Juan Ignacio González
A Juan Garay
Sostengo que no hay nubes más densas que tus ojos,
plegarias más amargas que la ausencia de ti,
que todo lo rodea un halo de tristeza
cada vez que te nombro y no apareces.
Y si tú no te apareces en los sueños
procede hablar de amor más allá de la ley
y encender con tu luz insurrecciones.
No está lejos la costa ni lejos el naufragio
donde el mar nos arrastra deportados de ti
como en los palmerales de Ceilán.
Y al final todo es esto:
los vapores que encallan en los bajos del río,
los sauces que recuerdan la orilla del Danubio,
la flor de adormidera que decora la noche
igual que en los jardines del palacio de Estío
en la ciudad Celeste.
Y bajo a las orillas a recoger el agua
como los arcaduces recogen la esperanza
para adensar el mar con la sal de las lágrimas
en los salvoconductos de la noche,
en el cristal fractal de la memoria
de la cartografía de los poetas.
Puso el invierno precio a la derrota
y empieza a dibujarse su contorno sin ti.
DdA, XIII/3368
plegarias más amargas que la ausencia de ti,
que todo lo rodea un halo de tristeza
cada vez que te nombro y no apareces.
Y si tú no te apareces en los sueños
procede hablar de amor más allá de la ley
y encender con tu luz insurrecciones.
No está lejos la costa ni lejos el naufragio
donde el mar nos arrastra deportados de ti
como en los palmerales de Ceilán.
Y al final todo es esto:
los vapores que encallan en los bajos del río,
los sauces que recuerdan la orilla del Danubio,
la flor de adormidera que decora la noche
igual que en los jardines del palacio de Estío
en la ciudad Celeste.
Y bajo a las orillas a recoger el agua
como los arcaduces recogen la esperanza
para adensar el mar con la sal de las lágrimas
en los salvoconductos de la noche,
en el cristal fractal de la memoria
de la cartografía de los poetas.
Puso el invierno precio a la derrota
y empieza a dibujarse su contorno sin ti.
DdA, XIII/3368
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