viernes, 30 de junio de 2017

ASUNCIÓN MENDIETA, LOS HUESOS DEL PADRE Y UN ARTÍCULO DE MACHADO

Félix Población

El sindicalista Timoteo Mendieta fue fusilado por la dictadura franquista en 1939 y será enterrado con toda la dignidad que merece el próximo domingo en el cementerio civil de Madrid. Hasta hace dos meses no fueron reconocidos sus restos, después de cuarenta años de democracia y tras sucesivos gobiernos socialistas al frente de la administración central del Estado. 

El pasado 31 de mayo, por orden de la justicia argentina, los huesos de Timoteo Mendieta fueron exhumados, después de una exhumación fallida en enero del año anterior. Ascensión Mendieta, una anciana de 91 años que en su día realizó un viaje a Argentina para lograr lo que ahora ha conseguido, asistió al encuentro de los restos de su padre con la luz de la memoria. Con una de sus seis hermanas, ya fallecida, inició Ascensión el duro camino que comportó haber llegado hasta el próximo domingo. 

Ahora solo quiere que la entierren con quien le dio la vida, después de haber pasado toda ella sin su presencia por culpa de unos desalmados. Son sus palabras. De la inconmensurable entidad de su sentimiento habla por sí solo la dignidad de ese rostro, sobre cuyo silencioso dolor durante cuarenta de los últimos ochenta años tiene un grave responsabilidad el régimen celebrado con tantos honores ayer por la mayor parte de los diputados del Congreso y los que lo fueron en los últimos cuatro decenios. 

A la abuela Ascensión Mendieta le helaron el corazón a flor de vida, rey Felipe, y no porque una España se enfrentara contra otra, sino porque los mismos que no dejaron de protagonizar guerras civiles durante el siglo XIX, hicieron desembocar al país en las páginas más atrasadas de esa centuria con una última contienda crudelísima, pues acabaron a sangre y fuego con la España de Antonio Machado y de cuantos intelectuales y artistas, como el poeta, interpretaron el nacimiento de la segunda República como digna bandera de esperanza y defensa. Recupero para la ocasión este artículo de don Antonio, publicado en el diario El Sol en febrero de 1937:

texto completo
 El texto completo en el diario El Sol.

Madrid por Antonio Machado

Tres meses de asedio, bajo el hierro y el fuego, viene resistiendo Madrid, y todavía tiene, según me dicen, la sonrisa en los labios. Yo no lo dudo. Porque Madrid es la sonrisa de España y la flor inmarcesible de esa misma sonrisa. La gracia madrileña, que tanto han enturbiado y desmedido sus malos comediógrafos y que tan finamente han captado los buenos, es eso, precisamente eso: una sonrisa a pesar de todo, no exenta nunca de ironía. En la vida cotidiana, más dura, más incierta, más amarga y más laboriosa que en ninguna otra de nuestras ciudades, Madrid, centro y capital de España, rompeolas de sus varias regiones, crisol también de todas ellas, Madrid, tantas veces tachado de frívolo, aprendió a sonreír a pesar de todo, quiero decir con plena conciencia de los motivos del llanto, que Madrid llegue a la plena tragedia y al sacrificio heroico sin perder la sonrisa es algo muy digno de admiración, pero no de extrañeza. A los que no podemos acudir al frente de combate por viejos o por enfermos o por falta de ánimo, no nos incumbe la misión de reforzar la moral de los combatientes. Son los combatientes quienes están reforzando la nuestra, al poner al tablero la moneda única que se juega en estos lances. Es esto lo que no debemos olvidar cuantos escribimos sobre la guerra. Item más: por respeto a los que luchan, para contribuir en la medida de nuestras fuerzas al éxito final de nuestra causa, hemos de evitar o corregir lo que sería el más grave pecado de la retaguardia: el de pensar que incrementando el odio a nuestros adversarios aumentaríamos el valor polémico, la eficacia guerrera de los luchadores. Esto sería un error psicológico y un yerro moral. Como supremo resorte de combate, el amor a una causa es mucho más fuerte que el odio a los adversarios a ella. He aquí la gran lección que el frente de combate dicta a la retaguardia. Es la lección de Madrid, que todos debemos aprender. Y si preguntáis: ¿Es que esos hombres heroicos, que a tan crueles enemigos combaten, no dudan de la victoria? Yo no vacilaría en contestaros: Lo propio del heroísmo no es la seguridad del triunfo, sino la ferviente aspiración a merecerlo. Madrid lucha hoy por defender a toda España, como tantas veces y con tanta razón se ha dicho; a toda España, sin excluir a la España de sus adversarios. Porque Madrid sabe muy bien que no todos sus enemigos son teutones y bereberes, que hay muchos españoles entre ellos, cuyos hijos sólo podrán salvarse con la derrota de sus padres. Madrid lucha sin odio -ésta es su mayor grandeza y el secreto de su energía milagrosa-; por eso puede sonreír y merece vencer.


DdA, XIV/3575

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