Félix Población
El 31 de diciembre del año
pasado se cumplieron 80 de la muerte de Miguel de Unamuno. Coincidiendo con
esta circunstancia, por la que los derechos de autor pasan a dominio público,
se han editado dos libros muy interesantes que tienen por protagonista al
escritor y pensador vasco. El primero, “Venceréis pero no convenceréis: la
última lección de Unamuno”, es obra de Pollux Hernúñez y revisa a fondo todos
los documentos disponibles en torno al conocido discurso de don Miguel (“Venceréis
pero no convenceréis”) en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de
octubre de 1936, por entonces Día de la Raza en la España nacional-católica
recién surgida en contra de la segunda República legal y democráticamente
constituida.
Se trata de un trabajo que el
autor tenía preparado desde hace años y que fue revisado y alumbrado a la
imprenta gracias al efecto mediático de la extraordinaria interpretación que de
ese episodio hizo el actor José Luis Gómez en el film “La isla del viento”, estrenado
también el año pasado, en el que se versiona la estancia de Unamuno durante su
destierro en Fuerteventura bajo la dictadura de Primo de Rivera. Hernúñez se
sirve para su libro de todas aquellas fuentes que han aportado algo sobre la
histórica alocución improvisada por el rector de Salamanca, de la que
únicamente se conocen las palabras escritas en un papel por don Miguel para dar
respuesta a uno de los intervinientes en el acto. (Ese papel era la carta que
la esposa del pastor protestante Atilano Coco mandó a don Miguel para tratar de
que no fuera fusilado su marido por los militares felones, sin que el escritor
finalmente lo lograra). Bien es cierto que Unamuno se refirió al contenido de
ese discurso posteriormente en algunas cartas, cuyo contenido se ha podido
reelaborar gracias a estas referencias y también a los testimonios de quienes
estuvieron presentes en el acto.
No estoy seguro, pero puede que
por primera vez se incluyen en un libro los textos completos de los ponentes,
taquigrafiados por los periodistas de los diarios salmantinos de la época.
Corresponden a: José María Ramos Loscertales, catedrático de historia; Vicente
Beltrán de Heredia, domino e historiador; Francisco Maldonado de Guevara,
catedrático de Literatura, y José María Pemán y Pemartín, escritor y
propagandista. No estaba previsto que hablara Unamuno, pero la intervención de
Maldonado de Guevara, sobre todo, le obligó sobre a romper el silencio para
mostrar su disconformidad con ese grandilocuente y nacional-católico discurso, al
final del cual se escucharon los gritos del general Millán-Astray y algunos
legionarios voceando “¡Viva la muerte!”.
Durante su alocución, el rector
honorífico de Salamanca -que luego sería destituido por el ejército faccioso y
arrestado en su domicilio hasta su repentina e inesperada muerte el último día
de 1936-, tuvo que imponerse a los amagos de intervención del mismo general
felón, quien quiso intervenir en varias ocasiones hasta lograrlo al final con
un breve parlamento, previo a su comentario: “Si esa es la inteligencia, ¡muera
la inteligencia!”, comentario que para muchos historiadores se quedó en el archiconocido
“¡muera la inteligencia!” con el que literalmente el propio Millán-Astray y
varios legionarios sí habían interrumpido casi al final la intervención de
Maldonado de Guevara. Don Miguel abandonó el paraninfo universitario entre la
indignación de la mayoría de los asistentes, que profirieron gritos varios:
Ateo, rojo, al paredón, hereje, al paredón, traidor y más vivas a la muerte, al
Requeté, a la Legón, a Falange, a España y a Franco.
El segundo libro, inédito hasta
ahora, recoge las notas que un joven Unamuno de 25 años escribió durante su
viaje en 1889 por Francia, Italia y Suiza, redactadas en dos cuadernos que
debieron desparecer muy pronto del despacho de don Miguel, dado que no se
encontraban entre los manuscritos que conformaban el legado donado por su hijo mayor
a la Universidad de Salamanca en 1967. La edición, de la que es responsable el
mismo autor del libro precedente, es magnífica, con gran número de notas
explicativas y un texto que incorpora las tachaduras realizadas a lo largo de
su escritura, pocas y muy sucintas. También incorpora el libro algunos de los
artículos posteriores, escritos en varios idiomas y que don Miguel publicó años
después en varios periódicos, basados en las impresiones de esos apuntes que
quizá su autor no pensó dar a la imprenta nunca.
