Mi estimado Luis Arias publica hoy en el diario El Comercio este excelente artículo sobre la novela de Ramón Pérez de Ayala que este Lazarillo leyó con mucho interés en la adolescencia. Creo que el ejemplar pertenecía a la misma edición que sirve de ilustración al artículo de Arias, ejemplar que luego alguien se llevó de mi biblioteca juvenil sin que pudiera recuperarlo y que me parece se trataba de una primera edición. Volví a leer la novela muchos años después, pero la impresión no se pareció a la que me causó haber leído el libro en el mismo periodo vital en que transcurre la historia del protagonista. No era muy diferente la adolescencia de un colegial del tiempo de don Ramón de la de otro en los años sesenta de la dictadura. Sobre todo, en un colegio de curas. Así de retro fue el franquismo y pretenden que lo olvidemos.-Lazarillo
Luis Arias
Acaba de cumplirse el centenario de la
publicación de la novela de Joyce que tiene por título “Retrato del
artista adolescente”, lo que facilita una buena oportunidad no sólo para
acercarse, según los casos, a una relectura de esta magnífica
narración, o también para leerla por vez primera. Pero, al margen de
eso, lo que no excluye la calidad que atesora el libro del gran escritor
irlandés, conviene recordar, en clave asturiana, que la primera gran
novela que se publicó en Europa y que tiene como protagonista a un niño
que se convertirá en artista adolescente y también en artista en la edad
madura es de Pérez de Ayala. Se trata de “A.M.D.G”, cuya trama
transcurre en Gijón, en el colegio de los jesuitas. Su protagonista es
Bertuco, que, en el llamado ciclo autobiográfico, acabará siendo el
alter ego ayalino, Alberto Díaz de Guzmán.
Pérez de Ayala y el artista adolescente.
Gijón y Pérez de Ayala. Asturias en la obra narrativa de uno de los
mejores prosistas del siglo pasado. “AMDG” se sitúa dentro de una
tipología muy concreta, “la novela de colegio”, de la que se ocupó Juan
Marichal. En esta tipología habría que incluir también otras novelas
como “El Jardín de los Frailes”, de Manuel Azaña, así como “El Obispo
Leproso” y “Nuestro Padre San Daniel”, de Gabriel Miró.
Novelas de colegio que, por otra parte,
plasman uno de los rasgos distintivos de la generación de 1914: su afán
pedagógico que, a la contra, arranca de la educación recibida en
colegios religiosos por parte de sus figuras más importantes. Así,
Ortega, se “educaría” en un colegio jesuítico en la localidad malagueña
de Miraflores del Palo. Azaña, en colegio que los agustinos tenían el
Real Sitio de El Escorial y Pérez de Ayala, como ya hemos consignado,
con los jesuitas de Gijón. Ese afán pedagógico que, en el caso de Azaña,
llevaría a apostar claramente por una enseñanza no dogmática y laica en
el Estado republicano. Tanto fue así que Azaña, anotó en sus memorias
la actitud de Ortega cuando pronunció el famoso y magnífico discurso
“España ha dejado de ser católica”: “El señor Ortega, cada vez que yo
miraba hacia su banco, daba cabezadas de aprobación… Don José Ortega me
dijo que no había oído nunca un discurso parlamentario mejor”.
Y el propio Ortega, en un artículo
publicado en “El Imparcial”, “Al margen de AMDG”, hace una crítica
brillante y certera de esta novela ayalina: “Este libro trasciende de la
literatura y significa un documento valiosísimo para el problema de la
reforma pedagógica española. Léanlo quienes, prepuestos a nuestro
gobierno, son responsables del porvenir nacional. Léanlo los padres
antes de elegir la educación para sus hijos”. Y añade Ortega: “Sólo
hallo una divergencia: Ayala envuelve las escenas de su muchachez en un
paisaje del Norte, que conviene muy bien a su melancolía y al dolor de
la vida que describe, al paso que la armadura de una infancia sometida a
la pedagogía jesuítica me llega a mí bajo los recamos de un mediodía
magnífico. Mas yo pongo la mano a modo de visera para resguardarme las
pupilas de esa refulgencia excesiva en que flotó mi infancia, y entonces
descubro la misma niñez triste y sedienta que formó el corazón tembloroso de “Bertuco”, el pequeño héroe de Ayala”.
Por otro lado, Ortega no puede ser más claro
a la hora de condenar el modelo de enseñanza que recibieron Ayala y el
propio filósofo: “La supresión de los colegios jesuíticos sería
deseable, por una razón meramente administrativa: la incapacidad
intelectual de los reverendos padres”
Retrato del artista adolescente, del niño
que llegará a ser un artista adolescente melancólico y hamletiano.
Retrato ayalino en su novela A.M.D.G, que, además de adelantarse a Joyce
a la hora de crear toda una tipología en el género, incurre también en
lo que Darío Villanueva definió como novela lírica: “Porque la novela
lírica se identifica en gran medida con una singular manifestación del
Bildungsroman o novela del aprendizaje: el relato autobiográfico de la
constitución de una sensibilidad artística, personificada en un
personaje emblemático, alter ego del autor. Basta reparar en una serie
de significativas concomitancias, traspasando las fronteras de una
sola literatura, para comprobar las profundas raíces de este nuevo
modelo novelesco”.
Y, en fin, el crítico Ricardo Gullón también
se refirió esta tipología novelística en los siguientes términos: “Si
llamamos líricos a estos escritores, o, cuando menos, líricas a sus
ficciones, no es porque les falte el elemento narrativo propio de la
novela realista, sino porque lo destacable, lo en verdad memorable en
ellas no es la acción, sino la emoción”.
La emoción, melancólica, a resultas de una sensibilidad artística, en este caso, del alter elgo ayalino.
Añadamos a todo lo expuesto que “A.M.D.G”
estuvo censurada durante todo el franquismo y que esta novela no
aparecía en las “Obras Completas” de Ayala que en su momento publicó
Aguilar.
Y pongamos todo el énfasis que el caso
merece en que el primer artista adolescente (o preadolescente) de la
literatura europea fue creado por Pérez de Ayala y su peripecia
transcurre en Gijón, ciudad asturiana a la que llamaría Regium”.
Por tanto, la paternidad de una tipología de novela con la que Joyce alcanzaría cimas como narrador está en Asturias.
¿Qué les parece? ¿Qué nos parece?
DdA, XIII/3301
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