Jaime Richart
Está claro que el grueso de la España dominante necesita
permanentemente un enemigo; unas veces latente y otras manifiesto. Igual que
Estados Unidos. Estados Unidos, para reafirmar por un lado su rotundo
imperialismo y por otro su identidad como nación. Razones ambas que explican esa profusión de banderas estrelladas en aquel país, que en una ocasión vi incluso sobre una cloaca...
En cuanto a España, mantengo un recuerdo vivo de hace muchos años. Cuando no se hablaba de independencia, en uno de mis círculos, el segoviano y conservador compuesto de universitarios de postín, se profesaba una hostilidad gratuita y manifiesta,
precisamente contra todo lo que tuviese que ver con Catalunya, con lo catalán y
el catalán. Y también, en justa correspondencia, recuerdo mi repulsión secreta hacia aquella necia visceralidad y tontuna
impropias de personas a las que presuponía instruídas e
inteligentes...
El caso es que, como digo, España, esta España, no
la otra, la republicana, la sensata, la ponderada y tolerante que nunca acaba
de reinar, siempre ha necesitado un enemigo a toda costa para descargar sus
frustraciones y la pequeñez mental de sus sucesivos mandatarios. Y, a diferencia de otros países históricamente homogéneos cuyo enemigo ha estado generalmente fuera, esa España predominante
lo ha buscado siempre en su interior. De ahí que las guerras libradas por aquí hayan sido
invariablemente intestinas, fratricidas; y de ahí que esa España carezca de la sensibilidad que otros
países europeos han debido cultivar para facilitar la
coexistencia con vecinos contra los que en otro tiempo no demasiado lejano
combatieron...

Así es cómo se gesta la vergüenza y la torpeza
habitual que caracteriza a los gobernantes españoles que han destacado siempre
mucho más por su cortedad de miras, por su cazurrez y por su intransigencia
hacia el débil que por su tacto, su magnanimidad o sus aptitudes diplomáticas.
Y así,
con esa misma mezquindad es cómo responden también ahora al catalán, como en otro
momento respondieron al vasco. Respuesta, por cierto, que se parece mucho más
a la de sus antepasados rechazando legítimamente al invasor francés, que la
que corresponde a compatriotas discrepantes pero merecedores de diálogo y
respeto.
Lo dicho: esa España siempre necesita un enemigo. Y
si no, lo inventa. Como Estados Unidos. Cuando no han sido los vascos fueron
los masones, y cuando no los infieles y cuando no los comunistas, y cuando no
y a rebufo del imperio, el musulmán. Está visto que en estos precisos momentos,
en lugar de afrontar una reforma a fondo de una Constitución elaborada y
aprobada más o menos por los que habían servido a la dictadura, y con la excusa
de un artículo enarbolado como el eterno dogma sobre el que se levanta la
historia entera de España, el enemigo elegido ahora es Catalunya...
DdA, XIV/3672
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