“es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”
Mariano Rajoy
Juan Carlos Monedero
Una vez más Podemos ha sido rehén del infantilismo y se ha creído las
encuestas. Sólo porque las encuestas decían lo que quería oír. Cosas de
juventud. Como se ha medido con las expectativas, un resultado que es
objetivamente espectacular -71 diputados en la primera/segunda vez que
acude a las elecciones- siembra la idea de fracaso. Sin hacer valer que
tiene un grupo electoral potente para demostrar su capacidad de ser una
fuerza política alternativa. El único que en un par de meses va a
demostrar que iba en serio en su lucha contra las políticas de ajuste.
Tras mucho repetir que cogían las encuestas con prudencia, al final las
han tomado como la palabra de Dios. Y la palabra de Dios, teñida de
miedo y de Brexit, ha rugido que más vale lo malo conocido que lo bueno
por conocer.
Estremecen el cielo y el infierno las palabras de Fernández Maíllo,
vicesecretario de Organización y Electoral del PP, cuando dice que el
resultado electoral exonera de culpa a Fernández Díaz de haber intentado
sembrar pruebas contra sus adversarios políticos. De manera que el buen
resultado del PP en el Senado zanja las responsabilidades penales de,
por ejemplo, Rita Barberá. Y ya puestos, de Granados, que para eso el PP
ha arrasado en Valdemoro. Ya no hay Papeles de Panamá, Rato, Fabra,
Camps ni la sede del PP ni unas cuantas elecciones han sido financiadas
con dinero negro. Los “volquetes de putas” se convierten en bendiciones
de la Virgen. Spain is different. Y la democracia se nos va por el
desagüe. No es que Unidos Podemos se haya equivocado. Es que hay un país
real que sigue rehén del pasado y deprime. Si algo permanece de la idea
de las dos Españas es que hay una que vive en el miedo y el egoísmo.
Pero como tienen hijos y nietos que sufren las políticas de ajuste, irán
dándose cuenta. Falta que vean la alternativa.
No anda lejos de la caspa el PSOE, que mide su resultado en virtud de
las supervivencias internas. Como ha evitado el sorpasso, anda feliz
como un niño con zapatos nuevos. Todos mirando a ver cómo quedan en la
pelea de dentro. Susana Díaz midiendo cuánto ha sacado a Podemos (aunque
la haya derrotado el PP en Andalucía), y Sánchez ahuecándose el cuello
de la camisa aliviado aunque haya llevado al PSOE al peor resultado de
su historia. Esto de la vieja política de partidos es cada vez más
patético. Una España que emigra y otra España que bosteza.
Vengo insistiendo en que no basta adaptarse a lo que la gente quiere
para ganar unas elecciones. Eso te hace parecer en exceso táctico,
limando constantemente las aristas, negándote a ti mismo a cada
instante, y, al tiempo, generando confusión sobre lo que realmente
piensas. En el enfado de la ciudadanía hay mucho de rabia contra los
excesos del sistema, no contra el sistema. Eso hace ser muy vocinglero y
bramar contra los gobernantes. Pero a la hora de la verdad, te das
cuenta de que no tienes demasiados argumentos contra los que pensabas
que desprecias y que tampoco tienes claro cuál es el modelo alternativo.
No te los han dado o no has llegado a entenderlos. Terminas diciendo: son unos hijos de puta pero son nuestros hijos de puta.
Te emociona ver al zorro hacer la zeta en la mejilla del Virrey rijoso,
pero eso no basta que quieras ver al zorro sentado en la silla del
Virrey. Hasta que el zorro te diga realmente quién es y qué quiere hacer
con el país. Y desmontar las mentiras que han dicho sobre él requiere
tiempo. Cambiar un país no se hace en dos años.
No basta hacer un discurso hueco, adornado con una labia simpar y
embellecido con el oropel de las televisiones si no planteas una
alternativa clara y, al tiempo, insistes en el problema que tienen los
partidos con los que confrontas. Como vengo insistiendo, si no das
herramientas para movilizar a tus votantes, tus votantes no se van a
movilizar. Los dos partidos que no han criticado a las fuerzas contra
las que peleaban no han sacado el resultado esperado. Ciudadanos
criticaba solo a Rajoy porque si criticaba a al PP pensaba que no le
iban a votar. Y ahí está el resultado. Podemos hacía lo mismo con el
PSOE, evitando criticar al partido para ganar a sus votantes,
limitándose a criticar a la dirigencia. Dando a veces la sensación de
que lo que realmente querría es ocupar el lugar del PSOE, sin entender
que el PSOE forma parte de un mundo que pertenece ya al pasado. El rizo
lo ha completado la campaña electora,l que buscaba ser una suerte de
PSOE punto dos. La transversalidad no es regresar a la conciencia de ser
muleta del PSOE ni ponerse ropas que recuerden al 82, sino poner con
palabras nuevas el discurso de la emancipación que afecta a las mayorías
en este tiempo de hegemonía neoliberal. De nada sirve la idea brillante
de hacer un catálogo de IKEA si eso no sirve para dejar claro cuál es
tu modelo de país. Les entusiasma la idea del catálogo, pero quieren ver
cómo queda el mueble montado. O verte con las herramientas en la mano
–aunque sea llave alen- apretando turcas. De nada sirve una campaña de
sonrisas si no estás con las víctimas. Y si no le muestras los dientes a
los culpables concretos de los dolores concretos. Al miedo no lo vences
presentándote como un león enjaulado, sino ganando a la gente para tu
ejército.
