Juan Carlos Monedero
El Independiente
A Pedro Sánchez
no le han salvado las masas tomando la cárcel y rescatándolo de
presidio. La épica del PSOE no llega a tanto. A Sánchez le rescataron,
casi exclusivamente, los marines de Felipe González, Susana Díaz, Zapatero y Rubalcaba. Ese rescate fue radiado y editorializado por Cebrián y el grupo PRISA. El toque de pasión, drama y tensión lo pusieron Eduardo Madina,
con esos cambios de comportamiento que entregaba notas de serie mala de
los ochenta, y la existencia de un malvado a medio camino entre la
pusilanimidad, el patetismo y la falta de vergüenza como es Antonio Hernando. Fue el PSOE quien hizo de uno de dentro un outsider. Y eso ahora funciona.
Es francamente improbable que Pedro Sánchez haya podido cambiar su
manera de pensar. Y mejor que no sea así. Porque si no tienes las ideas
claras pasados ya los cuarenta la cosa se torna preocupante. Lo que sí
ha cambiado es el espacio que quiere ocupar en ese partido, lo que no es
poco, y demuestra que todos estos años de funcionario del PSOE le han
enseñado, al menos, a manejarse dentro del campo minado de Ferraz.
Al lugar que quiere ocupar Sánchez le ha empujado la guardia
pretoriana de su partido, muy ocupada habitando la parte más claramente
de derechas del PSOE. Le dejaban todo el espacio libre desde el centro
hasta el precipicio, como lo llamaría Alfonso Guerra. Y, claro, ahí estaba la militancia que no podía soportar ver cómo sus dirigente volvían a nombrar presidente del Gobierno a Rajoy
después de partirse el lomo en una campaña electoral articulada con la
única idea de “nunca haremos presidente al responsable de la Gürtel”.
Como el PSOE no está en condiciones de un debate de ideas, la discusión será parar a Podemos
Por eso, Sánchez enfrenta cuatro dilemas que difícilmente va a poder
solventar a la vez. En primer lugar, sus propias ideas, articuladas
durante más de dos décadas con los conservadores de su partido. Defendió
la reforma del artículo 135, el TTIP, el CETA, la condición unitaria de
España, las privatizaciones, las reformas laborales de su partido o las
opciones más conservadoras de la socialdemocracia europea.
Es verdad que la política en el siglo XXI es muy flexible, pero si se
exagera pierde credibilidad. Eso le conduce a brindar resultados
netamente internos. Como el PSOE no está en condiciones de rebajarse
a un debate de ideas, la discusión va a centrarse en pararle los pies
al enemigo principal que, como dijo un diputado socialista, no es el PP
sino Podemos. De hecho, Sánchez ya ha dicho que su éxito se mide por
haber evitado el sorpasso, no por haber llevado al PSOE a su peor resultado histórico.
En segundo lugar, tiene que lidiar con el aparato del PSOE, en manos de los susanistas,
que han sacado el 50% de los votos. Como vengo sosteniendo, esa gente
no es cualquiera. Es verdad que recordarles sirve para perder primarias,
pero ignorarles sirve para enfrentarte a una parte importante del poder
real de este país. Es la parte régimen del PSOE, la que organizó la abdicación del Rey Juan Carlos I,
la que forma parte del grupo PRISA y controla el grueso de las
relaciones con los medios, la que tiene sus fichas en el Ibex 35 y en
los organismos financieros internacionales, la que negocia con la cúpula
de la conservadora Iglesia católica española, la de los ERE en
Andalucía y la del robo del dinero bajo la excusa de la minería en
Asturias, la que negocia las deudas del partido, la que recibió una
comisión por la venta de FCC a Carlos Slim, la que está
en los contratos multimillonarios, la que negocia con la burguesía
vasca o catalana pero agita el artículo uno de la Constitución cuando
los sectores populares vascos o catalán reclaman el derecho a decidir,
la que forma parte del entramado de la OTAN, la que se puso enfrente de
toda la izquierda latinoamericana y también de Corbyn, de Sanders e, incluso, de la alianza de izquierdas en Portugal. A ver cómo lo hace Sánchez.
El PSOE tiene la enfermedad de los reyes destronados y reclama su lugar de honor
En tercer lugar, Sánchez tiene que enfrentar el equilibrio de fuerzas
en un Parlamento que ha dejado atrás el bipartidismo. El PSOE tiene la
enfermedad de los reyes destronados y reclama su lugar de honor, pero
aunque suspire por los buenos tiempos, los días de gloria pertenecen al
pasado. En esta nueva etapa donde nadie va a tener mayoría absoluta,
¿con quién va a pactar Sánchez?
