Félix Población
A pesar de ser un libro que literariamente no
llegó a entusiasmarme, sigo recomendando la novela de Fernando Aramburu “Patria”
porque creo que es un testimonio escrito con dignidad e incuestionable compromiso ético, y
que se atiene a la tensa realidad social que se padeció en el País Vasco mientras
ETA mantuvo su actividad armada.
Aramburu (San Sebastián, 1959) presentó el mes
pasado su libro en el Parlamento Europeo y dijo en esa ocasión que una manera de no ejercer la inteligencia es la de las masas agitando banderas. Tanto por su
novela como por toda su trayectoria, le tengo el mayor respeto a las opiniones
que Aramburu expuso con relación al conflicto de Cataluña. Apuntó el escritor,
residente en Alemania, que allí es habitual llevar a los alumnos de los
colegios a los restos de los campos de concentración, mientras que en Cataluña
se les ata una estelada.
Recordaba Aramburu que él no descubrió el nacionalismo
en las hemerotecas, pues lo vivió a pie de calle, y hubo en su vida un hecho
que la marcó de modo decisivo: el asesinato del senador socialista Enrique
Casas -a quien conocía personalmente- por parte de los Comandos Autónomos en
1984. Fue entonces cuando se comprometió a escribir el libro “Patria”, por eso
acaso esta novela tiene un incuestionable pálpito vital que la autentifica como
testimonio de una época y una sociedad.
Yo no sé en Cataluña -sin tratar de compararla con el terrorismo sufrido en Euskadi- cuál puede ser la realidad
cotidiana que viven quienes no comparten el tsunami independentista que se está
desarrollando en los últimos meses, pero empiezan a llegarnos noticias inquietantes, como la aportada ayer por la Asociación Unificada de Guardias Civiles
con respecto a los hijos de los agentes. En algún colegio de Barcelona sufrieron según ese colectivo una segregación inadmisible como consecuencia de los sucesos del pasado domingo.
Desconozco si alguien está
tomando notas para escribir en su día una buena y testimonial novela de lo que está ocurriendo en la intrahistoria de la sociedad catalana actual, pero mucho me temo que –dada la desconfianza que personalmente tengo en la
información que nos llega tanto de los medios de información de allí como los
de aquí- va a ser necesaria. Dialoguen antes de que nos hagamos más daño, ha dicho el futbolista Iniesta.
Lo que parece claro, y se llega a percibir en
cada transmisión, debate o declaración política procedente de Barcelona, es que se están
acumulando demasiadas tensiones y en esas circunstancias basta el más mínimo incidente
para que pueda ocurrir algo que todos lamentemos. Sobre todo porque se
están agitando muchas banderas por parte y parte en los últimos días, como si esa manera de no ejercer la inteligencia en las calles procediera de los propios gobernantes que padecemos aquí y allá.
DdA, XIV/3656
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