Los medios siguen queriendo domesticar a Podemos. Y van a intentar
convertirlo en una muleta del PSOE. Lo de siempre. Por eso quieren decir
que Pablo Iglesias es responsable único de un resultado espectacular
que solamente es malo si se le mide con las expectativas de las
encuestas-trampa. Olvidan que toda la Ejecutiva apoyó la confluencia con
Izquierda Unida. Y que las bases apoyaron de manera contundente, con el
98%, esa confluencia. Y que nadie –tampoco Íñigo Errejón, como quieren
presentar algunos medios- se puso del lado del 2% que estaba en contra
de esa confluencia. Y que de no haberse presentado juntos el resultado
hubiera sido aún peor. El problema no está en la confluencia, que va en
el camino correcto, sino en entender qué ha fallado para que votantes
que apoyaron a estos partidos hayan decidido no hacerlo en estas
elecciones.
Los partidos políticos son instituciones cada vez más caducas, y en
el siglo XXI vamos a caminar hacia formaciones más “líquidas”. El futuro
del espacio antaño llamado izquierda va a ocuparlo una suerte de Frente Amplio
donde Podemos va a ser la nave nodriza pero solamente eso. De manera
que la confluencia con IU va caminando en la dirección correcta. Ahora
bien, esa nostalgia de IU por lo pretérito es excesiva. Dice Ortega que
los españoles somos un pueblo extraño que proyecta las esperanzas hacia
el pasado y no hacia el futuro. De manera que IU, muy española, insista
en demasía con lo que fue, sus símbolos, palabras, análisis,
referencias, lemas, banderas, historia. Un mundo del trabajo que ya no
existe. Y una gloria que fue derrotada. No está mal que exista ese
espacio, porque hay gente que se ve reflejada en ese ámbito. Pero choca
con la construcción de un discurso que es transversal cuando apuesta por
lo nuevo frente a lo viejo y lo de abajo frente a lo de arriba y no
cuando regresa al espacio confuso de “izquierda y derecha”.
A Podemos le falta calle. Le falta movilización popular,
identificarse en los problemas sociales, estar con las protestas
laborales, discutir más con los sindicatos, con los estudiantes, con los
dependientes, con las mareas, con los autónomos, con los damnificados
de las multinacionales. A Podemos le hace falta menos ser brillante en
la televisión –ya lo es de sobra- y más ser útil para la gente en la
calle. Por eso mucha gente no ha entendido la firmeza a la hora de no
ceder a un gobierno de Rivera presidido por Sánchez. Aunque Sánchez
mienta y diga que iba a poner en marcha un gobierno de izquierdas.
Porque hoy ya estaría justificando los recortes con la excusa de los
8.000 millones que esta misma mañana estaría reclamando Bruselas. Si
Podemos se mimetiza con los demás partidos, va a ser medido como los
demás partidos. Y Podemos se ha mimetizado. En la tediosa discusión
parlamentaria para formar gobierno, en el tedioso debate a cuatro, en la
estricta presencia parlamentaria, en la falta de originalidad en la
organización interna. No se trata de ser izquierdistas sino de ser
originales.
Los que quieren que Podemos sea muleta del PSOE dicen que el
resultado es un fracaso de Pablo Iglesias. Insisto en que toda la
Ejecutiva es responsables del resultado, especialmente los responsables
de campaña. Y ni Pablo Iglesias ni Íñigo Errejón tienen que dimitir. Eso
es lo que quisieran los que saben que Podemos es muy probable que
gobierne en las próximas elecciones si es capaz de corregir sus errores.
Felipe González perdió en 1977 y en 1979. Aznar perdió en 1993. Rajoy
en 2004 y en 2008. Volvieron a presentarse y ganaron. Los paniaguados
del bipartidismo piden dimisiones porque saben que Podemos es la única
fuerza que va a hacer valer los intereses de la mayoría. Y que saben que
Pablo Iglesias es uno de los políticos con mayor fuerza y preparación
de la historia reciente de España. El PSOE va a demostrar a partir de
ahora que una cosa es predicar y otra dar trigo. La socialdemocracia
europea piensa que el trabajo estable es una reliquia del pasado,
negocia el TTIP con los Estados Unidos y está de acuerdo con las
políticas de austeridad. Son los mismos que quieren ejecutar a Jeremy
Corbyn en Gran Bretaña porque les parece un radical y que presenciaron
alegres cómo azotaban a Grecia por ser rebelde. En cuanto el PSOE
demuestra quien en verdad es –algo que siempre oculta en las elecciones-
aparecerá Unidos Podemos como la única fuerza que puede representar los
intereses de la mayoría. Sólo falta que haga un ejercicio de madurez y,
pasadas las elecciones, pase a hacer política en serio. A partir de
ahora, lo que le toca es crecer.
Comiendo Tierra DdA, XIII/3308
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