Ana Cuevas
Me
impongo la tarea de escribir unas breves líneas con motivo de los
terribles actos terroristas que han ocurrido en Cataluña. Esta vez, el
zarpazo de la sinrazón nos ha desgarrado en carne propia. En esas
maravillosas Ramblas que he tenido el placer de recorrer más de una vez
dejándome atrapar por su ambiente bohemio y cosmopolita, mágico y
multicolor. Con las heridas sangrantes es difícil distanciarse
mínimamente del horror que provoca esta barbarie para intentar dilucidar
posibles orígenes y causas. Pero, aún así, no debemos perder de vista
que los europeos no somos su único objetivo. Que estos asesinos se
ensañan, desde hace tiempo y con especial crueldad, con las poblaciones
árabes y musulmanas. Precisamente de ellos huyen los miles y miles de
refugiados que. al llegar a Occidente, y encuentran más desconfianza e
insensibilidad que empatía.
La vida de las criaturas
asesinadas en Barcelona es potencialmente tan valiosa como la de las
niñas y niños sirios o iraquíes. Al margen de los
condicionamientos geográficos, culturales, religiosos o políticos los seres humanos somos muy similares.
La
inmensa mayoría solo pretendemos vivir en paz, criar a nuestros hijos,
buscar la felicidad de mil formas diferentes... Pero nos vemos inmersos
en un tablero diabólico donde somos poco menos que peones desechables
para mayor loor de los todopoderosos.
Sería bueno mantener fría la cabeza. Eso no disminuye un átomo el dolor pero podría ayudarnos a focalizar mejor este asunto.
Existen
unas causas profundas y enquistadas que pueden estar en el origen.
Hechos que pueden haber impulsado esta espiral de odio que sobrecoge
ahora al mundo entero´: La invasión de Irak, las maniobras geopolíticas
de las grandes potencias en busca de su beneficio económico, la guerra
sucia por el control de los recursos naturales, la política de desprecio
hacia la tragedia de los refugiados y, cómo no, el boyante negocio de
la industria armamentística.
Metan todos estos ingredientes
en un cóctel, agítenlo con displicencia y obtendrán un planeta convulso y
dominado por la violencia
Para contrarrestar la locura
homicida de los terrorista, se levanta la unánime y pacífica respuesta
de la ciudadanía. Barcelona, pese a la profunda tristeza, vuelve a abrir
los brazos para dar una respuesta valiente y solidaria. Y no va a ser
la del racismo o la de la xenofobia. Al día siguiente de los atentados
los vecinos de las Ramblas impidieron una manifestación incitada por el
odio y la venganza indiscriminada. Los agitadores fueron rodeados con
pacífica determinación y tuvieron que desistir de sus intenciones.
Ellos
han entendido como nadie que la paz es el único camino para acabar con
esta violencia homicida. Ahora urge que se lo transmitamos a nuestros
gobiernos. Que se dejen de oportunismos políticos y rivalidades para
actuar, como una sola especie humana, en defensa de lo que
verdaderamente importa: La paz, la vida y la justicia social.
Toda
mi fuerza y cariño a las víctimas. A todas las víctimas, allí donde se
produzcan, sin discriminar. No permitamos que las lágrimas nublen
nuestros ojos. Ni nuestra razón.
DdA, XIV/3616
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