La militancia ve con buenos ojos un pacto con Podemos para acabar con
Rajoy, pero la lógica partidista del PSOE está en contra. ¿Va a volver a
pactar con el Ciudadanos que está sosteniendo a los corruptos en
Andalucía, en Murcia o en Madrid? ¿Va a pactar con el PNV que chantajea
en los Presupuestos? ¿Va a pactar con el PDeCat al que acusa de querer
romper a España? ¿Va a decir una cosa y luego a hacer otra?
En cuarto lugar, Sánchez tiene que satisfacer a la militancia que le
ha alzado con la Secretaría General desde posiciones nítidamente de
izquierdas. La militancia del “no es no”. Una militancia que ve con
buenos ojos el acuerdo con Podemos, que exige el derecho a decidir, el
fin de las políticas de austeridad plantándole cara a Bruselas, una
actitud frontal con el capital financiero, la nacionalización de los
bancos rescatados, el fin de las puertas giratorias. Sánchez no puede
satisfacer este punto sin poner en riesgo al menos dos de los
anteriores.
España está en emergencia democrática. Ése es el punto de partida. Cifuentes,
que venía a regenerar el PP (aunque lleva 26 años mandando con los 40
ladrones), ha visto cómo 21 de sus diputados han renunciado al puesto
por problemas con la justicia. Granados está en la cárcel, Ignacio González en la cárcel, Rato, tarde o temprano, jugando al mus con los colegas; Bárcenas negociando con su información, Rita Barberá en el cielo.
Algún presidente de comunidad autónoma, presidenta o ex, con bastante
probabilidad terminarán igualmente en la cárcel. El PP, desesperado,
pone a jueces y juezas recusados por su parcialidad pepera en
el Tribunal Supremo. ¿Quién no quiere ver que estamos en emergencia
democrática? Porque no se trata de que al presidente del Gobierno se le
haya escapado un gallo. Es que están los zorros en el gallinero. ¿Qué va
a hacer al respecto Sánchez?
Sería intolerable que Podemos retirara su moción de censura sin mediar el compromiso claro del PSOE
Pablo Iglesias le ha ofrecido retirar su moción de
censura si el PSOE se compromete a presentar una. En ese caso, Podemos
apoyará al candidato a presidente de Gobierno que decida el PSOE. Pero
Sánchez va a vivir echando balones fuera. No puede solventar sus
contradicciones. Y otra vez su principal baza será jugar a ganar tiempo.
No sólo hasta el congreso del PSOE, sino también después. Por eso,
sería intolerable que Podemos retirara su moción de censura de no mediar
el compromiso claro del PSOE de acabar con el Gobierno de Rajoy. De
hacerlo sin esa exigencia, ofendería a sus bases y todo el argumentario
con el que llenó con decenas de miles de personas la Puerta del Sol
caería en vacío.
Acabar con Rajoy y con sus políticas. Si Sánchez volviera a repetir
el fraude de pactar con Ciudadanos, todo este esfuerzo hecho por la
militancia socialista se vería defraudado. El proyecto político de
Podemos no está subordinado al del PSOE. Hace bien Iglesias en tenderle
la mano a Sánchez. Pero sólo si la militancia del PSOE obliga a su nuevo
secretario general a cumplir sus promesas.
En 2004, en la calle Ferraz la gente le gritó a Zapatero ¡No nos falles!. Esta semana, en Ferraz los seguidores de Sánchez le gritaron ¡Sí es sí! y cantaron La Internacional. ¿Estará vigilante esa militancia?
Quizá Sánchez sea coherente con lo que dijo en una entrevista
culpando al Ibex 35 y al grupo PRISA de vaciar la democracia y decida
anunciar medidas para que no vuelva a pasar eso. También podría
garantizar que el diputado de Nueva Canarias no dará su voto para que
Rajoy saque sus Presupuestos. O anunciar que va a presentar una moción
de censura sobre la base de 20 puntos de regeneración democrática
acordados con las fuerzas democráticas para que no puedan frenar los
corruptores que están empezando a entrar en prisión. O simplemente quizá
vuelva a hacer lo que mejor se le ha dado hasta ahora, que es ganar
tiempo.
Mucha gente se sentirá defraudada. Y a ver entonces quién tendrá la
culpa de que Rajoy y el partido más corrupto de la Historia de España
siga gobernando con apenas el 30 % de los votos.
DdA, XIV/3547
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