lunes, 13 de noviembre de 2017

LA "SER" HACE MEMORIA HISTÓRICA Y MARINO AYERRA NOS DA LA SUYA

Félix Población

Son raros, por no decir únicos, los días en este país en que se puede uno levantar con un capítulo de la Memoria Histórica, tan impresionante como el que ayer escuchábamos a primera hora en el programa de la SER A vivir que son dos días, y acostarse también con una muy digna película que refleje episodios tan en consonancia con esa memoria como los de La buena nueva.

Me extrañó que la radio de PRISA concediera ayer tanto espacio a la voz de los descendientes de la represión franquista en una localidad de Andalucía (La Lantejuela, Sevilla, Vidas enterradas), casi una hora del programa citado, y que anunciara asimismo próximos testimonios en esa misma línea. Lamento que esas voces nos lleguen con tanto retraso, cuando ya han fallecido la mayoría de los familiares directos de las víctimas (esposas en su mayor parte, hermanos e hijos). No digo que se les debería haber escuchado antes de la regulación con tantísimo retraso de la ley de Memoria Histórica, pero sí al menos hace diez años, cuando fue aprobada. 

Esta democracia ha sido y sigue siendo de una cruel indiferencia, tanto contra quienes fueron asesinados y enterrados como alimañas en fosas y cunetas por los vencedores como contra sus familias. La más que tardía emisión de espacios como el de ayer en la SER viene a ratificarlo cuando esa cruel indiferencia persiste, llevada hasta el escarnio por el vigente gobierno.

En cuanto a La buena nueva, creo que se trata de un film dirigido e interpretado con mucha dignidad, que sin ser una gran película cumple con su papel testimonial sobradamente, gracias precisamente a la memoria de su protagonista, el cura navarro Marino Ayerra. El libro ¡Malditos seáis! No me avergoncé del Evangelio fue publicado por primera vez en Buenos Aires en 1958. El autor, al que al término del film vemos abandonar el pueblo donde ejerció su ministerio, vivió exiliado en Uruguay, donde solicitó su secularización. En esas memorias del ex sacerdote se hace una dura crítica a la iglesia nacional-católica, aliada de quienes ejercieron la represión en la localidad navarra (Alsasua) donde se desarrollan esas páginas de su memoria como defensor del mensaje de Cristo.

Marino Ayerra Redín era natural de Lumbier (1903). El actor que lo representa magníficamente responde a su tipología, tal como la cuentan: enjuto, purista en lo espiritual y con una muy buena formación teológica. Hombre activo, lleno de proyectos, firme en su fe y con mucha curiosidad por todo conocimiento. Tanto -leo-, que los vientos políticos para él ni soplaban, ni los sentía, ni creía que tuvieran que ver con su tarea. Era un párroco de esos de los de pie a tierra. De convicción sólida y siempre al lado de los oprimidos. Su lema comportaba muchos riesgos en un país en guerra: "Pensar alto, sentir hondo, hablar claro".

Sus memorias son un conmovedor testimonio de dramatismo, perplejidad, soledad, desesperanza, desconcierto, dignidad y coherencia personal con su vocación. No hubo muchos curas como él durante  aquel negro trienio de nuestra historia. Por eso tiene un valor de mucho calado ese libro y el film que lo recrea. Forma parte de la misma memoria con la que esta democracia ha sido y sigue siendo indiferente e inconscientemente cruel.



DdA, XIV/3689

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