Ha dicho en Oviedo la reina Letizia que los niños
deben escuchar más a Mahler y a Bach (pronunciado este con mucha jota
final, me refiero a la letra y no al género musical aragonés) y menos
reguetón o cómo se diga. La reina, ya se sabe, debe ser o aparentar ser
una mujer de una exquisita cultura y gusto refinado. Por otra aparte, es
necesario recordar que recomendar a Mahler tiene en España desde hace
décadas un alto valor, es como la contraseña de lo culto, lo exclusivo;
el no va más. Recomendar a Beethoven o a Mozart está más visto, tiene
menos caché, es más bien del tipo “Clásicos Populares” que el pobre
Fernando Argenta ponía en RNE al alcance de cualquier escolar o
cualquier señora que preparaba meriendas en la cocina. Para ser culto
hay que recomendar sinfonías de Mahler, los demás son músicos de
consulta de dentista. Alfonso Guerra fue el primero en presumir de ser
un gran degustador del compositor austriaco marcando así varios cuerpos
de distancia cultural (o cultureta) entre él mismo y el resto de la
sociedad española. Muchos años han pasado desde que Guerra recomendaba
oír a Mahler como un ejemplo de pulida cultura izquierdista, y ahora,
llega el momento en que aconseja pactar con el PP. Pero esa es otra
historia.
Hace bien doña Letizia en aparentar ser culta, serlo
incluso, y dirigirse a la opinión pública con ese tono tan profesional,
con esa dicción aplomada en la que no sobra ni falta una sola palabra, y
ese argumentario tan pedagógico y culto. Tal vez quiera la reina darle a
sus reinado un toque de socialdemocracia andaluza pasada de fecha o lo
mismo es que, dada su edad, no supiera lo de Guerra y Mahler. La mujer
de Donald Trump plagió a la de Obama y seguramente lo hizo sin saber lo
que decía.
La reina Letizia quiere más Mahler y menos reguetón,
posiblemente porque en su vida real abundan demasiado las situaciones en
las que la sintonía es el reguetón, la pachanga, o la charanga, no las
sinfonías del pobre Gustav a quien el amor por Alma Mahler mandó al
psicoanalista. No imagino la vida de su augusto suegro, llena de
safaris, mucho cuerno en tardes de toros y noches de bragueta alegre,
casas con dos puertas, negocios turbios y otras liberalidades con un
fondo musical del Mahler, sino más bien de reguetón discotequero. Lo
mismo me ocurre al tratar de ponerle banda sonora a la existencia de sus
cuñadas, de Marichalar, Urdangarín, el travieso Froilán y hasta las
tías políticas con cuentas en Panamá. La realeza española hace que el
himno nacional suene en su presencia como Paquito el Chocolatero y que
Mahler sea tan apropiado para glosar sus curriculos como para ponerlo de
sintonía en el teléfono móvil.
Yo creo que doña Letizia debe salir en defensa del
reguetón, ya que es la banda sonora original y pegadiza que más encaja
con su actual y amplia familia y que la hace tan campechana y popular.
Artículos de Saldo DdA, XIII/3328
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