jueves, 18 de mayo de 2017

PARA CABALLERO BONALD, EL FASCISMO ESTÁ AGAZAPADO Y A LA VUELTA DE LA ESQUINA


 Antes de ponerme a leer como su autor merece el nuevo libro de Caballero Bonald, a quien este Lazarillo tanto valora desde hace muchos años como escritor y poeta,
no quiero dejar sin consignación e inserción en este modesto diario la breve entrevista que publica Cuarto Poder. El libro tiene un título con resonancias clásicas, Examen de ingenios. En sus páginas habla José Manuel de personas que le parece que son escritores relevantes, aunque no tenga relación con ellos. Dice retratar con su prosa a unos personajes, pero al mismo tiempo esos personajes también lo retratan a él. Además de por el escritor, he reparado en la interviú por el titular que la encabeza, con el que este Lazarillo coincide plenamente, por más que le espante el diagnóstico: "Creo que el fascismo está agazapado y a la vuelta de la esquina". Y añade el escritor andaluz: "La derechización del mundo es un hecho y el neoliberalismo lo contamina todo. El fascismo sigue por ahí agazapado. O sea, que Dios nos coja confesados". Era muy niño Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) cuando el nazi-fascismo inició su desarrollo en Europa por los años treinta del pasado siglo. Nada me extrañaría que el poeta hiciera de esa similar circunstancia entre su tierna niñez y su lúcida senectud alguna reflexión o poema. Estoy por decirle que lo necesitamos.

