doce en punto. Allí fueron llegando los compañeros que estaban
avisados, la mayoría sin armas, y los que las tenían, consistía en una
pistola apenas municionada. Mi pistola, que por tenerla en otro
depósito, mandé a un compañero de la Juventud a buscarla, con la orden
de llevármela a un lugar determinado, no llegó; ignoro la causa, ya que
estoy seguro de que se la entregaron para dármela a las nueve de la
noche.
Instalaciones del Aeródromo Militar de la
Virgen del Camino en los años 30, vuela un Breguet XIX. Foto: Fototeca
Municipal de León
MADRUGADA DEL 5 AL 6 DE OCTUBRE
A las doce y media di la orden de partida hacia
La Virgen, dejando a un compañero [Claudio] para que indicara el camino
convenido a los compañeros que llegaron después, con la orden de
continuar él también el mismo camino. En las afueras encontramos a los
compañeros [Onofre, Rey] que debían de servirnos de guía. Llegamos al
"Pajarón" y allí dejamos otro compañero [de la C.N.T., no recuerdo el
nombre] para que indicara a los que venían detrás el paso del río.
Seguimos, pasamos Trobajo por el Norte y, cuando creíamos estar cerca
del Aeródromo, hicimos alto, noche oscura, viendo a lo lejos el
resplandor de León: eran las dos de la madrugada; en León se había
quedado en apagar la luz, y la luz seguía. En la estación del Norte,
movimiento de trenes, máquinas, silbidos..., tampoco habían parado los
ferroviarios??
En aquel momento se apagan las luces del
Aeródromo. Seguimos esperando. Ni una señal: nada. Decido hacer un
reconocimiento y salgo con un número hacia La Virgen. A doscientos
metros hacia la carretera encuentro el grupo [de Antonio Fernández] que
debió venir detrás del mío, pero que perdido, atravesó el río más arriba
y salió en otra dirección sin encontrar a los compañeros que debieron
servirles de guía. Doy orden de esperar en aquel lugar y sigo el
reconocimiento. Llegué a cincuenta metros de los centinelas del
Aeródromo sin ver a nadie. No podía comprender dónde estaban los demás
grupos. Si por cualquier causa se había desistido, ¿cómo no había
quedado alguien para avisar a los grupos que como el mío llegaba
después? Si el Aeródromo era nuestro, ¿por qué no había señales? Si
estaban copados o presos al intentar entrar, era de esperar que algún
compañero escapara o que patrullas militares recorrieran los alrededores
buscando gente. Esto será uno de los extremos que tendrán que
explicarnos los compañeros que dieron la orden de retirada [Nistal],
dejando a otros [grupos de Antonio y mío] abandonados a unas
circunstancias imprevistas.
A todo esto, se me hace de día por minutos y la
gente armada podía ser vista. Volví hacia los grupos y di orden de
esconder las armas a uno de los grupos [el de Antonio, mandado por
Avelino Rodríguez]. Al otro no pudimos encontrarlo; sin duda, al ver
llegar el día, decidieron volverse hacia León, aunque las órdenes mías
eran de acercarse hacia La Virgen; si hubieran hecho esto se hubieran
reunido los dos grupos y juntos esperarían mis órdenes, como era su
deber.
Ya sin armas volvimos a La Virgen y, por los
compañeros de la Agrupación de allí [Jiménez], nos enteramos que los
grupos que nos habían precedido [grupos de Nistal, David Martín y
Carlos Valle] al no darles las señales convenidas desde el Aeródromo, se
volvieron hacia León sin preocuparse de más.
6 DE OCTUBRE
Tuvimos un consejillo los compañeros [Antonio
Fernández, Antolín Flórez, Tazón, Onofre, Cadenas] que quedamos en casa
de otro compañero [Jiménez] y decidimos mandar a otro a León [Antolín
Flórez] a informarse transmitiendo las órdenes que hubiera a Villacedré,
donde nos dirigimos a comer y a descansar. Al pasar por Armunia
avisamos a otro compañero [Manolo Arias, que se entrevista con Nistal]
que recogiera de León noticias directas del Comité. [Nistal nos dijo que
los mineros estaban en Lorenzana. Dimos tarjeta a Onofre García para
ILEGIBLE].