Lo más resaltable de estos dos
cuadernos viajeros es su testimonio biográfico sobre un periodo de la vida del autor -su
juventud- del que existen muchas
lagunas, tal como señaló en la presentación del libro Jean Claude Rabaté, quien
con Colette Rabaté comparte la autoría de una de las mejores biografías escritas
sobre Miguel de Unamuno, publicada en 2009, y a la que seguirán a partir de
este año los ocho tomos de su copioso epistolario. Nada o muy poco se sabe, en
efecto, de los cuatro o cinco años que el escritor vasco pasó en Madrid durante
su formación universitaria, así que encontrarnos con sus íntimas reflexiones veinteañeras
sobre las gentes, las costumbres, el urbanismo, el arte, la historia, las
mujeres y los paisajes con los que alternó a lo largo de los cincuenta días de
su circuito europeo nos descubre una personalidad humana muy próxima y hasta
tierna, ya muy afincada en sus creencias y con ideas socialistas, a la que
caracteriza un muy singular punto de vista al contemplar la monumentalidad de
la escultura y la arquitectura.
Reacio a la grandiosidad del
Vaticano y nada impresionado por la Capilla Sixtina, sí se muestra conmovido ante
la candidez sublime de las obras de Fra Angélico, Filipo Lippi, Ghilandaio o el
Giotto, que parecen estar envueltos en el rocío del espíritu franciscano. Es de
sorprender y admirar la capacidad que muestra el joven escritor para pintar con
su pluma a base de trazos sutiles y minuciosos las luces, los colores y matices
de cada paisaje, así como el carácter de las ciudades que visita: desde
Barcelona a París (“o se vive o se la ve en su historia”), pasando entre otras
por Marsella, Niza, Génova, Pisa, Roma (“soberbia, apabullante, pero fría”),
Nápoles (“ardiente, lasciva y lánguida”), Pompeya, Florencia (el autor confiesa
su enamoramiento), Bolonia. Milán, Lucerna, Ginebra.
También es de destacar la
insistencia en el recuerdo, durante todo el itinerario, de su novia Concha
Lizárraga, presente en su memoria de un modo reiterado, bien sea con el deseo
de compartir lo que ve, bien con el de esperar una de sus cartas. Guernica, el lugar
donde reside Concha, es motivo de evocación repetida. ¿Alguien imagina la
reacción que habría tenido don Miguel ante el bombardeo faccioso de esta
localidad el 27 de abril de 1937, cuatro meses después de que le sorprendiera
la muerte en su casa, durante su arresto domiciliario? Cabe pensar, sin
desmesura alguna en la hipótesis, que ante la masacre de la aviación nazi-fascista se habría quedado muy corta la indignación de Unanumo expresada en su
discurso del Día de la Raza de 1936. Entre las última frases airadas con las que Millán-Astray puso término
al acto, constan como es sabido las siguientes: "Ningún español puede
mantenerse callado cuando se ofende a la patria. Cataluña y Vasconia son
dos cánceres en el cuerpo de la nación y hace falta un cirujano que
corte friamente por lo sano. Los traidores a la patria deben ser
condenados."
*Artículo publicado en el número de El Viejo Topo correspondiente al mes de marzo.
(1) “Venceréis
pero no convenceréis”: la última lección de Unamuno, Pollux Hernúñez: Oportet editores, Madrid, 2016. 110 páginas.
(2) Apuntes
de un viaje por Francia, Italia y Suiza, Miguel de Unamuno.
Edición
de Pollux Hernúñez. Oprtet Editores, Madrid, 2017. 299 páginas.
DdA, XIV/3488
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