Juan Ángel Juristo

Examen de ingenios, publicado en Seix Barral, es el título del último libro de, Premio Cervantes en 2012, amén del de la Crítica, Premio Nacional de las Letras, Biblioteca Breve, Premio Nacional de Poesía, Premio Andalucía de las Letras y una docena más, y autor de libros tan afamados como Descrédito del héroe, Ágata ojo de gato o La novela de la memoria, por citar títulos señeros de la poesía, la novela o el género autobiográfico. Examen de ingenios trata de 103 semblanzas de escritores, cantaores, Niña de los peines, Manuel Agujetas, Antonio Mairena, no olvidemos que Caballero es autoridad en el mundo del flamenco y artistas plásticos, caso de Tápies, Pepe Caballero o Manuel Viola. Entre esta semblanzas se encuentran bellas evocaciones de Ana María Matute, Azorín, antológico el modo en que presenta al personaje, Camilo José Cela, Carlos Barral, Gil de Biedma, Jorge Luís Borges, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Lezama Lima, Blas de Otero, Claudio Rodríguez y un largo etcétera donde Caballero utiliza con espíritu crítico, bastante ironía y acendrado sarcasmo, el difícil arte de la semblanza.No exento de causar polémica por algunos juicios que vierte, este libro es modelo de adjetivación,tratándose de Caballero no es ninguna novedad, y de sentencias firmes, justas y de largo alcance. Hemos mantenido esta entrevista con él, donde el autor de Campo de Agramante desvela aspectos de su última obra, valora a ciertos escritores de su generación y se muestra muy crítico respecto al porvenir político que nos espera. No es nuevo: hace tiempo que nos lo avisó.
— El título es magnífico. De entrada remite a Huarte de San Juan, uno de nuestros grandiosos heterodoxos. ¿Pretende ser este libro de semblanzas heterodoxo respecto a algunas vacas sagradas de nuestra cultura en español?
— La gran literatura es obra de grandes heterodoxos La heterodoxia, en términos literarios, es un excelente punto de partida. Y creo que eso no lo he perdido de vista en mi libro, que tiene cierto carácter heterodoxo, de desobediencia al canon.
— El libro abarca cuatro generaciones, con especial incidencia en la del 50, ¿Es el hacer interminable el libro la razón de no haber incluido a nadie desde los novísimos?
— Bueno, esa es la razón más evidente, pero también hay otras más personales, referidas a mis propias predilecciones literarias. Yo hablo de personas a las que considero escritores relevantes, aunque no mantenga con ellos buenas relaciones.
— ¿Cuál cree que debe ser la composición precisa para una buena semblanza?
— Pues no lo sé. Yo me planteo la semblanza a partir de los rasgos más visibles del personaje y luego voy eliminando lo que considero más pueril, más anodino. Al final, acabo inventándome un personaje que es el que resulta más representativo, o eso creo.
— Hay semblanzas nada favorables para algunos contemporáneos. Supongo que eso le tiene en inventario, gajes del oficio..
— Sí, en el libro hay de todo, apegos y desapegos, amigos y poco amigos. La literatura es una cosa y otra muy distinta el autor. He retratado a los personajes según lo que pienso de ellos, sin tapujos y sin someterme a ninguna norma preestablecida.
— Más que ciertas invectivas me interesa cierta revisión del canon, que usted practica aquí de soslayo. Así, el palo que da a Galdós y a Baroja respecto a la novela realista, que definitivamente no parece gustarle nada…
— Bueno, a quien dedico un retrato más bien desapacible es a Baroja, que es al que conocí, claro. A Galdós sólo lo cito de pasada… Verá, no es que desdeñe a esos escritores, es que sus obras no concuerdan para nada con mi concepto de la literatura. La prosa narrativa realista sólo tiene para mí un valor informativo, de ahí no pasa. El estilo, el funcionamiento artístico de las palabras, la belleza del texto, son los únicos ingredientes posible para que la literatura merezca ese nombre.
— ¿Tuvo en cuenta ilustres precedentes como Españoles de tres mundos, de Juan Ramón, o Retratos contemporáneos, de Ramón, o el de Octavio Paz a la hora de pergeñar Examen de ingenios?
— Esos son desde luego unos ejemplos excelentes, sobre todo Españoles de tres mundos. Ojalá mi libro tenga algo del de Juan Ramón. Estoy convencido de que la prosa de Juan Ramón es la mejor de su tiempo.
— A pesar de no hacer precisamente una hagiografía de algunos amigos míos, Bryce, Cabrera Infante…tengo que reconocerle que el adjetivo en usted tiene algo de definitivo…
— El adjetivo es el nutriente esencial de la prosa literaria.
— ¿No cree que se muestra más indulgente con los del 50, generación a la que usted pertenece, que con otras, caso de la de Cela, o algunos del 98?
— ¿Usted cree? No soy consciente de eso… Con algunos del 50 -con Gil de Biedma, por ejemplo- no soy nada complaciente… En el libro hay mucha ironía que a veces se tiñe de sátira, incluso de sarcasmo…
— Usted dice de un tiempo a esta parte que este libro es el último. Desde que dijo aquello ha publicado tres. ¿Es éste el último?
— Es verdad, hace años que vengo diciendo que ya no voy a escribir más, pero luego se me cruza por delante alguna idea apetecible y vuelvo a las andadas… Ahora ya, a mis años, sólo espero la visita de algún poema.
— ¿Escribió este libro por alguna necesidad aplazada? Vale decir, dejar testimonio de algunos pareceres…
— Bueno, yo creo que el libro tiene mucho de memorias… Son unas memorias fragmentadas por los propios personajes. Por ahí ando yo, por ahí se filtra mi experiencia cultural y humana, mis relaciones con la vida. Digamos que yo retrato a unos personajes y esos personajes también me retratan a mí,
— Usted es hombre preocupado desde siempre por las cuestiones sociales y políticas. A raíz de las elecciones francesas, ¿cómo ve el panorama que se nos presenta?
— La derechización del mundo es un hecho y el neoliberalismo lo contamina todo. El fascismo sigue por ahí agazapado. O sea, que Dios nos coja confesados.
— ¿Podría decirnos cuál cree que será el legado que nos dejará la generación del 50?
Valente, Barral, Claudio Rodríguez seguirán siendo modelos dentro de un siglo.

DdA, XIV/3540

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