RAZÓN Y RAZONES DE EMILIO LLEDÓ*
Félix Población**
Gracias a la valiosa y cuidada publicación de un libro de
conversaciones con el filósofo Emilio Lledó Íñigo (1927), cuyo magisterio
admiro y trato de seguir en sus obras, este último verano ha sido para mí de lo
más instructivo, con la obligación a posteriori de indagar más a fondo -si no
me entretienen en demasía otros afanes- en los textos de quien, a mi juicio, es
una de las personalidades más sabias de las que podemos disfrutar en este país
nuestro, tan desconsiderado con la cultura y la educación.
Recomiendo por eso sin ninguna duda Dar razón,
una edición llevada a cabo por Juan Á. Canal y publicada por KRK ediciones de
Oviedo, en la que se incluyen hasta treinta y ocho conversaciones con don
Emilio, difundidas en su día en diversos medios de información a lo largo de
los últimos cincuenta años (1965-2017). Pocas figuras de nuestro actual
panorama cultural podrán ofrecer un historial de entrevistas tan atractivo como
el que depara la lectura de las que se incluyen en este libro. De hecho, ya en
1997 se publicó un primer compendio de interviús con Lledó bajo el título de
Palabras entrevistas, en el que se integraban treinta y siete, sin que Dar
razón sea por ello una mera redición de aquellas, pues como aclara Canal en la
presentación veinte años de vida y actividad pública en don Emilio requieren
una obligada actualización de contenidos.
Se prescinde, por lo tanto, de siete de aquellas charlas,
se añaden siete más y se introduce el libro con una mucho más larga que
mantiene con Lledó el propio editor de la obra. Viene a ser ésta, una síntesis
del volumen y sirve de pro-lógoi al
mismo. En cuanto a lo apropiado del título, Dar
razón evoca una expresión griega, empleada repetidamente por Platón, en el
sentido de que el filósofo ha de ofrecer logos a sus interlocutores, dar en
palabras cuenta y razón de lo que piensa.
En tanto que intérprete de lo humano y de la realidad
social y política en las últimas dos décadas, el profesor Lledó reflexiona
tanto sobre el trascendental legado de los filósofos de la antigüedad clásica,
que tan a fondo conoce, como sobre el arte, el lenguaje, la enseñanza, la
democracia, la literatura, la corrupción, lo que él llama totalitarismo
ultraliberal, la ética, la felicidad, los medios de comunicación, la política
los sentimiento, la memoria como esencia de nuestra personalidad, etc.
Aunque él rechace llamarse filósofo y prefiera
identificarse como profesor de filosofía, estamos ante alguien que ejerce la
filosofía crítica, entendiendo esta como un medio fundamental para que el latido
–según sus propias palabras- prevalezca sobre el detritus. Todo empezó, tal
como el propio don Emilio recuerda a menudo con agradecimiento, el día en que
un maestro de la Institución Libre de Enseñanza sembró en un país en guerra la
semilla de la curiosidad en un jovencísimo alumno. Cada uno es hijo de sus
genes, afirma Lledó en una de las conversaciones, pero sobre todo de sus
maestros. Defiende don Emilio el subsuelo humanístico que conforma nuestro bienser y sin cuyo soporte -constantemente
dañado y pervertido por las autoridades educativas y un sistema y una sociedad
consumados en lo superfluo y aparencial- el porvenir humano no tendría
horizonte.
Incide repetidamente en estas interviús el profesor Lledó
en la importancia de la cultura escrita, sin cuyo testimonio no solo
desaparecería buena parte de nuestra memoria colectiva, sino nuestro presente. Sometidos
a un presente sin ecos, acabaríamos esclerotizados por la presencialidad de las
imágenes, que acabaría por convertir la oralidad en puro ruido. El ser humano
se diluiría al perder el pie mental del lenguaje, sin cuyo concurso no
tendríamos capacidad reflexiva. En este sentido apunta la importancia de las sintaxis griega y latina, despreciadas y ninguneadas
en nuestros planes de enseñanza, como instrumentos mentales que desarrollan la
inteligencia. Para Lledó, la memoria es consciencia. Ser es ser memoria.
Tiene don Emilio algunas cosas muy claras porque son el
fruto de su dilatada, intensa y lúcida biografía. La educación es el núcleo de
la vida humana. Necesitamos una educación
que se cargue de humanidades y de letras y que esté, por supuesto, en la
frontera de la creatividad técnica. Recuerda a este respecto el profesor
sevillano que en la Escuela Técnica Superior de Berlín hay un departamento de Lingüística
y otro de Filosofía. La enseñanza tiene que ser una escuela de cultura moral y
ética, además de cultura técnica, por encima de fundamentalismos,
confesionalismos o nacionalismos.
La educación, para Lledó, es la única que puede despertar en uno la
posibilidad de ser un yo, de ser alguien en este mundo lleno de nadies y seres
vacíos, aunque esos don nadies vacíos tengan poder. A nuestro admirador
profesor le gustaría habitar en el territorio de la gente libre, la gente que
piensa y se comunica, del ser más y no en esa otra del aparentar, del tener
más. La educación, tanto como transferencia o itinerario de contenidos, debe
transmitir amor hacia la materia que se enseña. La vida intelectual es una
transmisión amorosa y debería caminar paralelamente a la curiosidad que nos
constituye. La curiosidad –esa misma curiosidad que incentivó su maestro
institucionista en la niñez de don Emilio- se halla dentro de nuestra
naturaleza. La naturaleza nos hace abiertos, curiosos, creativos.
Hoy en día, por
mediación de la tecnología audiovisual masiva, convivimos con el horror
continuo. Los ojos humanos no han tenido nunca la oportunidad de ver tanta
crueldad, hasta el punto de insensibilizarnos a base de vaciarnos. Los
miasmas educativos que se perciben en el ambiente, fruto de la televisión, influyen en la mente de jóvenes y no tan
jóvenes. Lledó cree en los
derechos de los ojos como forma de expresar también los derechos humanos. Una
estúpida idea del entretenimiento ha llevado a perder el respeto, en la
televisión convencional y en todos sus canales abiertos, a los ojos, a la mirada
humana. La manipulación e ilustración de nuestra sensibilidad por la
ignorancia, el poder o el ansia de dinero es algo inhumano y reprobable.
En 6 meses la televisión al uso y abuso puede convertir a un país en país
de cretinos satisfechos.
No puede faltar
entre los análisis que hace don Emilio a lo largo de estas entrevistas el que
trata de discernir las señas de identidad de la izquierda y la derecha en
nuestros días. Para Lledó esas señas en la izquierda están definidas en primer
lugar por la idea lo público, como carácter fundamental, y la idea de una
educación crítica, creativa. (Lledó confiesa su admiración por la enseñanza
pública alemana, país en el que completó su formación en la lejana posguerra).
Además de eso, es imprescindible una idea renovada y llevada al extremo de la
justicia y la solidaridad. Eso implica -en sus palabras- la desacralización del
dinero y la desacralización del egoísmo personal. El hombre ha hablado
–mantiene el profesor- porque ha sentido la necesidad de ser algo con el otro
que tiene enfrente, y eso es lo que crea la sociedad y la cultura, y también la
cultura de la solidaridad. La ciudad existe –añade con Platón en La República-
porque el hombre es indigente, porque necesita de los otros.
*Dar razón. Treinta y ocho
conversaciones. Ed. de Juan Á. Canal. KRK ediciones, 2017. 668 páginas.
**Artículo publicado en el número de noviembre de 2017 de El viejo topo.
DdA, XIV/3688
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