Después de comer en Villacedré, cuando
acabábamos de acostarnos, nos avisan [de parte de Nistal] que los
mineros de Laciana están en San Andrés y la orden del Comité es
concentrarse allí, para entrar en León por la noche. Salimos
inmediatamente hacia San Andrés. Con un espíritu admirable desenterramos
las armas a 100 metros de La Virgen y a 20 de la carretera sin
preocuparnos de la gente que, al pasar por ésta, nos veía. A campo
traviesa llegamos a San Andrés. Allí nos dicen que los mineros están en
Lorenzana. Llamamos a los compañeros que establecían el enlace con León y
nos dicen que los mineros recibieron orden del presidente del Comité
[Nistal] de volver hacia atrás. No comprendimos esta orden, ya que nos
dicen que en León no hay fuerza. Además, la orden de concentración,
¿quién la dio? [a nosotros Manolo Arias nos dijo que ILEGIBLE
¿¿resistir??] Sin duda, las noticias del resto de España no son tan
optimistas como nosotros creemos.
DÍA 7
En el día 7 dormimos en san Andrés. [Va Tazón a
León a ver a Nistal] El día 7 llega a nosotros la noticia de que los
mineros, en su vuelta hacia Laciana, han tenido un encuentro con la
Guardia Civil en La Magdalena. Un compañero [Antonio Fernández] sale en
coche [de San Andrés] hacia Laciana para establecer contacto con los
mineros y saber lo que pasa. En la Magdalena se entera de que el
encuentro ha sido con cuatro guardias civiles de Riello que venían hacia
León a concentrarse. La agresión partió de los guardias que dispararon
desde lejos al último camión de mineros; repuestos de la sorpresa,
responden a los guardias, que escapan a carrera tendida. De la agresión
resulta muerto el presidente de la juventud socialista de Villameca, que
antes de caer todavía dispara su fusil contra los guardias. Éste es el
primer muerto de la provincia a quien no habrá que olvidar: era un
valiente. Éste día se le ha enterrado en La Magdalena, adonde acuden
mineros y obreros de aquellos contornos.
El compañero que sigue hacia Laciana se
encuentra con mineros [Moisés Álvarez] que suben a pie hacia las minas.
Mientras tanto nosotros establecemos guardia en las cercanías de León.
Los elementos burgueses se pasean tranquilamente por las carreteras de
las cercanías del Crucero, [nos disparan desde el Polvorín], no pasa
nada en León. Los trenes circulan hacia Asturias llevando fuerzas contra
nuestros compañeros que siguen luchando. Vienen más trenes militares,
más trenes de Valladolid, ¿será posible que los compañeros no se
levanten?
Una columna minera detenida por la Guardia Civil en la Revolución de Octubre de 1934.
Llega de Laciana, ya de noche, nuestro
compañero. Detrás de él viene una camioneta con dinamita y, tras buenas
noticias de radio de Sama de Langreo, centro de la revolución asturiana.
Dice que se triunfa en Cataluña, en Bilbao, hasta en Valladolid. No
comprendemos cómo circulan los trenes que vienen de esa parte. Nos
reunimos. Hay que trabajar. Aquella noche, por la carretera, circulan
compañeros [¿Cortinas?, Dionisio Nicolás]. Nos traen de León municiones,
siempre las compañeras de la primera noche; hacen tres viajes desde el
centro de León hasta la primera guardia, cerca de la Venta de María. Nos
dicen que apenas se ve un guardia por las calles. Da la impresión de
que a todos los llevaron para Asturias. Volvemos a oír trenes, nos dicen
que son trenes militares que van hacia Asturias, hacia donde siempre,
¡hurra Asturias! Comemos en el campo y seguimos hacia Azadinos. [Se
ausente sin saber porque Dionisio Nicolás abandona guardia dinamita] Hay
que evitar que pasen más trenes hacia Asturias, hay que volar el puente
de Azadinos. Ya está hecho, al separarnos oímos las detonaciones de
dinamita. Oímos después otras lejanas, quizá el puente de Palanquinos, a
donde habían ido otros compañeros?? De madrugada nos vamos a dormir un
poco a Armunia otra vez.
