Ana Cuevas
Si
Valle-Inclán siguiera vivo tendría material de sobra para dar unas
cuantas vueltas de tuerca al esperpento patrio. Poco a poco se nos van
desvelando más detalles de la chiripitiflaútica vida que algunos
politicastros comisionistas se daban bajo la apariencia de personajes
respetables. Elementos como Granados, ese sapo que le salió rana a la
sra. Aguirre y que no se transformaría en príncipe aunque la mismísima
Carmen de Mairena le arreara un beso de tornillo. Al margen de sus
corruptelas, profusamente documentadas en los últimos meses, el
ex-secretario del PP madrileño ha resultado ser un tipo tan casposo que
Santiago Segura debería replantearse darle el papel protagonista en la
próxima entrega de su popular saga. Granados no será el brazo tonto de
la ley (en realidad el menda se pasó de listo) pero su fetidez moral
hace que Torrente quede a la altura de Dora la exploradora. Don
Francisco, que se creía con más glamour que el engendro torrentino, no
proponía a sus socios "hacerse unas pajillas" para matar el tedio. Para
estos menesteres entre trapicheos varios, contaba con las putitas de
confianza que le proporcionaban empresarios tan sórdidos como
agradecidos. Como ese constructor de Valdemoro que, conociendo las
debilidades del pro-hombre, le surtía de señoras putas con pedigrí
garantizado y clausula de confidencialidad.
Agasajos
variados que incluían visitas a clubs de alterne durante la Feria de
Sevilla, trofeos de caza, cabezas de miuras, picaderos (esta vez para
caballos), joyas de Cartier y otras cutreces castizas de las que pudo
disfrutar durante más de ocho años mientras rezaba devoto en la caseta
de madera decorada con cerámica de la virgen del Rocío, que también le
fue obsequiada por los servicios prestados a su cuchipandi empresarial.
Lo
de decorar las mansiones, o áticos en diferido, con cabezas de animales
muertos provistos de profusos cuernos es un capítulo recurrente entre
estos pájaros. Igual Roca que Granados parecían envueltos en una
competencia hortera por ver quién acumulaba más cadáveres de bestias
disecadas en sus abigarradas casas. Esa obsesión por las cornamentas da
mucho que pensar. Ya lo decía Machado que, en este país, de cada diez
cabezas una piensa y nueve embisten. Y puede que la fijación venga de
ahí. De la necesidad de suplir esa ausencia de protuberancias óseas para
poder embestir cualquier obstáculo que se interponga entre ellos y sus
oscuros objetos del deseo.
El
generoso empresario que llevaba en limusina a Granados de burdel en
burdel y le regalaba caballos, cuadras y otras fruslerías se llama, para
más inri, Pardal. Y su justificación es tan meridianamente ingenua como
el apellido que porta: "Es el único político que nos ha dado de comer y
hay que repartir". Comer comieron las criaturas. Tanto que se engullían
el dinero público como zampabollos insaciables. Su hambruna contribuyó a
que muchos ciudadanos se vieran privados hasta de las migajas.
Tiburones como estos, que se han merendado las entrañas de la sociedad
de bienestar, han conseguido que una legión de escuálidos españoles siga
votando a su partido, lo que también es digno de estudio.
Y
yo me pregunto: ¿Cuántos caníbales más estamos dispuestos a seguir
alimentando con nuestras carnestolendas? ¿Qué tienen que hacer los
insignes carpantas del PP para perder la confianza de su leal
electorado?, ¿degollar inocentes en una plaza pública?, ¿arrancar las
dentaduras a los jubilados para poder seguir comiéndose nuestro futuro a
dos carrillos?
Ser
un ladrón y un chanchullero es cosa fea. Pero no son argumentos
suficientes para perder la confianza de sus votantes. Y el ser hortera y
chabacano, en vez de restar, parece sumar puntos entre siete millones
de cabezas que embisten contra sí mismos. Será que pensar
duele demasiado para algunos .
Y
lo dejo aquí, con otra frase de Machado, que quizás pueda esclarecer
alguna de mis dudas:"Nuestro español bosteza/ ¿Es hambre, sueño, hastío?/Doctor, ¿tendrá el estómago vacío,/ o el vacío es más bien en la cabeza?"
Piensen sobre ello. Y si no pueden o no saben, simplemente embistan.
DdA, XIII/3285
No hay comentarios:
Publicar un comentario