
Alicia Población Brel
Ámsterdam
Uxía Martínez Botana (La Coruña, 1988) empezó a estudiar contrabajo a los 6
años con el bajista de la Orquesta Virtuosos de Moscú Witold Patsevich.
Después de sus estudios en España, amplió su formación en los Países Bajos, en
el Conservatorium Van Amsterdam, donde terminó su doble bachiller
con Peter Stotijn y el bajo barroco con Maggie Urquhart. Uxía ha trabajado como
bajista en The Royal Concertgebouw Orchestra, Holanda Philharmonisch Orkest,
bajo la dirección de Marc Albrecht, y la Amsterdam Sinfonietta, bajo la
dirección de Candida Thompson. Actualmente es el Contrabajo Principal de la
Filarmónica de Bruselas. Es miembro y creadora de Rubik Ensemble, compuesto por
seis reconocidos instrumentistas que han sido ganadores de diversos premios
internacionales de prestigio en solitario o han estado trabajando como orquestadores en las
mejores agrupaciones. La revista norteamericana No Treble seleccionó a Martínez Botana entre los diez
mejores instrumentistas mundiales de su especialidad, y la publicación japonesa The Walker’s la proclamó artista
del año 2016. Tiene programados una serie de
conciertos con la Orquesta Sinfónica de Galicia para el próximo verano e impartirá
clases en el Festival de Panticosa y en el International Music Festival de
Stellenbosch, en Sudáfrica. Nuestra agradable e interesante conversación discurre en su apartamento de Ámsterdam, donde reside.
¿Qué
buscas en tus clases como profesora?
Busco tirar del “yo” más profundo de cada uno; ese es el
que el público va a querer ver, el más bello de todos, lo que el músico
transmite. Nada de ejercicios técnicos, eso viene después. Primero es llegar a
ti mismo y obtener esa seguridad que te da conocerte. Hay que conocerse bien,
los miedos, los límites pero también las ventajas. Creo que es más importante
“crear” un alumno muy fuerte psicológicamente, que sepa muy bien quién es y a
partir de ahí construir una buena base técnica.
¿Qué
es lo primero que intentas transmitir?
Lo primero es que no tengan miedo a mostrarse como son.
Muchas veces me encuentro con gente que quiere mostrar más de lo que puede en
el momento y se olvidan de la calidad que ya tienen. También pasa al contrario,
te encuentras con alumnos a quienes les han machacado tanto psicológicamente
que tienen un bloqueo emocional que impide que esa calidad ya adquirida se
exprese con claridad.
Y si
te encuentras con un alumno con muy buena técnica pero al que le falta esa
musicalidad, ¿por dónde empiezas?
Todos tenemos sensibilidad, somos seres humanos, lo que
pasa que hay gente que tiene más y otra que tiene menos y que cuesta más
sacarla. Quizá puedes orientar al alumno y eso creo que se logra haciéndole
escuchar mucha música. Escuchando se desarrolla la sensibilidad y así también
la musicalidad.
¿Y el
talento innato?
No significa absolutamente nada. Es algo que si no se trabaja
se pierde. Y tu profesor puede ser tu guía pero no te toca con una varita y ya
está hecho. No. Todo es fruto de tu esfuerzo, absolutamente todo.
¿Usas
algún método específico de estudio?
Odio los profesores que utilizan un método y creen que
esos seis ejercicios pueden funcionar con todos los alumnos. Es absurdo. A unos
puede funcionarles muy bien, pero a otros les destruye porque les hace creer
que si no funciona es culpa suya y no de que quizá, tal y como son, no les va
bien ese método. Creo que eso es debido a que no se hace un estudio en
profundidad de la persona. Los profesores se centran en los aspectos técnicos y
no en cómo funciona la cabeza del alumno. Un profesor tiene que ser como un
guía, como un guía espiritual, casi. No solo tiene que instruir al alumno a
cómo ganar una audición o a cómo hacerlo bien en un concierto sino también
ayudarle a conocerse a sí mismo.
Pero
eso es muy difícil, ¿tú te has encontrado con algún profesor así?
Solo con uno, el primero, Witold Patsevich. Él conocía muy bien mi carácter. Se dedicó a alimentar
mis puntos fuertes y a trabajar los débiles y así construyó un performer
sólido, alguien seguro de sí mismo. Además, todas las semanas nos hacía salir
al escenario.
Así te fue acostumbrando a estar en él...
Hay dos
tipos de personas: la gente que de por sí le gusta subir al escenario y la
gente que tiene miedo. Yo era poco tímida y fue más fácil. Pero no sabía
estudiar, por ejemplo, porque tenía poca paciencia. Él lo sabía y me hacía
juegos para trabajar ese punto débil. Por cada ejercicio para la mano
izquierda, por ejemplo, me hacía hacer un dibujo de lo que me inspiraba, y como
yo tenía mucha imaginación el punto fuerte ayudaba a la falta de concentración,
que era lo que flaqueaba. Desde Patsevich no he vuelto a cruzarme con ningún
profesor que merezca llamarse pedagogo.