DÍA 8
Es el día 8. A poco de acostarnos, nos vienen a
buscar [Antonio Fuertes]. Hay mineros en los alrededores de León, hay
que hacer contacto con ellos. Vamos armados cruzando prados. Salimos a
la carretera tranquilamente; ni un guardia. Nos cruzamos con burgueses
que siguen sus costumbres de pasear por los alrededores de León. Los
compañeros de enlace [Carlos Valle] nos dicen que efectivamente les han
comunicado que hay mineros en la Magdalena, creemos que sean del valle
de Tremor. Nos dicen que para establecer contacto con ellos vendrá un
compañero con un coche, y salimos hacia la carretera de Lorenzana. Se
adelanta el compañero que ha de ir a La Magdalena. Luces, ya está el
coche. En esto, la sirena de los carros de los guardias de asalto del
Gobierno. Disparan sin apearse sus pistolas ametralladoras. Nuestro
compañero no tiene tiempo más que de saltar una sebe. Caen alrededor de
él más de trescientos tiros. Otros llegan cerca de donde estamos
nosotros. Vuelve el compañero a reunirse con nosotros. Tememos por la
vida de compañeros que quedaron en la carretera y que no tuvieron tiempo
de esconderse. Alguno se tiró en la cuneta de la carretera. Mandamos a
los compañeros de enlace [Carlos Valle] aviso a León. Queremos celebrar
una entrevista con algún miembro del Comité. Nos avisan que no tenemos
nada que hacer. [Dicen que está Nistal con Carrillo y un enviado de
mineros de La Magdalena, me ¿ILEGIBLE? reunión, vuelve Valle a León y
cuando regresa dice que le dijo Carrillo que mandaron detener a Nistal a
las 8 de la noche, y que no hubo nada que hacer]. Nos buscan a tiros.
Nos dicen que han estado en todos los pueblos donde hemos dormido; mejor
dicho, en todos los pueblos donde hemos estado. Nos dicen que han
matado en "el Parque" a dos compañeros de la C.N.T. que iban con
dinamita hacia Palanquinos. Nos dicen que también al compañero que debía
venir con el auto lo han matado enfrente del Bar Azul. También este
compañero pertenecía a la C.N.T.
Guardias civiles y militares con armas requisadas en la Revolución de Octubre de 1934.
Volvemos a San Andrés. Cenamos. No nos dejan
dormir allí. A nuestras instancias se niegan a darnos cama; en cualquier
pajar, tampoco. Tenemos que marcharnos de allí. No conseguimos ya
contacto con León. Nos dicen que vienen por nosotros, que han detenido
en León al presidente del Comité [Nistal paseando por Ordoño, nos dicen
que este compañero trabajó en la oficina de Correos desde el día 6, no
podemos creerlo] y a otros compañeros. Están llegando regimientos. No
queda en pie de guerra más que Asturias y la zona minera de León. En
Barcelona traicionó el general Batet. En Madrid se dice que trabajan, lo
mismo que en Zaragoza. En Andalucía y en Extremadura no han ido al
movimiento. No podemos creerlo. Celebramos consejo los tres compañeros
que quedamos [Antonio Fernández, Domingo Pascual y yo]. Los demás han
podido entrar en León o quedar por las afueras [Cortinas, Carlos Valle],
y decidimos irnos hacia el norte. Salimos después de cenar con la
ilusión de dormir en Ferral. No pudimos: todo cerrado; no era cosa de
alarmar a los vecinos. Dormimos en el campo. Hace frío, no amanece nunca
y es preciso orientarnos para seguir adelante sin saber adónde
saldríamos. Unos pastores no orientan. Salimos a Cimanes de Tejar. De
allí, siempre a pie, a Rioseco de Tapia. Encontramos compañeros.
Comemos.
DÍA 9
Es el día 9. Mandamos a un compañero [de
Rioseco] en bicicleta a La Magdalena. Nos decían que había allí
artillería. Vuelve el compañero: no hay nada, ni fuerzas, ni compañeros.
