Félix Población
Desde hace años, desconfío de la
mayoría de las informaciones que provienen de Cataluña acerca de la atmósfera
de convivencia que se respira en aquel país entre la ciudadanía proclive a la
independencia y la que no lo es. Obviamente, mi desconfianza es equivalente cuando las fuentes surten a los medios de comunicación radicados en Madrid.
Deploro que quienes tienen para mí un cierto
respeto, los periodistas Gregorio Morán y Jordi Évole, hayan tenideo últimamente
problemas con el primero de los sectores a cuenta de sus críticas a los medios
de comunicación catalanes por su dependencia gubernamental (Morán) o por su equidistancia respecto al referéndum
convocado por la Generalitat (Évole). Si esto ha supuesto una decepción en toda regla
con relación al respeto a la libertad de expresión que se debería tener en
Cataluña, la jornada de ayer en el Parlament ha sido en verdad toda una afrenta
a las propias leyes de aquella institución, así como a la mitad
constitucionalista de la misma.
Sin necesidad de pormenorizar los detalles de
esa afrenta –basta escuchar la intervención del señor Coscubiela para ello-, quienes nos tomamos la molestia de teleasistir al
espectáculo -aunque no nos sedujera la idea pues temíamos el desarrollo que tuvo- percibimos a distancia el grado de
crispación que se respiraba entre los representantes políticos de los
catalanes, equiparable al que se viene advirtiendo en los medios de
comunicación centralizados en Madrid al debatir sobre tan espinosa cuestión.
Mucho me temo que este nuevo capítulo del régimen del 78, del que son culpables
en origen a partes iguales o similares los demagogos nacionalistas tanto de
allí como de aquí, pueda afectar de modo muy negativo al porvenir de España a partir del 1 de octubre, por si no tuviéramos al país bastante enfermo. Va a ser así porque mi escepticismo acerca
del arrepentimiento que deberían sentir quienes condujeron a Cataluña hasta la tramoya esperpéntica de ayer es absoluto.
Tampoco tengo ahora seguro que la alternativa trazada por
Unidos Podemos pueda ser la que tenga mejores opciones de reconducir el conflicto hacia más saneados horizontes, pero cuál otra cabe cuando esa crispación perceptible en el Parlament puede ser reflejo de la que se respira en la calle. Porque lo de ayer en el Parlament fue de corrala y no parece lo más digno iniciar un proceso de independencia con tan bohornoso punto de partida, por aquello de que según se pretenda arrancar así se puede seguir.
DdA, XIV/3629
5 comentarios:
En la calle, hasta hoy, amigo Félix, no se respira crispación alguna. El mundillo de los políticos y el de los medios es otra cosa: se ganan la vida, o la pierden, con su espectáculo. La mayoría de la gente trabaja, estudia,cumple sus obligaciones, se divierte y está desconectada de tales elementos. Pero se corresponde con el mismo grado de desafecto al que se cree percibir de España. Es ahora una cuestión sentimental. Nunca antes había estado tan generalizado este deseo de independencia. Que parece que, con el palo y tentetieso, se va a incrementar. Creo que, antes de mi independencia definitiva de este mundo (68), veré la de Cataluña, me guste o no. Al tiempo.
Lo malo de los sentimientos, querido amigo, es que puede ser manipulados por los expertos en patrias, tan pródigos en conducir a precípicios. Me quedé muy preocupado con lo de ayer, Jacint, y hasta desfondado anímicamente.
La ley de transitoriedad promete un mal tránsito.
Recomiendo al autor del articulo la lectura del que escribió Guillem Martínez en CTXT.Conviene rastrear en los polvos para no sorprenderse de los lodos. Un saludo afectuoso.
Hecho Miguel. Gracias.
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