Mis hijos me aconsejaron que no me perdiera la serie "Black Mirror".
Cada capítulo cuenta una historia diferente y bucea en el retrato
esperpéntico de una sociedad manipulada y gravemente enferma. El
penúltimo episodio "Hombres contra el fuego"
es uno de los que más invita a la reflexión. Unos soldados son enviados a
exterminar una plaga de cucarachas mutantes gigantescas que
exhiben afilados y puntiagudos dientes. La tropa disfruta con la matanza
llegando incluso al éxtasis sexual. Pero resulta que las cucarachas son
seres humanos. Se descubre que a los soldados se les ha implantado algo
para que visualicen a un grupo de inocentes civiles como si fueran
monstruos sedientos de sangre.
Para
que un individuo pierda la capacidad de empatizar con las víctimas se
necesita un proceso de deconstrucción de éstas. Mostrarlas a los ojos de
los demás como seres inferiores, diferentes a nosotros y, por ende,
potencialmente peligrosos. Es una estrategia recurrente en las grandes
tropelías que narra la historia. Genocidios argumentados en una
supuesta inferioridad étnica predicada por pseudo-antropólogos
que adjudicaban a determinadas razas menos derechos que a la flora o a
la fauna. Lo hemos visto en la Alemania nazi, en la antigua Yugoslavia,
en muchas regiones de África, América, la India u Oceanía donde el
colonialismo salvaje necesitaba deshumanizar a los indígenas para
justificar masacres y saqueos.
Lo
vivimos en la época contemporánea en la que, miles de personas que
escapan de la guerra y sus horrores, son contemplados como presuntos
terroristas, ladrones o violadores que asaltan nuestras costas. Como
enemigos peligrosos. Alguien debe haber manipulado nuestra mente para
evitar que empaticemos con su sufrimiento. Si no, no se entiende nuestra
indiferencia ante el destino de una gente que podrían ser nuestros
padres, hijos, hermanos o maridos. O nosotros mismos.
Evidentemente,
descarto la posibilidad de que hayan implantado un chip anti-empático
en todos nuestros cerebros. No es necesario. Como decía mi paisano Goya:
El sueño de la razón produce monstruos. Y en la sociedad
actual la razón y el análisis sosegado de los acontecimientos sufren
violentos ataques de narcolepsia. Comas inducidos por corrientes de
opinión cuyo único objetivo es manipular los sentimientos de las masas y
adecuarlos a torticeros intereses.
La
extrema derecha avanza por Europa enarbolando ese discurso
deshumanizador. La injusticia se tolera mejor si recae sobre repugnantes
cucarachas que si lo hace sobre seres humanos desvalidos. Por eso
interesa producir monstruos.
De
vez en cuando, el cuerpo sin vida de un niño pequeño llega a nuestras
playas. Se produjo una gran conmoción con el primero. Resulta que el
crío, apenas un bebé, no tenía colmillos ni cuernos. Era muy parecido a
cualquiera de nuestros hijos o nietos. Un brote de fraternidad, de
compasión, parecía nacer en esta Europa muerta. Sin embargo, cuando el
gota a gota de cadáveres se convierte en hemorragia, el foco de atención
se desvía hacia otro lado. Políticos y grupos mediáticos trabajan
enconadamente para socavar nuestra mirada en el espejo. Para que nos
devuelva el reflejo que más convenga a los poderosos.
En
nuestro país sufrimos esa manipulación en carne propia. Pedro Sánchez
le relataba a Jordi Évole cómo los poderes financieros y el grupo Prisa
presionaron para que Rajoy siguiera como presidente. Admitió que
personajes como Alierta(Telefónica) o Juan Luis Cebrián (El País) le
advirtieron de que no consentirían ningún pacto progresista que
incluyera a Podemos. No hay mas que observar la línea editorial del
citado periódico y la demonización sistemática que ha ejercido contra el
partido emergente.
Contra
Podemos no se ha hecho una crítica objetiva (algo totalmente admisible y
sano en democracia). Los voceros del capital han recurrido al método Black Mirror
y han dibujado unos podemitas con cuernos y rabo. Una variedad de
cucaracha bolivariana que roe con sus puntiagudos colmillos los
cimientos del establishment que defienden las personas de orden. Una
especie a exterminar. Y hay que hacerlo pronto. No vaya a ser que el
pueblo salga de la modorra y se de cuenta de que le han hecho truco y
trato. Antes de que recupere la razón y vea que las cucarachas no son
tales cucarachas ni son sus enemigas. Que solo son ciudadanos como ellas
y ellos (con aciertos y defectos) intentando rescatar la democracia de
donde permanece secuestrada. Al otro lado del espejo negro.
DdA, XIII/3373
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