Subimos en una camioneta hacia Laciana, por la derecha del río Luna.
Por Babia, nos saludan con el puño en alto; hasta las viejas levantan el
puño. Todo esto es nuestro; llegamos de noche ya, a Piedrafita de
Babia. Nos dan el alto: la primera trinchera socialista, la primera
bandera roja. Cenamos. Nos disponemos a acostarnos, que falta nos hace,
pero vienen a buscarnos [el Comité de Laciana]. De trinchera a trinchera
han comunicado a Villaseca nuestra presencia. Es preciso ir a Villameca
al cuartel general. Pasamos las trincheras rojas, siempre dando la
señal convenida. Pasamos el puente de "las Palomas". Éste puente, nos
dicen, no lo podrá pasar nadie; a la menor señal saltará todo el puente,
montaña, todo. Siluetas de compañeros con escopetas, hombres duros,
mineros con un ideal arraigado que nos dan una lección con su serenidad y
su valor insuperable.
Modesto Sánchez Cadenas, el autor
de este diario.
En Villaseca nos acogen con los brazos abiertos. Nos hacen acostar.
Nos levantamos temprano. Nos afeitamos.
Vestimos ropa de minero. Es el día 10. El día lo paso en Villameca. El
otro compañero[Antonio Fernández] fue hasta Villablino por la noche [del
9] . Llegan compañeros de Teverga, nos ofrecen armas. Salen temprano
con dos compañeros de Laciana para Teverga y Trubia; salimos a
esperarles a Pola de Somiedo. Hay que volver por armas al día siguiente.
Volvemos a Villaseca, hay que preparar camiones.
DÍA 10.
Es el día 10. los aviones militares empiezan
por vuelos de inspección y después tiran algunos cartuchos en las
inmediaciones de Villaseca y Villablino. No pueden salir los camiones
por tener a la aviación. Llegan noticias de que llegan fuerzas. Se
establece doble vigilancia.
DÍA 11
El día 11 soy llamado a las cuatro de la mañana
por el compañero encargado del Ayuntamiento de Villablino [Marcos]. Me
dice que le han dejado solo. Las guardias flaquecen. Reunimos gente.
Salimos en un coche seguidos de un camión de guardias rojos. Aparecen
los aviones, que ésta vez tiran de veras. El camión queda en Rioscuro.
Nosotros seguimos hasta Villablino, seguidos por el avión que nos
bombardea. Vuelan sobre Laciana más aviones que bombardean sin cesar;
creemos que es la protección de las fuerzas que están esperando a entrar
en la cuenca minera de Laciana. Llegamos a Villablino. Sigue la bandera
roja en el Ayuntamiento y sigue el bombardeo. Nos avisan por la mañana
de que por Ponferrada llegan más de cuarenta camiones con fuerzas del
Gobierno; lo compruebo yo mismo, veo cómo se apean de los camiones para
establecer las guerrillas; no se puede hacer resistencia con la dinamita
ni con escopetas: necesitamos armas de más alcance.. Con dos
ametralladoras y cuarenta fusiles, con la dinamita manejada como saben
hacerlo los mineros, no entra en el valle de laciana un cuerpo del
Ejército. Pero no se tenía nada de esto y los aviones volaban los
pueblos, y en los pueblos había muchas mujeres y muchos niños nuestros.
Subimos al monte. Vamos hacia Asturias, aún
tenemos esperanzas. No podemos comprender que mientras en Asturias
luchan nuestros camaradas, en Madrid, Bilbao, en Zaragoza, en Andalucía,
etc., se esté "trabajando", como nos dicen.
Los aviones tratan de perseguir a los grupos en
el monte, pero caminando entre las jaras conseguimos despistarlos, y
seguimos caminando por las montañas sin verlos ya, mas que de muy lejos.
Llegamos a Villar de Vildas, del Concejo de Somiedo en Asturias ya. Nos
hacen un gran recibimiento. Nos dan todo lo que tienen. Dormimos.
