miércoles, 11 de mayo de 2016

LOS CUATRO PUEBLOS DEL MINISTRO MARGALLO

Ana Cuevas
 
Cuando el ministro García-Margallo declaró el otro día que el gobierno se había pasado cuatro pueblos con el tema de la austeridad no se trató de un lapsus irreflexivo. El señor ministro de exteriores dijo lo que dijo queriendo, con premeditación y alevosía. Sobre todo alevosía. Y a mis oídos sonó como uno de esos chistes crueles cuyo malévolo propósito es reírse en las narices de quién lo está recibiendo. Vamos, como un bofetón en toda le jeta con la mano abierta. ¿Cómo ha dicho? ¿A lo mejor, es posible, quiero intuir, que el austericidio de los recortes en sanidad y educación, una reforma laboral que no ha creado empleo pero ha dinamitado los derechos de los trabajadores, una incesante letanía en la que, gobierno y patronal, nos repetían hasta la saciedad que la culpa de todo la teníamos la ciudadanía por vivir por encima de nuestras posibilidades, después de que muchas personas perdieran sus casas, después de los cientos de suicidios de los que ya ni se habla, del empobrecimiento generalizado de gran parte de la clase media, del desamparo de los más pobres y de los dependientes, del éxodo obligado de una buena parte de nuestra juventud para poder buscarse las lentejas, de una corrupción endémica por parte de la clase política y de la empresarial... me dice que, a lo mejor, se han pasado cuatro pueblos?
Oiga ministro, ¿acaso le ha iluminado la Virgen del Rosario, su preferida, para tener esta revelación?  ¿O quiere hacernos creer que lo ha deducido usted solito?
Pues va a ser que no cuela. Porque en el organigrama de los que cortan el cotarro, las multinacionales y grupos financieros de EEUU y de la UE; a alguno se le ha encendido la bombilla. Y de repente se están dando cuenta de que a lo mejor, tanta austeridad, no les resulta rentable. Es lo que pasa con Grecia. Yo no soy economista, soy limpiadora, pero alcanzo a comprender que una deuda tan enorme se hacía imposible de cobrar si se dejaba al pueblo griego en la indigencia. Sin embargo, el FMI y el BC les atacaron como manadas de lobos.
 De repente, Lagarde hace posible lo que antes mantenía como imposible: aplazar el pago de esa odiosa deuda. ¡Eureka! ¿Se lo achacamos a otra inspiración mariana o a una recapacitación sesuda de la directora del FMI? Pues ni una cosa ni la otra. Es por ese tipo o tipa al que se le ha encendido la bombilla y les ha echado las cuentas. Si tiran mucho más de la soga, se les asfixia la burra. Los indigentes muertos de hambre no suelen pagar sus deudas. Hay que darles un poco de correa.
De igual manera empiezan a largar los empresarios de la CEOE sobre la posibilidad de empezar a levantar la bota de la moderación salarial. ¿Acaso se han convertido y pretenden hacer un reparto más justo de la riqueza al más puro estilo bolivariano o robinhudesco?
Tampoco. El tema está en que también han caído en que hasta la rapiña tiene límites (si se quiere seguir rapiñando). Porque los empresarios necesitan consumidores que compren sus productos. Y si los salarios son irrisorios se hace consumo de supervivencia, ergo, no hace falta saber nada de economía para deducir que caen las ventas y los ingresos de los empresarios. Porque si la mayoría andamos "pelaos", ¿Quiénes son los idiotas que van a comprar sus servicios o productos? Elemental, diría ese/a al que se le encendió la bombilla.
Lo del ministro Margallo es parte de ese chispazo colectivo, pero nada espontáneo, de entonar un mea culpa por haber cometido tan terribles errores. Lo que pasa es que a una se le plantea una duda :Quienes nos han recetado doble tazón concentrado de austeritis aguda, ¿eran idioitas o unos siervos leales a  los verdaderos poderes, los económicos? Cualquiera de las dos posibilidades, o ambas juntas, me pone los pelos como escarpias.
Hasta una cuasianalfabeta como servidora entiende que, lo que dicen ahora, responde a un principio elemental del sistema capitalista. Mantener cierto equilibrio social para que los privilegiados puedan seguir enriqueciéndose. Si nos asfixian están asfixiando su gallina de los huevos de oro. Y, créanme, eso es lo que quieren, tocarnos los huevos y algunas gónadas sexuales diciéndonos ahora que se han pasado cuatro pueblos.
¡Se nos descojonan! Pues ya perdonará el señor ministro, pero su puñetero chiste no me hace pajolera gracia.

                                           DdA, XIII/3264                                       

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