El Observatorio de las multinacionales ha dedicado, el 11 de 
octubre de 2016, un número especial de la colección “Paserelle” a las 
“Multinacionales: las batallas de la información” [1]. Se 
trata de un informe de más de 150 páginas cuyo contenido va mucho más 
allá del terreno de la crítica de los medios de comunicación, del que el
 periodista Julien Salingue publica un resumen en Acrimed.org.
La colección Paserelle es una publicación de la Comunidad de
 Sitios Recurso para una Democracia Mundial (Coredem), que reproduce el 
trabajo desarrollado por el Observatorio de las Multinacionales y Ritmo 
(Red de información y documentación para la solidaridad y el desarrollo 
sostenible), con la colaboración de las asociaciones y sindicatos 
Corporate Europe Observatory, Sciences citoyennes, Anya Schiffrin, CFIE,
 CCFD- Terre solidaire, Basta !, Bernard Saincy, Public Eye / 
Déclaration de Berne, SOMO, Transnational Institute, OMAL, Cetim, 
Gresea, Amis de la terre, BankTrack, Inf’OGM y Le Basic.
“Multinacionales: las batallas de la información” comprende cuatro capítulos: Amenazas al derecho a la información, Transparencia y reporting, En las empresas y Contrapoderes.
En el primero de ellos es donde se encuentra más información y 
análisis sobre el periodismo y los medios de comunicación. 
Está  dedicado a la directiva europea “Protección de los secretos de 
negocios”, concebida por y para las multinacionales; los autores del 
informe se preguntan acerca de las consecuencias de la directiva en el 
derecho a la información, denunciando los peligros que representa para 
los asalariados de las empresas, los consumidores, los autores de 
filtraciones y los periodistas:
“Con unas definiciones  tan amplias como 
vagas, como las previstas en este proyecto de directiva, casi todas las 
informaciones internas de una empresa pueden ser consideradas secretos 
de negocios. Gracias a este texto, las empresas ya no tienen que 
esforzarse en identificar las informaciones que consideren secretos de 
negocios, como los estados deben hacer cuando, por ejemplo, colocan el 
sello “top secret” o “confidencial” en sus documentos. Cualquier 
documento empresarial es potencialmente un secreto de negocios. 
¡Atención a quien los consulte o difunde sin el acuerdo de la empresa!”.
En el artículo dedicado a quienes filtran información, los autores se
 plantean el reto que representa su protección, aunque también acerca de
 las dificultades relativas al tratamiento de las informaciones que 
pasan:
“A falta de un dispositivo claro y 
coherente, quien filtra una información, y lo hace en aras del interés 
general, se encuentra condenado a verificar por sí mismo cuáles son sus 
derechos, de acuerdo con su status y el tipo y terreno de la filtración,
 para no tener que exponerse a consecuencias dramáticas. En cuanto al 
tratamiento de las filtraciones, a falta de procedimientos específicos, 
con frecuencia es muy superficial en el mejor de los casos. Porque, sin 
un tratamiento específico, quien filtra la información dudará antes de 
asumir riesgos,  e incluso pudiera ocurrir que ese seguimiento 
insuficiente de las filtraciones se convirtiera en una forma insidiosa 
de incitar a los potenciales filtradores a callarse, o a ocultar cosas 
que conocen.
Es sorprendente el contraste que existe entre las libertades y los 
derechos concedidos a las empresas multinacionales por una parte, y las 
restricciones impuestas a quienes filtran información y a los 
periodistas de investigación, por otra. ¿Cómo, en condiciones tan 
desequilibradas, se puede esperar una información independiente y de 
calidad sobre las actividades de las multinacionales?”.
Una de las cuestiones más delicadas son, como recuerdan los autores 
de diversos artículos del informe, los grandes grupos multinacionales 
que poseen la mayor parte de los grandes medios de comunicación 
privados, donde los fenómenos de concentración son cada vez más 
alarmantes:
“Los medios de comunicación de masas 
están ahora en manos de grandes grupos industriales, que quieren obtener
 beneficios: ¡hay que vender! En pocas décadas, los dirigentes de esos 
grandes grupos se han encontrado en la cúspide del poder y han 
intensificado la concentración de medios en una dimensión a la vez 
vertical (integrando las fases de creación, producción y distribución) y
 horizontal (reuniendo en un mismo grupo todo tipo de medios: TV, radio,
 prensa, Internet…). ¿Su objetivo? Controlar la información para ganar 
dinero y poner la información al servicio de sus intereses (haciendo, 
por ejemplo, elogio de los productos vendidos por sus  imperios 
industriales y, más generalmente, elogiando el modelo económico 
neoliberal como la única opción posible), y aumentar su influencia sobre
 los políticos que, con frecuencia, son sus amigos o sus colegas”.
El capítulo se cierra con una entrevista a la periodista y profesora estadounidense Anya Schiffrin,
 autora en 2014 del libro “Global Muckraking: 100 Years of Investigative
 Journalism fron Around the World”, una obra que estudia cien años de 
artículos de periodismo de investigación en los cinco continentes, 
prologados por periodistas ilustres de Asia, Africa, América Latina, 
Europa y Oriente Medio.
¿Es posible otro periodismo?
Los tres capítulos restantes conciernen menos directamente a los 
medios, pero en todos ellos aparece la problemática de la información 
(transparencia, papel de las ONG y los movimientos sociales, campañas 
internacionales, aspectos jurídicos, etc.), que sirve de hilo conductor a
 los diferentes artículos y testimonios, con el apoyo de las palabras de
 Olivier Petitjean, del Observatorio de las Multinacionales, en la introducción del informe:
“Con frecuencia, a los periodistas 
les resulta difícil escrutar las actividades de las empresas y sus 
impactos, más aun porque se trata de temas complejos y muchas veces 
ingratos. Los grandes escándalos que ocupan las portadas de la prensa 
internacional, como el del Rana Plaza (el inmueble situado cerca de 
Dacca , Bangladesh, en cuyo interior se encontraban talleres de 
confección que aprovisionaban a diversas multinacionales de ropa, que se
 hundió el 24 de abril de 2013 causando más de mil muertos), en cierta 
manera no son más que la parte que emerge del iceberg. Pero la relativa 
debilidad del trabajo periodístico sobre las empresas (en comparación 
con la manera en que persiguen a los dirigentes políticos) se explica 
también, y quizá sobre todo, por el hecho de que las cabeceras para las 
que escriben son con frecuencia propiedad de esas mismas empresas. La 
situación es particularmente caricaturesca en Francia, pero también 
sucede en otros países. Si a eso añadimos la dependencia de muchos 
medios de los ingresos por publicidad –aportados también, en parte, por 
los mismos grupos- , se entiende fácilmente que el trabajo de 
investigación sobre las multinacionales siga siendo modesto en 
comparación con su influencia. Felizmente existen también dinámicas 
positivas, con la reafirmación actual del periodismo de investigación y 
la emergencia de nuevos tipos de medios, basados en un modelo no 
comercial y con fines no lucrativos”.
Acceso al documento completo, en francés. 
DdA, XIII/3381
     
         
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