Antes has hablado de conocerse a sí mismo y de lo importante que es. Creo que es algo que puede dar mucho miedo y a lo que no todo el mundo está dispuesto a comprometerse.
Sí que es duro. Tienes que afrontar muchas cosas de tu
vida, pero así es como se crea una identidad, un criterio. Para crear una nueva
generación de músicos auténticos hay que pasar por ese proceso, y no podemos ir
todos siguiendo un mismo esquema, siendo estándar. La peor palabra que le puedes
dar a un artista es ser estándar. Parece que todos tenemos que ser 1, 2, 3, 4.
No, yo quiero 1, 3, 7, 8, 16…
¿Es extrapolable fuera de la música?
Sí. Estamos en un momento en el que ser hipersensible,
ser especial no se premia sino que se castiga. Eres un problema porque eres
diferente, superior a la media.
¿Así
que la clave es la autenticidad?
Bueno, creo que es lo que te hace durar. Quien llega y es
auténtico se mantiene, y mantenerse es mucho más difícil que llegar. Eso se ve
mucho en los concursos. Alguien que gana el primer premio porque le han ayudado
puede tener conciertos por dos años pero luego desaparece. Hay que tener pasión
y sufrir un poco para ganarse el pan. Janine Jansen, por ejemplo, es una
violinista de pedigrí, de las más reconocidas, y gano una competición nacional
de aquí de Holanda, nada importante, y ahí la tienes, y se mantiene.
Las
relaciones que tienes con la gente también pueden hacerte crecer como artista y
como músico, pero es difícil crear una generación como la que dices si no se
profundiza en ellas.
Es verdad, y eso es porque la gente tiene un pánico
irracional a sufrir. Es muy cómodo vivir en la superficialidad porque te da
“felicidad”, pero es falsa, una jaula de oro, en la que piensas que como nadie
puede tocarte nadie puede dañarte y sí, pero también pierdes cosas y al final
te pierdes tú. La consecuencia de no sufrir es no llegar a conocerse, no llegar
a saber qué es lo que quieres y lo que no.
CUANDO TE PONES UN
PRECIO, TAMBIÉN LO PONES A TU LIBERTAD
¿Qué opinas
de la industria musical?
Hay gente muy poderosa y da bastante miedo. Yo no me he
querido vender nunca. Hay discográficas que te hacen firmar un contrato en el
que dice que cada vez que salgas en público tienes que ir con tacones de quince
centímetros y el vestido ajustadísimo, ser una bomba sexi. Si no quieres te dan
con la puerta en las narices pero en el momento en el que dices que sí ya no
hay vuelta atrás, pierdes tu identidad y tu autenticidad, ellos deciden por ti.
Cuando te pones un precio también le pones precio a tu libertad.
¿Qué
tiene que ver el ego en todo esto?
El ego es esa voz que te dice que eres el número uno al
salir al escenario y necesitas esa fuerza. Realmente es un mecanismo de
defensa. Al escenario no puedes salir diciendo “venga, a ver si hoy hay
suerte”, porque así no ganas. Te hace ser muy exigente contigo mismo, que no te
pases una, y eso lo necesitas para construir.
Creo que todo artista ha de tener algo de ego porque es
una parte muy fuerte de esa identidad de la que hablábamos antes. Además creo
que el artista es el que más sufre la bipolaridad: cuando sales al escenario
eres alguien que no eres cuando te tomas un café con un amigo. Y si no separas
cómo eres en el escenario de cómo eres el resto del tiempo puede significar que
te gusta demasiado vivir del personaje.
¿Qué es para ti tocar música de cámara?
Para mí es defender tu individualidad. Esa es la
principal diferencia entre tocar cámara y tocar en orquesta. Con un grupo de
cámara defiendes esa individualidad pero a la vez la compartes, compartes ese
“yo” tan íntimo del que hablábamos antes. En una orquesta de ochenta y cinco
personas es muy difícil ponerse de acuerdo. Una orquesta no promociona el “yo”
individual.
¿Cómo
surgió el Rubik Ensemble?
Cuando tenía veinticinco años empecé a cansarme de tener
que complacer a ciertas organizaciones que solo aceptaban su política y que no
defendían la identidad del músico. Entonces me puse en contacto con esos cinco,
y conmigo seis, músicos que forman el Rubik.
¿Por
qué Rubik?
Por el cubo de rubik. Es lo que somos: seis caras, seis
colores, seis nacionalidades. Las piezas encajan por combinaciones y a través
de esos engranajes (dúo, trío, cuarteto, quinteto, sexteto), que es lo que
nosotros ofrecemos, conseguimos la combinación perfecta que defiende esa
individualidad y la reivindica. Podemos no tener nada que ver culturalmente,
cada uno es un mundo, somos diferentes, y es la música la que hace que nos
encontremos.
