Si 33 años atrás la justicia no se inmutó ante el chiste
de Tip y Coll, que en gloria estén, cabe decir que la condena
de Cassandra nos puede remontar a tiempos bastante anteriores,
muy próximos sin duda a los del mismísimo
ascenso del almirante, queridos amigos.
Ana Cuevas
Recuerdo nítidamente tus gestos,
esa mirada entre tierna y socarrona, las últimas conversaciones que
mantuvimos a sabiendas de que ya no habría más. De que una hermosa parte
de mi vida desaparecía para siempre. Conscientes de que la despedida
estaba cerca, me tomabas de la mano, posabas tus labios sobre ella y
antes de que las lágrimas afloraran a mis ojos, me soltabas alguna de
las tuyas intentando arrancarme una sonrisa clandestina. Sobre todo
cuando me decías: “Yo me apeo pero el panorama que os queda …. Coge
aire pequeña. Nunca pierdas la capacidad de luchar por ese mundo
nuevo que anhelan nuestros corazones”. Y sonreía aunque el terror
atenazara mi garganta. No por la deriva de este mundo pues, como dice el
tango, ya se que fue y será una porquería atemporal. Sino porque ya no
estás en él. Porque cada día me despierto queriéndote hablar de tantas
cosas… compañero del alma, compañero.
Por ejemplo de Cassandra. Una muchacha
que ha sido condenada a un año de prisión y siete de inhabilitación por
un tuit sobre la ascensión a los cielos de Carrero Blanco. Los que ya
tenemos cierta edad y vivimos los últimos coletazos de la dictadura
recordamos que, precisamente, los chistes sobre Franco o Carrero
eran una señal de que otra etapa diferente estaba por venir. Hasta mi
padre, guardia civil adepto al régimen, no podía evitar repetir los
chascarrillos que circulaban por los bares e incluso en los cuarteles.
Se desternillaba con uno en especial: “Carrero Blanco coge un taxi y el taxista le pregunta: ¿A qué altura de la calle quiere que le deje?” Le hacía tanta gracia como cuando Gila contaba aquello de que a él “lo fusilaron mal”. Humor
negro en ambos casos con mejor o pero gusto. Pero humor al cabo. Un
hálito de libertad ante la asfixia. Para superar la adversidad o
ahuyentar el miedo. Humor para sobrevivir.
Lo cierto es que don Paco y sus mariachis
se hacían los longuis. Eran tiempos de cambio y no procedía mandar al
talego a nadie por una gracieta irrespetuosa. Durante la dictadura
personajes como Luis Cebrián, en su libro “La agonía del Dragón”, se
despachaban a discreción sin que hubiera consecuencias penales. Cito
textualmente un párrafo: ” Fernández Miranda va a ver a Franco y no
sabe cómo comunicarle el atentado. Hasta que al final se presenta
sonriente y con dos mechones de pelo oscuro y espeso en las manos, ¿de
quién son estas cejitas?, y luego agitando un enorme amasijo de carne,
¿de quién son estas ojeritas?” ¡Ay Luis Cebrián! ¡¿Quién te ha visto y quién te ve?!
El caso es que cuarenta y pico años
después, en una presunta democracia, puedes ir a la cárcel por tuitear
gilipolleces, contar chistes malos o ser titiritero. Los corruptos no la
pisan ni de puntillas. Y eso sí que es humor negro azabache. Un humor
exclusivo de las élites que nos han estado robando década tras década y
que prometen seguir haciéndolo hasta matarnos de risa. La suya claro. Ni
tampoco hay consecuencias para las amenazas de muerte, nada de chistes
en esta ocasión, que individuos como Jiménez Losantos dedicó a los
miembros de Podemos. O para los trolls que tratan de intimidar
prometiendo tiros o bombazos a quién no comulga con su ideología. ¿Es la
ofensa selectiva depende a quién vaya destinada?
La cuestión es que Cassandra, cuyos
padres en paro apenas cuentan con 500 euros al mes para comer, no solo
tendrá antecedentes. Además perderá la beca que le permitía estudiar y
su proyecto de vida como docente. Todo por haber colgado en la red
ocurrencias como éstas: ·Kiissinger le regaló a Carrero un trozo de
la luna, ETA le pagó el viaje a ella” o “¿Carrero Blanco regresó al
futuro con su coche?”.
Nunca pensé que diría esto pero
va a ser verdad que, con Franco, al menos reíamos mejor. En la
actualidad se juzgan por fin los crímenes del franquismo. Los de bromear
sobre él por supuesto. De los otros.. mutis por el foro.
Como ya ves querido Antonio, en estos
meses han pasado muchas cosas. Casi todas malas. Tú ya vaticinabas
que se estaba produciendo un espectacular giro hacia el lado oscuro. Y
eso que no llegaste a ver a Trump en la Casa Blanca. Pero tus palabras
eran un bálsamo de esperanza, a pesar de todos y de todo. Anclarme en tu
corazón me daba paz.
Ahora, si he de serte sincera, me cuesta
mucho esbozar una sonrisa. Cada mañana me despierto y leo las noticias.
De pronto, algo me indigna o me sorprende y pienso en llamarte por
teléfono como hacíamos casi cada día. Entonces caigo en que no hay línea
allá donde te fuiste. Y tengo en la tentación de entregarme al llanto y
maldecir, como decía Hernández, a esa muerte enamorada que te alejó de
nuestro lado. ¡Me haces tanta falta!
Pero entonces pienso en todas esas risas
compartidas hasta en los momentos más amargos. Puede que aún no esté
lista para seguir luchando, como tú me pedías, pero no puedo perder el
sentido del humor porque entonces, ¿cómo podría seguir viviendo?Por eso quiero despedirme con un chiste de Tip y Coll de hace más de 30 años en el que ponían en boca del político asesinado: ” De todos mis ascensos, este ha sido el más rápido” .
¡Va por ti querido amigo!. Reír es un acto de rebeldía contra la intolerancia. Así me lo enseñaste. Por eso mismo: ¡Je suis aussi Cassandra!
DdA, XIV/3502
No hay comentarios:
Publicar un comentario