No ha tenido oportunidad este Lazarillo de ver las imágenes, ni tampoco lo hubiera hecho por más que me las quiseran enjaretar por todos los medios, pero tengo noticia de que dos afamadas presentadoras de sendos programas televisivos matinales renunciaron a sus respetivas jornadas vacacionales con tal de ofrecerse como cronistas de la masacre de Barcelona. Las dos ofrecieron sus respectivos rostros y voces para servir de presentación a una morbosa exhibición de cruentas imágenes de las víctimas arrolladas sin contar con el debido respeto a su dignidad y a la de sus atribuladas familias. Tal como señala mi estimado profesor Juan Carlos Monedero en el siguiente artículo, no es lo mismo sembrar conciencia que sembrar odio, porque la conciencia es luz de razón y el odio sólo contribuye a cegar el pensamiento y hacer el caldo gordo a los asesinos. Nada complace más a los sicarios del ISIS que la transmisión en directo de un degüello, afirma. Lo sabemos, y aún así, hay periodistuchas que prestan su servicio a ese mismo estilo de "informar", a imagen y semejanza del que emplean los verdugos. Recuerda una vez más Monedero que desde la invasión de Irak el mundo está más roto y por esa rotura -que contó con el apoyo de un gobierno español- se filtran de vez en vez estos sangrientos y rabiosos latigazos de odio contra Europa que contribuyen a fomentar el miedo, el odio y la intrasigencia de los idearios totalitarios, como si ese fuera el objetivo con la colaboración de algunos medios de comunicación: Publicar la foto de Aylan -escribe Juan Carlos, recordando la del niño sirio ahogado en las playas de Grecia - nos hace mejores personas porque apela
al compromiso, a la responsabilidad, a no mirar para otro lado. Publicar
las fotos de las víctimas de un atentado islamista -sea en Barcelona,
Niza, Londres o París- es apelar el odio y al ojo por ojo que terminará
dejándonos a todos tuertos. Una foto va al corazón y a la cabeza. La
otra al vientre.
Juan Carlos Monedero
No, no es lo mismo publicar la foto de Aylan que la de la niña
asesinada por los fanáticos islamistas o los vídeos de los cadáveres
atropellados en Las Ramblas. Una busca generar conciencia. Las otras
alimentan el odio. Y precisamente porque el odio ciega, le hacen el
caldo gordo a los asesinos. Asesinos que merecen, sin una brizna de
duda, las más contundente de las repuestas. Y como la ira que desatan es
comprensiblemente enorme, hay que combatirles con inteligencia. Nada le
complace más a los bárbaros del ISIS que lograr en los telediarios la
retransmisión de un degüello. Los que odian en diferentes sitios
terminan necesitándose.
No se publican las fotos por las mismas razones. Una nace del
dolor y la intuición de que se podía haber evitado esa muerte y la de
miles de refugiados que sólo porque ya se sienten muertos van a morir
encima de una embarcación de juguete para llegar a Europa. La otra nace
de la estupidez, del odio racista -que es un derivado de la estupidez- y
de la justificación de las propias ideas xenófobas y supremacistas que
pretenden hacer suyas las víctimas aunque eso multiplique el dolor de
las verdaderas víctimas.
Resulta curioso que quienes dicen que publicar ambas fotos responde a
un idéntico criterio son los mismos que tienen en la cabeza una
sociedad donde la corrupción no es un problema determinante para estar o
no estar en el gobierno; son los mismos que antes de tener información
ya acusaban a las CUP y decían que el atropello era un asunto de
turismofobia (algún dipsómano incluso ha llegado a decir que las
invasiones occidentales en Oriente Medio, África, Asia o América Latina
eran una forma de turismo occidental que generó “turismofobia” en locos
como, por ejemplo, Gandhi. Opiniones de borracho); son los mismos que
consideran que los fascistas de Charlotesville son iguales que los
antifascistas y suelen coincidir con los descerebrado que creen que es
lo mismo la bandera de una dictadura -la franquista- que la bandera de
un gobierno legítimo y legal -la de la República-. Equidistantes mientras no puedan imponer su distancia.