Es muy
difícil encontrar esa buena conexión en un grupo de cámara.
Con las personas encajas o no encajas. En el Rubik
comunicamos mucho pero hablamos muy poco. La música es el arte metafísico, no
es tangible, no puede verse, ni tocarse, pero está, se cuece en el aire, y es
capaz de elevarte a la enésima potencia sin necesidad de palabras o
explicaciones.
¿Cómo
trabajáis viviendo cada uno en un sitio distinto?
Hacemos pocos ensayos pero muy productivos. Solemos
quedar en Ámsterdam o en Bélgica, durante un festival. Ahora estamos buscando
un sponsor porque queremos algo de estabilidad y, ya sabes, está difícil. Se
invierte poco en el arte.
LA MÚSICA ES EL ARTE
MÁS DIRECTO HACIA EL ALMA
¿Por
qué crees que pasa eso?
El arte te pone en contacto con tus emociones y
últimamente la gente trata de evitarlo, el miedo a sufrir del que hablábamos
antes. Creo que la música es el arte más directo hacia el alma, te conecta
inmediatamente con esas emociones, pero hoy en día la sociedad piensa que,
porque eso no vende, no es importante. Si no vende, ¿para qué invertir? Quien
lo hace es tachado de cursi, de sentimental en el mal sentido, pero es justo
eso lo que hace falta. La sociedad se está deshumanizando porque cada vez está
menos en contacto con las emociones. Las emociones crean identidades fuertes y
el sistema nos quiere débiles y manipulables.
Tocaste
en vivo la banda sonora de la película “The artist”. En alguna ocasión has
dicho que presentar la música clásica de este modo acerca a la gente y anula por otro lado
la idea de que este tipo de música está hecha para una élite.
Hay un mercado de la música barato, que es el del pop o
el rap. Esto hace pensar a la gente, sobre todo a la gente joven, que la música
clásica está hecha para gente de un cierto standing social. El hacerlo de esta
forma, tocando en vivo una banda sonora, atrae muchísimo, y además atrae a un
público de menos de ochenta años con lo que se rompe un poco el tópico de que la
música clásica es elitista.
¿No te
da un poco de prevención que, por atraer precisamente al público mediante estímulos visuales, se pueda perder interés por la sonoridad y se subestime la música clásica per se?
Lo que pasa es que aquellos que vienen esta semana por el
visual a la siguiente van al concierto sin necesidad de que haya película. Es
una manera de descubrirles la música mediante el espectáculo.
¿Y no
tienes la sensación de que puede mermar el intimismo en favor del espectáculo? Parece como si sin mil luces y fuegos artificiales no se pudiera garantizar el interés por la música.
La sociedad está cambiando y nosotros tenemos que
adaptarnos. Lo puedes llamar venderse, pero quizá es venderse de una manera
sana, porque atraemos público y eso es lo que necesitamos para sobrevivir; sin
público sí que se muere la música clásica. Vivimos al segundo, todo va muy rápido,
y si no metemos a la música clásica dentro de esta evolución precipitada vamos
a acabar desapareciendo. Así que no hay mucha opción, hay que ser objetivo para
sobrevivir.
Como
contrabajista habrás tocado mucho repertorio contemporáneo. ¿Qué piensas de la
música contemporánea y por qué crees que existe a veces cierto rechazo hacia
ella?
Hay compositores que saben escribir y compositores que
no. Soy muy partidaria de la música contemporánea porque es la música del
futuro y hay que apoyar al futuro. El compositor contemporáneo tiene que pensar
mucho en el mensaje que va a dar y en la manera en la que se lo va a hacer
llegar al público. Algunos compositores componen para su propio mundo y sí,
puede ser muy interesante ver el mundo de una persona, pero claro, tu mundo lo
ves tú, e incluso otros, aunque sean músicos, lo van a ver de forma diferente y
eso puede ser una barrera. Michael Van Der Aa, por ejemplo, creo que tiene una
forma de componer súper efectiva. Cada parte en solitario puede ser “simple”, de
alguna manera, pero el conjunto y la puesta en escena tiene una fuerza que
llega directa al público.
*Entrevista publicada hoy también en Periodistas en Español.
*Entrevista publicada hoy también en Periodistas en Español.
DdA, XIV/2516
1 comentario:
Enhorabuena por la entrevista y por la personalidad intelectual de la entrevistada. Da gusto pensar que un país como el nuestro, tan deasistido musicalmente por los sucesivos gobiernos, exporte joyas como Uxía. Y también da pena. Enhorabuena a entrevitadora y entrevistada, y mucha suerte en con el hermoso y duro arte que han elegido.
Publicar un comentario