Ana Cuevas
Si les contara que he visitado un restaurante en Alemania donde el plato estrella del menú se llamaba: "Esencia de judío ahumado a la cámara de gas", ustedes me dirían que he perdido el juicio. Que miento como una
posesa puesto que tal burrada no sería consentida ni de coña en el país
teutón. Pues dirían bien. Los alemanes desprecian ese sentido del humor
chusco, casposo y ofensivo. Incluso lo consideran un delito. Pero en
Carpetovetonia, cuna del esperpento, la percepción del "humor" toma
dimensiones delirantes y se tiene más manga ancha. Eso sí, dependiendo
de donde venga el chascarrillo claro. Resulta que en España existen
bares y restaurantes manifiestamente franquistas que hacen ostentación
de toda la parafernalia de ideología fascista con premeditación,
alevosía y diurnidad.
Tenemos el ejemplo de un bar de Ávila,
Casa Eladio (rincón nacional), donde puedes gozar de unos "huevos rotos
fusilados" , unos "chorizos rojos" o unas "chuletillas del Valle"
rodeado de fotos de Franco, pollos anti-constitucionales y toda clase de
símbolos destinados a hacer apología de la dictadura. La Disneylandia
del prototipo medio del facha recalcitrante patrio. Por cierto, muy
visitado por algunos policías y políticos. Será que enseñan a
romper bien los huevos y se ha corrido la voz.
Pero no crean
que es el único garito donde los nostálgicos de "aquella etapa de
maravillosa placidez", como definió Mayor Oreja a la dictadura
franquista, pueden reunirse para rememorar sus mierdas. Tengo entendido
que hay algunos que celebran el cierre de su negocio cada día cantando
el cara al sol junto a su emocionada parroquia. Una preciosidad.
Y
a mí me da por pensar, vicio que tengo, que esto de los "huevos rotos"
es una metáfora del país. Al menos, de una gran parte de la ciudadanía.
Porque el fascismo y su alargada sombra no solo rompió la madre de la
democracia. Dejó una impronta de miedo, de chulería amagante que
prevalece hoy en día facilitando que sus herederos ideológicos, y en
muchos casos genéticos, sigan siendo los putos amos del cotarro. Y eso
solo pasa cuando, previamente, te han roto "los huevos" que hacen falta
para sacar a esta escoria del escenario nacional.
Huevos rotos
hemos visto estos dos días de moción de censura como para hacer una
tonelada de tortillas. Tortillas mucho y muy españolas, por supuesto. El
caso es que, kamikaze o no, la moción de censura contra Mariano-Babá y
su innumerable banda de ladrones tenía toda la coherencia en un estado
democrático. El problema es que procedía de Podemos. Satán hubiera
tenido más apoyos. Y no me extraña. Escuché el otro día a un tertuliano,
presunto periodista, que afirmó preferir que le roben los del PP a que
le maten los de Podemos. ¡Toma castaña! ¿Cómo habrá averiguado que
Echenique se pone un pasamontañas por la noche y va acuchillando
indiscriminadamente a todo el que se cruza por delante de su chisme
mecánico?
La ignorancia es atrevida pero sobre todo es
peligrosa. Más cuando se lanza desde los medios de desinformación
habituales con el único objetivo de seguir rompiendo los huevos de la
gente.
El Partido Popular se comportó con la indignidad que
le caracteriza. Pese al "fusilamiento" de casos de corrupción que les
cayó encima con la intervención de Irene Montero, aguantaron con
impertérrita chulería la descarga mientras leían un libro o consultaban
sus móviles entre risitas y chanzas.
No quiero entrar a
valorar algunas intervenciones populares, como la de Rafael Hernández,
por puro hastío y nausea. Me quedo con las del ufano presidente. El
mismo que nos deleitó con otras celebres citas que pasarán a los anales
del absurdo como: "Es el alcalde el que quiere que sean los vecinos
el alcalde”. “Los españoles son muy españoles y mucho españoles” o “ETA
es una gran nación”.
Mariano Rajoy en la moción de censura replicando a Pablo Iglesias: "Cuanto peor, mejor para todos. Y cuanto peor para todos, mejor. Mejor para mí el suyo. Beneficio político"
Un
discurso tan incongruente como incongruente es la permanencia de este
partido, o banda organizada, en el gobierno. Pero ahí siguen, en cabeza
en intención de voto. Eso explica el plato gourmet de Casa Eladio. Solo
puede servirse en un país que también tiene rotos los huevos y fusilada
la esperanza. Mi querida España.
DdA, XIV/3563

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