Las fotos en un medio de comunicación son en sí mismas el
editorial del medio. Por eso los medios pantuflos publican todos los
días ataques con información falsa a Podemos, truculencias, accidentes
y, por supuesto, desnudos múltiples de señoras o líos redundantes entre
famosos. Su ideario es la basura y sus fotos son una apología de la
basura porque editorializan la basura. Por eso publican fotos o
vídeos de las víctimas. Porque viven de ofrecer basura. Una foto de una
víctima, especialmente del terrorismo islamista, por lo general está
desprovista de contexto. A Aylan le mató el mar, que era el único
camino que le dejó Europa para huir de las guerras que precisamente
Europa ha creado. Pero le asesinó nuestra indiferencia. Su cuerpo
sin vida en la orilla es la metáfora cruel de un proceso que nace con
Occidente impidiendo que prosperen gobiernos progresistas en Oriente
Medio, que organiza invasiones que rompen con arrogancia demente
cualquier convivencia -los criminales Aznar, Bush y Blair en Las Azores-
y que vende armas a los locos porque el negocio está por encima de
cualquier dolor. Ese niño en la orilla nos habla de nuestro modelo de
vida y de nuestras políticas públicas. Los padres de Aylan no querían
que su niño terminara en el orilla. Los asesinos de las Ramblas querían
que esa niña terminara en la acera. Compararlos es no entender que
publicar esa foto es complacer a los asesinos. Es evidente que los
medios -y twiteros- que han publicado las fotos y vídeos no lo hacen por
connivencia con los asesinos. Pero su odio y su manera de estar en el
mundo está tan quebrada que ni siquiera se dan cuenta de a quién
terminan sirviendo.
Para luchar contra el terrorismo, contra cualquier terrorismo, Occidente necesita unidad.
Y la unidad sólo puede lograrse sobre dos principios: que la democracia
sea la base que nos una, y que sepamos que habrá que ceder parte para
que nos encontremos en lo relevante, que es luchar contra los enemigos
de la democracia. No es tan sencillo.
Primero hay que ponerse de acuerdo en cuáles son las bases de la
democracia tanto en Europa como en otros lugares del mundo. Las
propuestas de la derecha para frenar la violencia islamista son
evidentes: más insistencia en el supremacismo cristiano y occidental,
más represión interna y externa, más sospechas sobre la sociedad, más
ley mordaza, más desconfianza y descalificación ante los que piensen
diferente y, por supuesto, más castigo militar en las sociedades rotas
de Irak, Siria, Libia, Yemen o Afganistán (al tiempo que no se dirá
nada sobre, por ejemplo, el gobierno de Marruecos o el de Arabia Saudí).
En cambio, la derecha no estará de acuerdo en acabar con los paraísos
fiscales, en dejar de vender armas a gobiernos dictatoriales, en
invertir para revertir la influencia cultural del islamismo radical, en
recuperar económicamente a los países donde el islamismo radical
aprovecha la pobreza para extenderse y en aumentar el gasto en
inteligencia y prevención como forma de prevenir atentados. Ni en reconocer que desde que se decidió invadir Irak, el mundo está mucho más roto.
La izquierda por su parte tendrá que entender que el miedo social
es legítimo, que no se ha avanzado gran cosa en el diálogo entre
civilizaciones y religiones y que la solución no viene de ninguna
afirmación simple sobre la bondad humana. En resumen, la derecha y
la izquierda tendrán que apelar a la inteligencia, y viendo el mundo que
se ha construido desde que unos bandidos decidieron invadir Irak no es
nada sencillo. Ahí está Trump al que le cuesta incluso condenar el
racismo. Malos tiempos.
Publicar la foto de Aylan nos hace mejores personas porque apela
al compromiso, a la responsabilidad, a no mirar para otro lado. Publicar
las fotos de las víctimas de un atentado islamista -sea en Barcelona,
Niza, Londres o París- es apelar el odio y al ojo por ojo que terminará
dejándonos a todos tuertos. Una foto va al corazón y a la cabeza. La
otra al vientre. Por eso, los que quieren acabar con el drama de la
muerte, de cualquier muerte, hablan con la muerte con dolor y respeto.
En otro lado están los que sólo tienen un espacio pequeño para la
empatía y sienten muy selectivamente. Son los que han defendido a los
nazis de Charlottesville, los que piden “echar a los moros” de España
como en 1492, los que presentan el apoyo a las Primaveras Árabes en 2011
(que hubieran frenado tanta locura) con un apoyo a los asesinos del
ISIS, los que son incapaces de trenzar un artículo sin armar una milicia
para entrar en guerra, los que utilizan la conmoción para barrer para
una casa, la suya, que está cada vez más sucia.
DdA, XIV/3615
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