Antonio Aramayona
Voté. Ayer por la mañana. Siguiendo todo el ritual. Paso a paso. Todo ha quedado grabado entre las cañas del cañaveral. Una rana croa y croa: -13, -12, -10, -9, -8, -7, -6… La rana sonríe al sol y al leve cierzo de la jornada. Beethoven le invita por la tarde a tocar para ella sola la Novena. “-0”, croa la rana. Y Beethoven siente y comprende. La Novena…
La rana ha entrado a votar bien entrada las
diez de la mañana. “Colegio La Milagrosa”,
se lee en la pared central del colegio electoral. A ese colegio hemos de ir
todos y todas, si queremos votar. Nos toca el Colegio La Milagrosa. “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”,
dice el artículo 16.3 de la sacratísima Constitución española, recuerda la rana.
“Otra mentira descomunal más de este
falsario sistema”, croa la rana. Hace de tripas corazón y entra. Hay que
votar. Hay que ejercer el derecho a votar de la ciudadanía.
Pero la rana no puede acceder al Colegio La
Milagrosa. Las ranas en silla de ruedas no pueden acceder porque una rampa
tramposa le invita y le impide pasar, a la vez. Sin embargo, la gente es buena:
policías, interventores, curiosos y otras ranas del cañaveral que andaban por
allí empujan y empujan hasta conseguir acceder a la falsaria planta baja del
Colegio La Milagrosa.
Ya está dentro la rana. ¡Bien! Y sus ojos
saltones como los de un hipertiroideo se van topando con esculturas y dibujos
de todo tipo. “Adrede”, masculla para
sus adentros la rana, “lo hacen adrede”.
Jesucristos
en su trono mostrando corazones sin arterias coronarias. Vírgenes. Angelitos.
Dibujos infantiles, a modo de Dumbos, Dálmatas o Bambis, muestran a un cura y a
una monja (creo que antes del nombre llevan algo así como “San”), que deben de
ser sus fundadores. Encuentro los nombres en el web del Colegio La Milagrosa:
San Vicente de Paul y Santa Luisa de Marillac. Sigo leyendo: el Colegio quiere
ser “un centro coherente con su
identidad Vicenciana que sea reconocido por la educación y vivencia de
la Fe”. La rana se dice a sí misma que allá las familias que llevan a sus hijas
e hijos a ese Cole de identidad Vicenciana, pero al menos la jornada electoral un
colegio electoral ha de ser laico (no antirreligioso ni anticlerical, sino
laico). La rana siente como si le empezara a crecer pelo en aquel lugar, aunque
finalmente descubre que no es pelo, sino un molesto sarpullido. La rana quiere
salir de allí pitando.
Misma
operación de bajada con la silla de ruedas de la rana. Mismos policías,
interventores, curiosos y otras ranas del cañaveral hacen ahora de freno para
que la rana no se rompa la crisma con semejante desnivel. Se pregunta la rana
si esa rampa forma parte de la identidad Vicenciana de la que habla el web del
Colegio La Milagrosa. Pocos niños en silla de ruedas se matricularán allí. Y
pocos gitanos y pocos niños y niñas maleducados y marginales, de familias de
inmigrantes de baja estofa y quinquis. Leo en Wikipedia que el fundador de la
citada congregación religiosa se dedicó sobremanera a niños pobres, expósitos,
abandonados… De ahí nace ni más ni menos que las “Damas de la Caridad”. O sea,
parecido al Colegio La Milagrosa y similares.
Ya está
fuera la rana. Se toma un cortado. Se da una vuelta por el barrio. Encuentra a
Ricardo, un buen hombre, encargado de un restaurante cercano a su casa. “¿Qué, ya has votado?”, le pregunta la
rana por si las moscas. “Por supuesto”,
contesta Ricardo. “¿A Vox?”, insiste
la rana. Ricardo no sabe qué es eso, por lo que aclara: “A Ciudadanos. Pero, vamos, votaría a cualquiera salvo a los demonios
esos de Podemos”.
DdA, XIII/3308
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