Félix Población
Debería ser reconocido por todos -incluso
por sus adversarios, en los medios y en la política-, pero casi todos pasarán por alto algo que ayer fue
fundamental para hacer más interesante la tediosa sesión de investidura imposible
de don Mariano el Simple, tan saturada de falacias y componendas por parte de
quienes suscribieron un pacto a favor de la continuidad en el Gobierno del
partido más corrupto de nuestra historia, gracias a la colaboración del
supuesto partido naranja y regenerador.
Es posible que en los índices de
audiencia de la sesión de ayer se haya hecho notar, tal como ocurre cuando
acude los programas de televisión, el momento en que Pablo Iglesias intervino
desde la tribuna. Fue entonces cuando don Mariano, el de seorías -¿no debería
preocuparse un poco más de su dicción el señor Rajoy?-, sumergió la testa en su
pupitre, ajeno al respeto y escucha que debe prestar al interviniente, y el
líder de Podemos esgrimió una vez más una de las herramientas retóricas que más
se echan de menos entre sus colegas.
Porque, al margen de las razones
y argumentos que emplea Iglesias y sintonizan con el sentimiento y
entendimiento que tiene de la política al uso buena parte de la ciudadanía
común, lo que no se le puede negar a uno de los fundadores del partido morado
es un sincero y espontáneo apasionamiento en cuanto dice, en forma y fondo. Esa pasión es muy de
agradecer, máxime en una tribuna tan atiborrada de tedio y fraseología hueca y rancia.
Dicen que unas nuevas elecciones
en diciembre pueden inclinarse a favor del viejo bipartidismo. Pudiera ser. Lo
que está claro es que si no se llega a un acuerdo para un gobierno alternativo
que deje a don Mariano en el retiro -ya sea en Santa Pola o en Compostela-,
lamentaremos que la pasión de Iglesias en su alocución no haya contado con la
del acompañante más llamado a que esa alternativa fuera posible.
No estuvo mal
Pedro Sánchez en su discurso, pues dio la sensación de hacer un cabal y convincente
afincamiento de su negativa a un gobierno de derecha continuista. Sin embargo,
para hacer creíble un gobierno de cambio, creo que le faltó concordar un poco con
la pasión puesta por Pablo Iglesias en la tribuna. Hay razones para ello,
porque el grado de hartazgo de más de diez millones al menos de ciudadanos así lo reclama
DdA, XIII/3351
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