DÍA 12
El día 12 nos dividimos. Unos compañeros
deciden ir hacia el puerto de Ibias, otros van hacia Somiedo y otros
quedamos en Villar en espera de noticias. Los compañeros de León, uno de
ellos conocedor del terreno [Antonio Fernández], marcharon hacia Grado
para hacer contacto directo con el Comité de Asturias y ofrecer para
luchar en Asturias al grupo que habíamos quedado en Villar. Del otro
grupo [Domingo Pascual] no he vuelto a saber de él: sin duda huyó con
otro grupo de mineros. Pasamos varios días en Villar. Vuelve el
compañero de Grado y nos dice que no podemos ir allí; en Asturias sobra
gente y empiezan a escasear las municiones. Es necesario seguir por las
cercanías de las provincias de León y Asturias, por si aún se puede
hacer algo.
DÍA 17
El día 17 empiezan a llegar malas noticias de
Asturias. Fracasado el movimiento en toda España, en Asturias las
fuerzas del Ejército destrozan todo, asesinan, roban, violan, han tomado
Oviedo, Mieres, Trubia: se acabó todo, ya no hay esperanza. Al pensar
en salir de Villar de Vildas la gente de allí quiere que nos quedemos.
Allí, interrumpidos los caminos por la nieve, no puede entrar fuerza
alguna. Aun entrando, los pastores nos avisarían con tiempo para subir
al monte, y en el monte era difícil cogernos.
DÍA 20
El día 20 mi compañero [Moisés Álvarez], con
otros mineros, decide ir hacia Portugal atravesando montañas. Yo no me
decido. Vuelvo hacia Villaseca con otros camaradas. Quiero tener
noticias de mi casa. Paramos aún un día en Lumajo, cerca de Villaseca,
esperando una oportunidad para entrar sin ser vistos. Después, escondido
en Villaseca otros dos días, cambio impresiones con compañeros: era
comprometido seguir allí. Decido ir a Villablino. ¿Me entregaré a la
autoridad militar? Llego a Rioscuro. Me proporcionan traerme a León en
una camioneta. Voy a león. Llegamos sin ningún contratiempo. Duermo en
León.
El final del diario de la Revolución de
Octubre de 1934 en León firmado por Modesto Sánchez Cadenas. Foto:
Javier Fernández-Llamzares
DÍA 26
[El día 26] quiero establecer comunicación con
los compañeros de la Agrupación: imposible. Establezco comunicación con
otras personas que me aconsejan que no me presente; me proporcionan un
coche. Voy a Valladolid, tomo un tren para Madrid, paso allí unos días.
Cambio impresiones con algunos camaradas. En Madrid, [me dicen ahí], no
se procuró hacer nada, estuvieron esperando a que se sublevaran los
militares.
Me entero de que el Gobierno fascista portugués
entrega a nuestros refugiados a la policía española. Hice bien en no ir
a Portugal. Temo por mis compañeros de León.
Me voy a San Sebastián. La frontera está muy
vigilada. No hay que precipitarse. Paso unos días en San Sebastián en
comunicación del Comité del Socorro Rojo Internacional. Por fin me
avisan. Vienen a buscarnos a Pasajes de San Pedro compañeros franceses
en una motora. Nos trasladan a Pasajes cuando estábamos esperando la
hora de embarcar. Se presenta la Guardia Civil y varios soldados
detienen a todos los que estaban conmigo. Yo me libro por tener
documentación. Aviso a otros grupos: vuelta a San Sebastián. Me llevan
otro día hacia Vera de Bidasoa para intentar pasar como cazador.
Encontramos a la policía, que no nos dice nada, pero el miedo de los que
me acompañan hace que fracase también este intento. En esto se abre la
frontera ya. No hace falta permiso especial, con el pasaporte en regla
basta. [El día 6 de noviembre] me decido. Paso la frontera en el tranvía
tranquilamente, leyendo el ABC; ya estoy en Francia libre de las
injusticias que se están cometiendo en mi país.
Un mes después, me llaman por teléfono desde
Burdeos. Son los compañeros de León que fueron hacia Portugal. Han
podido llegar a Francia. ¡Hurra!, ya están libres.
Modesto Cadenas.
Hendaya (Francia), 8 de noviembre de 1934.
DdA, XIV/3727
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