Si en verdad deseamos
que nuestras hijas e hijos vivan en un país más libre, justo y con
igualdad de oportunidades no podemos relegar toda la responsabilidad en
la política oficialista.
Ana Cuevas
(Solo quise verte reír bajo la lluvia púrpura)
Quienes
creemos que otro mundo es posible somos tachados de memos idealistas
que no sabemos poner los pies sobre la tierra. La distopía se impone
como una realidad irreductible. A fuerza de repetir una y otra vez ese
discurso, muchos parecen haberse convencido de que nada vale para nada.
De que cualquier esfuerzo para cambiar aquello que nos ofende, que nos
degrada o manipula son meros brindis al sol que no pueden fructificar en
algo viable. Sembrar esa desazonante impotencia forma parte de la
estrategia. ¿Para qué implicarse si al final vas a estrellarte contra un
muro de piedra? Sin embargo, los atrapasueños de pacotilla parten de
una premisa falsa. Son precisamente aquellos con capacidad de remontar
el vuelo sobre el barro los que han logrado auténticos avances para la
especie humana. Los derechos humanos, esos que con tanta frecuencia se
vulneran y desprecian, no nacieron por generación espontánea. Son hijos
de mujeres y hombres que vieron más allá de la asfixiante sociedad que
les tocó vivir. Que sintieron que las generaciones venideras merecían un
futuro más libre y equitativo y que lucharon por ello aún siendo
conscientes de que su vida no alcanzaría para verlo.
En
la declaración universal de los derechos humanos se hace referencia a
la familia humana sin discriminar por sexo, raza, ideología o condición.
¿Una utopía? Dicen que para conseguir un objetivo primero hemos de
crearlo en nuestra mente. Hacerlo fuerte e impulsarlo para que pueda
germinar. Si creemos firmemente en que otro mundo es posible estaremos
estableciendo los cimientos para su construcción. Si nos dejamos llevar
por el desánimo seremos los responsables de su prematuro aborto.
Aplicado
a nuestra actualidad política sucede lo mismo. Es verdad que existe un
hastío generalizado porque el ansiado cambio que algunos pretendemos no
acaba de fraguar. Es una apatía fomentada por los que no quieren que
nada cambie y en la que resulta fácil caer repitiendo las mismas
cantinelas acerca de que todos son iguales (los políticos) y que votar
no tiene ningún sentido. También partimos de una premisa falsa: culpar a
los agentes políticos de nuestra propia inercia. Si en verdad deseamos
que nuestras hijas e hijos vivan en un país más libre, justo y con
igualdad de oportunidades no podemos relegar toda la responsabilidad en
la política oficialista. La ciudadanía tiene que estar vigilante y
reivindicativa sin conceder patente de corso a quienes nos gobiernan,
sean quienes sean.
Desde
la perspectiva de la declaración de los derechos humanos sería ingenuo
confiar nuestro futuro ciegamente a cualquier liderazgo político. La
política debe ser el instrumento para ese cambio, nunca un fin en sí
mismo.
El 26 de
junio tendremos de nuevo la oportunidad de empezar a cimentar ese mundo
nuevo que anhelamos. Tras el intento fallido de las últimas elecciones
los que representan a los poderosos, al ibex35, a las multinacionales, a
los empresarios sin escrúpulos, a los corruptos y en definitiva, a
cuantos amenazan el progreso de la gran familia humana, han aprendido la
lección. Una gran coalición para defender sus intereses que incluya a
todas las derechas. También a un partido socialista que ha vendido el
alma al capital y se alinea en las mismas trincheras que antes
consideraba enemigas. ¿Y los demás? ¿En qué trinchera podemos
cobijarnos?
Defender
los principios fundamentales de los derechos humanos como son un
trabajo digno, la vivienda, la libertad de expresión y de
autodeterminación de los pueblos, la justicia social, una fiscalidad
progresiva que asegure los servicios básicos más elementales, que los
intereses de unos pocos no estén por encima del interés general del
pueblo (recuerden quienes modificaron el art. 135 que nos convirtió en
avalistas de los bancos), la soberanía nacional frente a las
imposiciones de EEUU y Bruselas... es defender la Constitución española.
La misma que engendraron personas como Fraga Iribarne y que ahora
parecen utopías de lo que denominan la izquierda radical. Es cierto que
es un documento mejorable y que debe ser adaptado a los nuevos tiempos.
Pero aún así, su contenido está más próximo al discurso de la izquierda
que a los que se autoproclaman garantes de la carta magna.
¡Tous
ensemble! Todos juntos podemos transformar la negatividad imperante en
una sociedad donde quepamos todos. En la que los liderazgos estén al
servicio de la ciudadanía y no al contrario. Quedándonos en casa el 26J
estaremos hipotecando las posibilidades de los jóvenes y de los niños.
Destruyendo a nuestra propia familia humana.
La ley electoral
que tanto beneficia a los grandes partidos puede ser ahora beneficiosa
para la alianza de las fuerzas progresistas. No es verdad que nada vale
para nada. El 26J podemos hacer posible lo imposible.
"Cariño, sé, sé, sé que los tiempos están cambiando
Es momento de que todos busquemos algo nuevo
y eso te incluye a ti
Tú dices que quieres un líder,
pero no parece que te puedas decidir.
Es mejor que te acerques,
y me dejes guiarte a la lluvia púrpura" (Prince).
Es momento de que todos busquemos algo nuevo
y eso te incluye a ti
Tú dices que quieres un líder,
pero no parece que te puedas decidir.
Es mejor que te acerques,
y me dejes guiarte a la lluvia púrpura" (Prince).
DdA, XIII/3262 |
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