Ana Cuevas
Parece ser que no basta con cometer un delito para ser un criminal.
Según el criterio de algún juez que vive anclado emocionalmente al
franquismo, es suficiente con pensar o debatir sobre el asunto. Ya
saben, como en el catecismo, que se puede ser pecador de pensamiento
aunque seas un ser virtuoso en tus actos cotidianos. Hay que domesticar
esas cabecitas locas que, a fuerza de darle al caletre, se pueden venir
arriba y sacar los pies del tiesto. Y si no lo hace el temor a dios, ahí
están algunos jueces fascistoides como el que suspendió un acto este
domingo en Madrid por considerar que se hacía apología de la consulta
independentista.
En un país donde neo-nazis y falangistas
exhiben con impudicia y brazo en alto su parafernalia en
manifestaciones y actos de exaltación a la dictadura, ¿resulta ilegal
escuchar a unos tipos defendiendo su postura independentista? Algo no me
cuadra.
Y no es precisamente porque yo comparta las ideas
nacionalistas. De ninguna nacionalidad, que quede claro. Por pura
intuición creo en el internacionalismo y en la solidaridad entre los
pueblos. En achicar las fronteras. No en construir más muros que aíslen a
las personas.
Por eso lo del independentismo, con todos mis
respetos, me parece una chorrada. Y más, cuando el proyecto político que
lo lidera no difiere una mica del modelo neoliberal de estado del que se pretenden separar. Es más de lo mismo, pero con denominación de origen.
En
parte puedo explicarme que, tras estos años de sufrir la pésima gestión
política que se ha hecho desde el gobierno central sobre este tema, la
falta de sensibilidad y la corrupción, los recortes y la merma de
derechos y libertades que hemos sufrido todos los carpetovetones y
carpetovetonas, algunos sean capaces de querer salir corriendo de esta
unidad de destino en lo universal conocida comúnmente como España. Nos
pasa a todas algunos días.
Pero el peligro aparece cuando
los que te marcan la salida enarbolando una bandera, la que sea, tienen
aviesas intenciones y pretenden llevarte de la olla a la sartén.
Aprovechan el susto para darte un estocada mortal.
Lo que es
evidente es que se necesita hacer un referéndum legal en Cataluña,
piense yo lo que piense. Luego, ya veremos lo que sale. Hablando se
entiende la gente. ¿Por qué no pueden hacerlo territorios que tienen una
historia y una cultura común?
Los últimos movimientos en
este histriónico damero, por uno y otro lado, son una absurda pantomima
que ponen en riesgo la seguridad y la convivencia de los ciudadanos de
Cataluña. Entre ellos y con los españolistas que al grito de :¡España se
rompe!, pretenden mantenerla cohesionada por las buenas o las
malas. Sobre todo por las malas.
Cada cual envuelto en su
falsa bandera, catalanistas y españolistas, se dirigen directamente a
las vísceras más patrioteras, e incluso tribales, azuzándonos para que
nos descornemos entre nosotros mientras ellos, catalanistas y
españolistas, siguen a lo suyo, a sus corruptelas. A mí las banderas
siempre se me han asemejado a los trapos que agitan delante de los
toros. Será por eso que me dan mala "vibra". Ya saben como acaba el
cuento: El que menea el capote se queda con tus dos orejas y hasta,
¡perdón!, con tu rabo (si ello es fisiológicamente posible). No mola
nada, pregúntenle al toro si quieren.
A mí me da por pensar
(quizás acabe en el trullo por ello) que este proyecto común, llamado
España, necesita más diálogo y menos casquería. Que no se trata de
vencer, unos ni otros, sino de convencer. Creo que necesitamos escuchar
los argumentos con la cabeza fría y no desde una perspectiva de imperio
decimonónico o colonia oprimida.
Y pienso que habrá que
modificar las leyes, para que nadie tenga que incumplirlas, y que se
recoja el derecho a un referéndum con todas las garantías. Algo muy
común en otros estados democráticos europeos que han abordado la
cuestión sin estridencias.
Cancelando actos como el del otro
día en Madrid, la democracia recibe otra patada. La pobre últimamente es
apenas un sufrido saco de boxeo. Y cada vez nos vamos acercando más a
ese mundo orwelliano en el que "la policía del pensamiento" podía
detenerte por poner las neuronas a trabajar. Seguro que al juez de
marras le encantaría poder leer nuestra mente, oír nuestras
conversaciones privadas y poder echarnos encima a la poli por tener una
mala idea acerca del presidente del gobierno, por ejemplo. Que no se
impaciente. Al paso que vamos, Crimental (la organización que
controlaba el pensamiento en 1984) dejará de ser una ficción futurista.
Tengan cuidado. Pensar pasará a ser considerado un grave delito de
sedición. El peor.
¡Vamos! que en estos felices días
Aristóteles o Platón se iban a pasar la vida declarando en la Audiencia
Nacional por incitar a exprimirse las meninges. Seguro que acababan
dando con sus peripatéticos huesos de filósofos en el trullo.
Y
es que los tiempos están cambiando... ¡que es una barbaridad! Solo que
aún no tengo claro si vamos para adelante o para atrás. Pensaré sobre
ello... mientras pueda.
DdA, XIV/3634
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