Ana Cuevas
Lo
que acaba de suceder con el Partido Socialista es la crónica de un
suicidio anunciado. El PSOE llevaba décadas desprendiéndose de su
esencia primigenia. Ocupando, en el diabólico sistema bipartidista, el
papel del mal menor. Hace tiempo que emprendió el galope a lomos del
Ibex35. Mas no nos engañemos, también Pedro Sánchez compartía esa
montura. Pero por lo visto, se niega a espolear con la saña flamenca de
una Susana Díaz o el cínico sadismo de un tal Felipe González. No tiene
suficiente cuajo para traicionar un partido fundado hace siglo y
medio con el propósito de representar la voz de las obreras y obreros
españoles. La voz de la izquierda.
Si
Pablo Iglesias (el coletas no, el otro) levantara la cabeza y viera lo
que estaba pasando en su partido, si supiera de los "eres" y diretes
sobre sus dirigentes, de los muertos encalados en el armario del olvido,
de la deslealtad con la que se posicionan frente a la clase
trabajadora, de su deriva irrefutable a alinearse con el capital... Si
hubiera visto la masacre intestina que se ha vivido estos días en
Ferraz, seguramente volvería al cementerio a "tumba abierta". Pero de
momento, los únicos que patalean sobre la tumba del PSOE son sus
militantes que comprueban que la democracia interna era una quimera más
falsa que un unicornio azul.
Mientras
las bases socialistas se desangran por culpa de una reyerta a
muerte entre barones, principitos y costureras diabólicas, Rajoy
descorcha un buen champagne francés. Nada de cava. Ahora no toca que le
relacionen ni tangencialmente con los nacionalismos. Cuando ha tocado,
ni PSOE ni PP han tenido pudor alguno en bailar la sardana tomados de la
mano de los separatistas. Pero en este país no cuenta nada la
coherencia ni la memoria. Y mucho menos la decencia.
Susana
Díaz ha cumplido su amenaza de remendar el roto. Eso sí, en vez de usar
una aguja, esta hembra rociera criada a los pechos de F. González, ha
empleado un machete. La cosa no está para bodoques ni florituras. La
pérfida Susana ha decapitado a Pedro el Bello sin despeinarse el
flequillo. Demasiado gore para la sensibilidad de algunos. Pero Pedrito
se estaba poniendo muy tontito con eso de que no es no. Ese no era "el
plan". Ya lo dijo un decepcionado Felipe González.
Sin
ser la bruja Lola ni poseer ningún don extrasensorial (y apenas
vida sensorial), me voy a atrever a hacer un vaticinio: Mariano Rajoy
saldrá investido como presidente del gobierno gracias a la abstención
socialista a finales de octubre. Las costureras milagrosas se han puesto
a remendar el roto a toda hostia. Pero no el roto ideológico que
está destripando a su partido. Lo que zurcen a puñalada limpia es el
descosido por el que se les podía colar el verdadero cambio. Los
modistillos y modistillas socialistas están más cómodos con Rajoy en la
Moncloa que con cualquier engendro del demonio que pueda gestar la nueva
izquierda. Son parte del engranaje del sistema y lo defienden con
fiereza. Aunque, como un Saturno enajenado, acaben devorando a sus
propios hijos.
De
momento la izquierda se fractura aún más y la derecha saca rédito. Doña
Rita podrá sestear tranquila en el Senado mientras la vida sigue igual
para los carteristas y chorizos habituales. Susanita y sus palmeros han
cosido a sangre y fuego la única posibilidad de que algo empiece a
cambiar de verdad en este país. Es un pacto entre dos bandas. Una
entente cordiale para saquear el territorio y el patrimonio de todas y
todos. Quizás sea verdad que de toda crisis se puede sacar una catarsis.
Pero de lo que estoy cada vez más segura es que el camino del cambio
será una carrera de fondo. Yo por si acaso, voy a ir haciendo los
estiramientos. A ver si llego.
DdA, XIII/3351
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