Félix Población
El tío abuelo de
Javier Fernández, el presidente del gobierno de Asturias encargado de
recomponer el penoso y grotesco descosido originado en el PSOE gracias a
quienes -como él- descartaban un gobierno alternativo al de la derecha, fue
Manuel Llaneza Zapico (1879-1931), un carismático líder socialista que en 1910
fundó el Sindicato de Obreros Mineros Asturianos (SOMA), fue alcalde de Mieres
e impulsor del diario socialista Avance.
Además de con ese
antecedente cuenta Fernández con el de unos padres que se conocieron en un campo
de concentración abierto en 1937 en Asturias para encarcelar a comunistas y
maquis. En ese recinto fue internado Manuel Fernández Montes, padre del presidente asturiano,
cuando aún era menor de edad. Allí estaba con otros de sus hermanos y primos
cuando conoció a la que posteriormente sería su mujer, María Luz Fernández González, huérfana desde los 11 años.
No tenemos
constancia de los efectos que esa memoria histórica ha dejado en el ánimo sentimental de
quien desde hace años preside la comunidad asturiana, pero consta en su gestión
que, además de descartar ahora un gobierno alternativo al del Partido Popular,
Javier Fernández prefirió hace un año que la derecha siguiera gobernando la
ciudad de Oviedo -con toda la corrupción a cuestas- y que luchadores antifascistas
como el Comandante Robert o los guerrilleros antifranquistas se quedaran sin
una mínima distinción por parte de la institución que preside.
Lo de Oviedo se
subsanó gracias a la generosidad política de Ana Taboada, candidata de Somos
Oviedo, que prefirió ceder al candidato del PSOE la alcaldía de la ciudad antes
de que ésta siguiera en poder de Agustín Iglesias Caunedo (Partido Popular),
imputado por cohecho y prevaricación. Lo de los guerrilleros antifascistas ya no tiene arreglo porque el último (José Antonio Alonso, el comandante Robert) falleció en diciembre del año pasado.
Ayer Javier Fernández
se presentó a los medios como presidente de la gestora/costurera del PSOE. Algunos de los
suyos elogiaron su serenidad. Otros no menos suyos celebraron su elección por
ser el hombre más templado en la tensa coyuntura que vive el Partido
Socialista. A quienes asistimos al fiasco de Ferraz con perplejidad y una
mezcla de pena y asco, el señor Fernández nos parece un señor mediocre, entregado a Susana Díaz y sin
carisma alguno, acomodado al aparato y al viejo régimen, y que como la mayoría
de los que rechazan un gobierno alternativo al de don Mariano y el partido más
corrupto de la historia, se mantienen anclados al bipartidismo caduco como
mejor sostén para no verse desplazados por la nueva política, la que ha venido
a cuestionar la salud y el porvenir del viejo régimen.
No tendrá futuro
el PSOE sin una total renovación como la que insinuaba la posibilidad de que
Pedro Sánchez se aviniera -muy tarde y con muchos traidores en contra- a un
gobierno alternativo y progresista. Desaprovechó el resultado de la primera de
las convocatorias electorales por temor a esos traidores, pactando con
Ciudadanos un acuerdo que sólo sirvió para anular a Podemos y tirar por la
borda esa primera ocasión, descartando el diálogo con los nacionalistas. El
problema de Cataluña únicamente se puede solucionar hablando, tal como dijo
ayer Borrell, y en el Congreso hay unos representantes de Cataluña para
hacerlo. Inténtese al menos y luego se verá, antes de caer -como se ha caído- en la sima que la vieja
guardia del PSOE y una ambiciosa baronesa andaluza han propiciado.
DdA, XIII/3352
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